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enero 2014 – Domingo 3º A – Apareció un
gran luz - Resonancias de la
Palabra
Enciente
tu vela
En Norteamérica existe un movimiento que se llama
"Los Cristóforos", es decir "Portadores de Cristo". Una
noche más de 100 000 de ellos estaban reunidos en un gigantesco estadio. De
repente se apagaron todas las luces y se hizo una oscuridad impenetrable. Todo
el mundo se puso tenso. El fundador del movimiento, el P. James Keller, de pie
en medio del estadio, encendió una velita. Era una luz pequeñísima pero todos
pudieron verla. Levantó la vela y dijo: "Es mejor encender una luz que
maldecir las tinieblas". Tomando lumbre de esta velita se encendieron
todas las velas de los 100 000 presentes y se hizo una luz esplendorosa en el
amplio recinto deportivo.
De este modo se
demostró objetivamente que la acción y la palabra que irradian bondad y paz, por pequeñas que sean, no dejan de
tener influencia real en el ambiente, tanto más si se unen a otros con el mismo
ideal de solidaridad. Tú también, hermano, unido a Cristo, puedes aportar tu
luz para que haya menos oscuridad.
¿Es
Ud. Jesús?
Un grupo de vendedores fue a una convención de ventas. Todos le habían
prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por la
noche. Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron retrasados
al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los
pasillos.
De repente, y sin querer, uno de los vendedores tropezó con una mesa,
que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas
partes. Sin detenerse, ni volverse para atrás, los vendedores siguieron
corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos menos uno.
Este se detuvo, respiró hondo, y experimentó un sentimiento de compasión
por la dueña del puesto de manzanas. Les dijo a sus amigos que siguieran sin
él, y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicara
que iba a llegar en un vuelo más tarde. Luego, regresó a la terminal, y se
encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo.
Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la dueña del puesto era
una niña ciega. La encontró llorando, con enormes lágrimas corriendo por sus
mejillas. Tanteaba el piso, tratando en vano de recoger las manzanas, mientras
la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha.
El hombre se arrodilló junto con ella, recogió las manzanas, las metió en
la canasta y le ayudó a arreglar nuevamente el puesto. Mientras lo hacía, se
dio cuenta de que muchas se habían golpeado y estaban maltratadas. Las tomó y
las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: -
Toma, por favor, estos cien pesos por el daño que hicimos. ¿Estás bien? Ella,
llorando, asintió con la cabeza.
El continuó, diciéndole: -Espero no haber arruinado tu día. Mientras se
alejaba el vendedor, la niña le gritó: - Señor... Él se detuvo, y volvió a
mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: -¿Es usted Jesús? El se paró en seco y
dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pregunta
quemándole y vibrando en su alma: "¿Es usted Jesús?"
Pescadores de hombres
Jesús invitó a Pedro y a su
hermano Andrés, a Santiago y a Juan a seguirlo porque iba a hacer de ellos
pescadores de hombres, apóstoles del Reino que venía a instaurar en el mundo.
En esta pesca de hombres, los
apóstoles deberán poner a servicio del Evangelio, casi las mismas cualidades
que tenían al trabajar en el lago:
- deberán ser pacientes y
esperar que los hombres se abran al mensaje;
- tendrán necesidad de
perseverancia, estando siempre dispuestos a volver a probar;
- elegirán el momento adecuado
para arrojar la red de la
Palabra de Dios;
- adaptarán el mensaje a cada
corazón, como el pescador usa la carnada apropiada para cada pez; y
- permanecerán ocultos para que
los hombres sólo fijen su mirada en Cristo, el Señor.
Cada bautizado está llamado a llevar el mensaje de Jesús a los demás:
perfecciona tus habilidades de pescador de hombres para llevarlos a un
encuentro personal con el Señor Resucitado.
Compartir
la luz
Un maestro, contó a sus
discípulos la siguiente historia:
- Varios hombres habían quedado
encerrados por error en una oscura
caverna, donde no podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una
pequeña antorcha. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía
ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a
que cada uno de los demás prendiera su propia antorcha, y así compartiendo la llama con todos, la caverna
se iluminó.
Uno de los discípulos preguntó al maestro: - ¿Qué nos enseña, maestro,
este relato? Y el maestro contestó: -
Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el
prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino
que por el contrario la hace crecer.
El compartir nos enriquece en vez de hacernos más pobres. Los momentos de más
felicidad son aquellos que hemos podido compartir. Que Dios nos dé siempre la
luz para iluminar a todos los que pasen a nuestro lado.
Poder
del buen ejemplo
Un refrán dice “las
palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”. El poder del testimonio es
enorme y decisivo. Las palabras están devaluadas. Nunca el mensaje de Jesús
tuvo tanta fuerza como cuando pregonó el amor desde la cruz. Para construir a
tu alrededor una civilización del amor aporta cada día gestos de servicio, de
humildad y generosidad.
En una ciudad alemana bombardeada en la última Guerra
Mundial, encontraron, entre las ruinas, un Cristo a quien le faltaban las manos
y las piernas. Aquellos habitantes decidieron conservar así, sin manos y sin
pies, a aquel Cristo, como recuerdo de la barbarie de la guerra, y de que somos
nosotros los llamados a ser las manos y los pies de Cristo. Una excelente
manera de describir nuestra misión de testigos: ser las manos y los pies de
Cristo para llevar su mensaje de justicia, de fraternidad, de esperanza, de
amor a cuantos nos rodean.
Tanto los buenos como
los malos ejemplos moldean el ambiente en que vivimos. Ojalá que triunfen los
que favorecen lo bueno, digno, noble. Porque si prevalece el egoísmo salvaje,
llegaremos a una pérdida tal de los valores humanos que la vida será muy
triste, pues faltará lo más hermoso: el respeto, la comprensión, el amor.
Amigo/a, aporta hoy tu granito de arena.
La Eucaristía fuente de luz y sanación
La Eucaristía es fuente de luz y amor para los que se acercan a Jesús vivo. También
es fuente de salud. La hermana Briege McKenna tiene un maravilloso ministerio de sanación
de enfermos. Ella nos cuenta algunos de estos milagros en
su libro “Los milagros sí ocurren”.
Un ejemplo:
Dice: Un día me
telefoneó un sacerdote muy angustiado. Acababa de saber que tenía cáncer en las
cuerdas vocales y que, dentro de tres semanas, le extirparían la laringe. Me
dijo que estaba desesperado, había sido ordenado apenas hacía seis años. Al
orar con él, sentí que el Señor quería que yo le hablara de la Eucaristía. Le
dije: “Padre, yo puedo orar por usted ahora por teléfono y lo haré. Pero ¿esta
mañana no tuvo un encuentro con Jesús? ¿No se encuentra con él cada día? Padre,
cada día, cuando celebra la misa, cuando toma la hostia sagrada, usted se
encuentra con Jesús. ¿Se da cuenta de que Jesús pasa a través de su garganta?
No hay nadie mejor a quien ir sino a Jesús. Pídale a Jesús que lo sane”. Lo oí
llorar por teléfono. Y se despidió dándome las gracias. Tres semanas después, fue
al hospital para ser operado.
Me llamó más
tarde para decirme que la cirugía no se realizó. Los médicos descubrieron que
el cáncer había desaparecido y que sus cuerdas vocales estaban como nuevas.
Nunca conocí su nombre. Pero un año después, supe que antes de su enfermedad,
había dejado de celebrar la misa diaria, excepto los domingos. Él tomaba la
misa muy a la ligera. Y Dios usó esta experiencia del cáncer para transformar
su vida. En adelante la Misa
fue su encuentro diario con Jesús vivo.