lunes, 24 de febrero de 2014



23 febrero 2014 – Domingo 7º A – Perdonar – Resonancias de la Palabra

La bolsa de papas
Los pensamientos y sentimientos negativos turban el cielo tranquilo del corazón. Entre ellos se destaca por su capacidad destructiva el odio que se niega a perdonar y olvidar. “Señor, tú que eres puro amor, tú que perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo el veneno de los recuerdos que me llenan de rencor y de tristeza. Derrama en mi interior el deseo de perdonar y la gracia del perdón”.

Una profesora nos hizo llevar una bolsa de plástico y una bolsa de papas. Por cada persona que no perdonábamos, debíamos elegir una papa, escribir en ella el nombre y fecha y ponerla en la bolsa de plástico. Nos dijo que lleváramos con nosotros a todos lados esta bolsa con las papas fechadas durante una semana. Esta molestia nos hizo tomar conciencia del peso espiritual que llevábamos. Naturalmente, las papas se iban pudriendo y olían muy mal. ¡Éste fue el exacto símbolo del precio que pagamos por mantener nuestros rencores y resentimientos! Con frecuencia pensamos que el perdón es un regalo hecho a otra persona y, aunque eso es verdad, también es el mejor obsequio y satisfacción que podemos darnos a nosotros mismos.

Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia al Señor el don de la santa paciencia para poder elevarnos sobre nuestros egoísmos, retraimientos, susceptibilidades… Pero cuando el amor de Dios nos invade podemos “perdonar, soportar y esperar sin límites”.

Robensburg: campo de concentración
Perdonar es más propio de Dios cuya misericordia es infinita, que del hombre que tan fácilmente se deja arrastrar a la venganza. Pero hay ejemplos de personas que, buscando inspiración y fuerza en Jesús, incluso murieron perdonando a sus verdugos. Aquí tienes un texto encontrado en un pedazo de papel en Robensburg, campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial:

Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo el sufrimiento que nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento: la camaradería, la lealtad, la generosidad, la humildad, el valor y la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames a ellos a juicio, haz que esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y perdón.

Emocionante testimonio de personas creyentes que supieron transformar una situación muy dura, en ocasión de crecimiento espiritual y de fraternidad humana, mientras rogaban a Dios que tuviera misericordia de sus crueles carceleros. Para poder perdonar pide al Espíritu Santo que derrame el amor de Dios en tu corazón.  ¡Y se producirá el milagro del perdón!

El labrador y la víbora
Una víbora se acercó arrastrándose adonde estaba el hijo de un labrador, y lo mató. Sintió el labrador un dolor terrible y, tomando su hacha, se puso al acecho junto al nido de la serpiente, dispuesto a matarla tan pronto como saliera. Asomó la víbora la cabeza y el labrador le dio un hachazo, pero falló el golpe, partiendo en dos a la vecina piedra. Temiendo después la venganza del reptil, intentó reconciliarse con ella; pero ésta repuso:  
Ni yo puedo alimentar hacia tí buenos sentimientos viendo el hachazo en la piedra, ni tú hacia mí contemplando la tumba de tu hijo. Esopo.
“No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Vale la pena perdonar, aunque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón”, (Larrañaga). “La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón”, (Juan Pablo II).

Escríbelo en la arena…
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del camino discutieron tan acaloradamente que uno le dio una bofetada al otro. Éste muy ofendido, pero sin decir nada, escribió en la arena: "Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro". Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse porque estaban agotados. El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, pero su amigo acudió a socorrerlo y le salvó la vida. Al recuperarse tomó un punzón de hierro y grabó en una piedra: "Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio escribes en una piedra?". Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un amigo nos ofende, debemos escribirlo en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo por completo. Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde quedará para siempre".

