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agosto 2014 – Domingo 21º A – ¿Quién es Jesús? – Resonancias
¿Quién es Jesús para ti?
Jesús no fue un astronauta de un
lejano planeta, ni un mago que practicaba artes mágicas, aprendidas en Egipto.
Jesús no fue un hombre común y corriente como tú y como yo. El, a la vez que
era hombre, era también Dios y con su vida nos ha enseñado a conocer a un Dios
bueno, cariñoso y bondadoso, amigo y cercano a los hombres, sus hijos. El nos
enseñó con su vida la más grande y hermosa verdad que jamás el mundo entero
pudo conocer: DIOS ES AMOR. Dios te ama a ti. Jesús te ama tal y como eres en
este momento. No necesitas cambiar para que te ame. Tú eres su hijo y quiere
ser tu amigo: “ustedes son mis
amigos, si hacen lo que yo les mando” (Jn 15,14). Por eso, si nadie
te quiere, si todos te rechazan, si eres demasiado anciano o enfermo o feo o
ignorante o pobre o pecador, él te ama y te dice: “Hijo mío, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5). “No tengas
miedo, porque yo estoy contigo y tú eres de gran precio ante mis ojos, porque
eres valioso y yo te amo mucho” (Is 43,43).
Y ahora respira profundamente y
sonríe: Dios te ama, Jesús te ama, tu vida tiene pleno sentido y Dios espera
mucho de ti y cuenta contigo para la gran tarea de la salvación del mundo. (A.
Peña).
Juan
el lechero
San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, cuenta que
estando en Pamplona haciendo un retiro, el año 1938, todas las mañanas oía en
la iglesia rectoral de santa Isabel un
abrirse la puerta con estrépito y volver a cerrarse. Se propuso saber qué era
aquello. Esperó cerca de la puerta y, cuando llegó el autor de aquellos ruidos,
lo abordó preguntándole qué es lo que hacía: “Yo, padre, paso todas las mañanas
por delante de la iglesia, repartiendo leche por las casas. Abro la puerta, no
con mucha delicadeza, y le digo a Jesús que está en el sagrario: Aquí está Juan el lechero.”
A Josemaría le impresionó vivamente el encuentro con aquel hombre y
aprendió una buena lección de cómo tratar a Jesús con sencillez. Alguna vez,
recordando aquello, dirá en su oración: “Jesús,
aquí está este sacerdote, que no sabe tratarte como Juan el lechero”.
Renueva
tus fuerzas
Cuenta el novelista
francés René Bazin: “Durante la segunda guerra mundial, iba todos los días a
misa y veía allí a una joven señora, que estaba con gran recogimiento y
serenidad, a pesar de haber perdido a su esposo y tener a sus hijos prisioneros
en un campo de concentración. Un día, le pregunté cuál era la razón de su
tranquilidad, y ella me respondió:
— Todos los días recibo a Jesús en la
comunión y me da fuerzas para las 24 horas siguientes. La fuerza que recibo en
la comunión, me hace superar todas las dificultades.”
El sagrario de nuestras iglesias o la
custodia donde está expuesto Jesús sacramentado es el mejor lugar del mundo
para entablar una relación de amor y amistad con el Señor. Allí nos espera el
Dios omnipotente y allí podemos decirle, mejor que en ningún otro lugar, que lo
amamos. Por eso, es el mejor lugar del mundo para hacer oración. (P. Ángel Peña
en “Oración del corazón”).
Quo
vadis, Domine? (¿A
dónde vas, Señor?)
Esta frase se ha hecho
famosa debido a la película "Quo vadis", del año 1951 dirigida por
Mervyn Le Roy. Al final de la misma san Pedro huyendo de Roma, se encuentra con
Jesucristo y le hace esta pregunta: "Quo vadis, domine?". El pasaje al que hacemos referencia se
encuentra en el manuscrito llamado La
leyenda aurea. Este códice escrito en el siglo XIII, por el monje dominico
y arzobispo de Genova, Santiago de Vorágine, refiere con gran detalle y en latín,
la vida de 180 santos y mártires de la Iglesia Católica.