Perdonar a todos
Hay que perdonar a todos, incluso a los difuntos. Dice la mística María Simma que un día fue a visitarla un campesino y le dijo:
  Estoy construyendo un establo y cada vez que el muro llega a cierta altura, se cae. Hay algo extraño y sobrenatural en esto. ¿Qué puedo hacer?
  ¿Hay algún difunto que tiene algo contra ti, a quién guardas rencor?
  Oh sí, pensaba que no podía ser sino él. Me hizo mucho daño y no lo puedo perdonar.
  Él quiere que lo perdones para estar en paz.
  ¿Perdonarlo yo? ¿A él que tanto daño me ha hecho de vivo? ¿Para que vaya al cielo? No.
  Pues no te dará reposo hasta que lo hayas perdonado de corazón. ¿Cómo puedes decir en el Padrenuestro: “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? Es como si dijeras a Dios: No me perdones como yo tampoco perdono.

El hombre se quedó pensativo y dijo: Tienes razón. En nombre de Dios lo perdono para que Dios me perdone también a mí. Desde ese día, no tuvo más problemas con el establo y pudo tener paz y amor en su corazón.

Fue un error involuntario…
Para amar como Jesús nos enseñó, debemos ejercitar ciertas actitudes que bajan el amor a la realidad cotidiana: compasión, comprensión, indulgencia, etc. ¿Qué es la indulgencia? Facilidad en perdonar las culpas ajenas.”Sopórtense  y perdónense mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”, san Pablo (Col. 3:13).

Los italianos en Navidad tienen la costumbre de enviar un pan dulce a sus amigos y familiares.  En cierto año Puccini y Toscanini se hallaban en uno de sus típicos y feroces enfrentamientos. Puccini dio la orden a su servicio de enviar los panes dulces a las direcciones de costumbre, entre las que se hallaba la del colérico director de orquesta, Toscanini. Al darse cuenta Puccini del error -el pan dulce ya había sido enviado- mandó un telegrama a Toscanini que decía: “Pan dulce enviado por error”. ¿Cuál fue la genial respuesta de Toscanini?: “Pan dulce comido por error”.

El odio que se niega a perdonar y olvidar es muy destructivo. Suplica así: “Señor, tú que eres puro amor, tú que perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo el veneno de los recuerdos que me llenan de rencor y de tristeza. Derrama en mi corazón el deseo y la gracia del perdón”. El Señor te libre del odio, la ira y toda mala voluntad con tu prójimo.

Sé indulgente
¡Qué fácilmente creemos que nos faltan nuestros prójimos, que no nos estiman, que no nos quieren! Basta ver el rostro de un amigo un poco más sombrío que de costumbre para persuadirnos de su indiferencia o de su frialdad. O bien uno ha dicho a la ligera una palabra que nos ha disgustado, acaso un imprudente nos recordó palabras proferidas contra nosotros, y de todas estas tonterías hacemos una montaña. Como triste consecuencia queda una amistad turbada y quizás perdida por algo que no mereció la pena haberlo tenido en cuenta. Sé indulgente.

Olvida las pequeñas penas que te hayan podido causar; no conserves ningún resentimiento por las palabras inconsideradas o desfavorables que se han dicho contra ti; excusa los descuidos, las ligerezas de las cuales eres víctima; juzga siempre de buena intención a aquellos que te hayan hecho algún agravio, en fin, muestra un semblante amable en todas las ocasiones. De esta manera estarás en paz con tu prójimo y practicarás de modo excelente la caridad cristiana, que es imposible practicar sin una indulgencia en todos los instantes.

domingo, 16 de febrero de 2014


16 febrero 2014 – Domingo 6º A – Libres de verdad – Resonancias de la Palabra

El odio esclaviza
Una de las esclavitudes más fuertes es la del odio. Hay muchas personas en el mundo que no quieren perdonar a quienes les han ofendido y el odio, que tienen por dentro, los lleva a ser violentos y a vengarse en los que les han hecho daño o en otras personas que encuentran en su camino. Y lo peor de todo es que la falta de perdón produce en muchos casos serias enfermedades, que aumenta su infelicidad. El odio los esclaviza, los enferma y les impide ser felices. Pero muchos prefieren vivir con esa cadena a sentirse tontos o débiles por perdonar.

La cultura pagana del ambiente en que vivimos nos invita a la venganza a través de tontas películas, donde se confunde el amor con el sexo, la fortaleza con la venganza y el perdón con la debilidad. Y muchos jóvenes se contagian de este sida espiritual que nos rodea. Les faltan defensas ante tantos ataques al amor y al perdón. Están desprotegidos por la falta de Dios en su vida y caen en las redes de cualquier líder sectario o mago, que les pide venganza y les enseña cómo realizarlas. ¡Cuántos acuden a brujos para que hagan daño a otras personas! P. Ángel Peña.

El vicio y la virtud
Ser bueno es ser feliz. Por eso, podemos hablar de la alegría de la virtud o de la alegría de ser buenos. Veamos lo que decía Jenofonte, siglos antes de Cristo, sobre Hércules, el gran héroe de las leyendas griegas en sus Memorias. Un día, cuando Hércules era jovencito, se le presentaron dos mujeres. Una de ellas le dijo: Sígueme y te llevaré por un camino agradable y, mientras vivas, no tendrás sino placeres. Yo conozco el camino del placer sin el dolor. Al preguntarle cuál era su nombre, ella respondió: Mis amigos me llaman felicidad; mis enemigos, vicio.

La segunda mujer le dijo: No le creas, no existe la felicidad sin trabajo y sin esfuerzo. Si me sigues, tendrás dolores, trabajos y sacrificios, pero serás feliz. Pero el vicio respondió: Ya ves lo que ella te ofrece, yo en cambio te llevaré fácilmente a la felicidad sin tanto sacrificio.

Mentira, dijo la virtud, ¿Qué felicidad puedes dar tú? Comes antes de tener hambre y bebes antes de tener sed. Empujas a tus seguidores al amor antes de la edad determinada por la naturaleza. Les acostumbras a divertirse por la noche y a dormir durante el día... Los dioses te arrojan de su compañía y los hombres de bien te desprecian... Por eso, los que me siguen, sólo comen cuando tienen hambre y beben solamente cuando tienen sed. Así el pan y el vino tienen un gusto agradable. El sueño les es más dulce, porque no sacrifican ninguno de sus deberes y, cuando les llega el último momento, no caen en el olvido, sino que su recuerdo les sobrevive.

Leonardo pinta a Jesús y a Judas
Recuerda lo que le pasó a Leonardo da Vinci, el famoso pintor italiano. Un día quiso encontrar un modelo para el Cristo de su Última Cena y fue recorriendo las calles de la ciudad. Por fin, encontró a un joven hermoso, cantando en el coro de una iglesia y lo llevó a su estudio para que representara a Cristo. El joven se llamaba Pietro Bandinelli. Dos años más tarde, queriendo encontrar un modelo para Judas, se fue por las calles de mala fama de Milán y, al fin, encontró un joven cuyos rasgos revelaban maldad y corrupción. Cuando el artista lo llevó a su estudio, el joven se echó a llorar amargamente. Entonces, Leonardo se dio cuenta de que era el mismo Pietro Bandinelli, que había sido su modelo para el Cristo de su Última Cena.

Liberada del enemigo
El padre Roberto De Grandis cuenta la siguiente historia: Había una muchacha de 18 años, que fue a un retiro. Oramos por ella. No usamos ninguna oración de exorcismo, ni agua bendita ni óleo santo, sino mucha alabanza y amor a la Virgen María para que intercediera ante Jesucristo, nuestro liberador. Después de media hora de oración, la habitación se iluminó con la presencia del Espíritu Santo. Todos sentimos la fuerte presencia de Jesús y, el espíritu maligno, que no la dejaba ser feliz, la dejó libre. Ella se levantó con una sonrisa y pudo unirse a nuestra alabanza, por primera vez, quizás en su vida. El aspecto de su cara era distinto, estaba libre, libre en el Señor. Para ella, ese día fue un gran regalo del Señor y para nosotros un día de agradecimiento y gozo, porque el Señor nos enseñó que la oración de liberación no tiene que ser tan desagradable, aunque siempre es difícil. Él quiso mostrarnos que nadie tiene que vivir bajo la tiranía de Satanás, porque su victoria sobre la muerte es nuestra victoria.