En este manuscrito se cuenta
el episodio de San Pedro, cuando el emperador romano Nerón en el año 64 comenzó
una terrible persecución contra los cristianos. San Pedro temeroso de lo que
pudiera sucederle, huyó de Roma por la Vía Apia, pero en el trayecto se encontró con Jesucristo
que cargaba con una cruz, y le preguntó: "Quo vadis, Domine?" (¿A dónde
vas, Señor?. Jesucristo le pcontestó: “Mi pueblo en Roma te necesita. Si
abandonas a mis ovejas, yo iré a Roma para ser crucificado de nuevo”.
San Pedro avergonzado de
su cobarde actitud, volvió a Roma y de inmediato fue detenido por el emperador.
Como se lo condenara a ser crucificado, dijo que no era digno de morir como su
maestro, por lo que los romanos optaron por crucificarlo cabeza abajo.
En el lugar de su martirio
hoy día según la tradición se levanta la Basílica de San Pedro de El Vaticano y en la
cripta de la Basílica
reposan los restos del apóstol de Jesús.
San
Juan Pablo II, el Grande
Después de san Pedro,
que se considera gobernó la
Iglesia durante 35 años, y del beato Pío IX que lo hizo
durante 31, san Juan Pablo II fue el Papa con mayor duración, con 26 años y
medio. Hizo 104 viajes internacionales, visitando 133 países; y 146 viajes
dentro de Italia. Recorrió un millón trescientos mil kilómetros, casi 29 veces
la vuelta a la Tierra
y tres veces la distancia de la
Tierra a la
Luna. Pasó más de dos años y tres meses fuera del Vaticano.
En Roma visitó 301 de las 325 parroquias. Nombró 232 cardenales y organizó 15
Sínodos de obispos.
Fue el primer Papa en
visitar una sinagoga, la de Roma, en abril de 1986. Fue el primero en entrar en
una mezquita, la gran mezquita de Damasco, capital de Siria, en mayo del 2001,
y también en entrar en una iglesia luterana, en Roma, el 11 de diciembre de
1983. Fue asimismo el primero en dar conferencias a la prensa en aviones.
Al principio de su pontificado, la Santa Sede tenía
relaciones diplomáticas con 80 países; al terminar, las tenía con 174. Reformó
el Código de derecho canónico y el Código para las Iglesias orientales.
Reorganizó la Curia
romana y publicó el Catecismo de la Iglesia católica en 1992 y 1997. También
publicó 17 encíclicas, 14 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones
apostólicas, 44 cartas apostólicas y 6 libros personales. Pronunció más de
20.000 discursos y beatificó a 1.342 personas, canonizando a 482: más que todos
los Papas anteriores juntos. Tuvo más de 1.200 audiencias generales los
miércoles. Recibió unos veinte millones de fieles de todo el mundo. Fundó las
Jornadas Mundiales de la
Juventud.
Humildad
de un Papa santo
El Papa Juan XXIII contaba del día de
su elección al Pontificado: Cuando me invitaron a bendecir a los fieles de
la plaza de san Pedro, cerré los ojos y bajé la cabeza. Mientras atravesaba el
Aula de las bendiciones, repleta de gente que me aclamaba, entre tantos gritos
me pareció distinguir una voz conocida, que me susurraba: “Angelito, sé
humilde, sé humilde, sé humilde”. Tres veces me repitió aquellas palabras.
¿Saben de quién era aquella voz tan bella? Era la voz de mi madre. Y un hijo,
aun cuando lo elijan Papa, debe escuchar los consejos de su mamá.
Y el mismo Papa san Juan XXIII decía: En
mi casa éramos pobres, pero éramos felices. No teníamos nada; pero, si pasaba
un pobre, siempre había un puesto para él en la mesa. No teníamos nada, pero no
faltaba en nuestra casa el canto. No teníamos nada, pero teníamos todo: Dios
estaba en nuestra casa.
Jesús, mi salvador
Hoy, Jesús mismo te invita a acercarte más a él para profundizar
la riqueza de su persona y dejarlo entrar en tu vida con nueva luz y alegría.
Aquí tienes una breve síntesis para ayudarte a dar una respuesta al Señor que
te pregunta: “¿Quién dices que soy yo para ti?”
Si me abrasa la fiebre, tú eres la fuente que
refresca; si me oprimen las culpas, tú rompes mis cadenas; si necesito ayuda,
tú eres mi fuerza y mi poder; si tengo miedo a la muerte, tú eres la vida; si
deseo el cielo, tú me señalas el camino; si huyo de las tinieblas, tú eres mi
luz; y si me falta alimento, tú eres el Pan vivo.