Sé libre como las águilas
Nunca mientas ni hagas trampas. Sé libre de verdad. Libre de tus caprichos, que buscan siempre excusas para seguir tus gustos solamente. Libre de tu flojera para el estudio o el trabajo. Libre de tus pasiones y de tus vicios. Libre de tus sentimientos negativos, especialmente del rencor. No seas esclavo de la pereza o del egoísmo. Tienes un corazón grande y hermoso para amar. No lo malgastes en buscar solamente las cosas de la tierra.

Sé libre como las águilas, que dominan los aires. No seas como “Vicente que va donde va la gente”, no seas un hombre sin personalidad, que hace y dice lo que hacen y dicen los demás. Piensa por ti mismo. Decide por ti mismo. No te dejes manipular por la moda o por las ideas de tus amigos. Sé un hombre de verdad. Vive con autenticidad. No hagas de la mentira una norma de tu vida. No engañes a nadie. No trates de justificar tus errores. Reconócelos y rectifícalos.

Aprende a ser libre, rompiendo las cadenas de tus vicios, porque en nombre de la libertad se han cometido muchos crímenes. En nombre de la libertad, muchos hombres y mujeres desprecian la fidelidad conyugal y matan a niños inocentes por el aborto. No permitas que tu libertad esté encadenada por tus errores y pecados. No confundas libertad con irresponsabilidad. Ser libre es ser responsable. Ser libre es amar de verdad y hacer felices a los demás. P. Ángel Peña.

Mahatma Ghandi
Un ejemplo vivo de la alegría que da la virtud nos lo da Ghandi, un no cristiano, que a los 30 años hizo voto de castidad perpetua en unión con su esposa. Y nos dice en su Autobiografía:
No se piense que la castidad es imposible, porque es difícil. La castidad es el más alto ideal y, por eso, no debe maravillar que requiera de un alto esfuerzo para alcanzarla. A mí una vida sin castidad me parecía insípida y parecida al animal. El animal no tiene control de sí mismo, mientras que el hombre es hombre, porque tiene auto-control... Cuando miro atrás, me siento lleno de alegría. La libertad y la alegría llenaron mi alma después de haber hecho el voto de castidad en 1906. Esta alegría no la había nunca experimentado antes.
El voto fue para mí como un escudo contra las tentaciones impuras. Cada vez, se me hace ahora más claro el poder de la castidad. La castidad es una protección del cuerpo y del alma y de la mente. La castidad ha sido para mí una alegría siempre... Uno que aspira a servir a los demás de modo total no puede menos de hacer el voto de castidad. El voto de castidad me hizo libre y disponible para todo servicio al prójimo.

El caballo escondido
Hay en nuestras vidas hábitos que nos esclavizan e impiden ser la obra maestra que a veces soñamos. Todo es posible con la ayuda del Señor, a pesar de que no sea fácil. Procede con paciencia pues “nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”, (Mark Twain).

Cuentan de un niño que un día entró en el taller de escultura de un vecino, y allí encontró un gran bloque de piedra. A los pocos meses volvió a entrar, y en el mismo sitio encontró la escultura de un caballo. Entonces le preguntó al escultor: — ¿Cómo sabías tú que dentro había un caballo? — Ésta es la especialidad del artista: encontrar el caballo (o lo que sea) que hay dentro. Ir quitando toda la piedra que sobra hasta encontrar el caballo.

Sin duda dentro de ti mismo hay una obra de arte que debes sacar a luz con persistente labor. Se trata de ir quitando lo que sobra, lo que impide ser un hombre cabal, un hijo de Dios tal como él lo soñó. “Si todos los años extirpáramos un solo vicio, pronto llegaríamos a ser hombres perfectos”, (Kempis). El Señor te asiste, pon manos a la obra. P. Natalio

Varias notas se han seleccionado de “¿Eres realmente libre” del P. Ángel Peña.
Te recomiendo sus libros, que puedes leeros en:  www.autorescatolicos.org
Gracias por tu visita!!!