domingo, 30 de marzo de 2014



30 marzo 2014 – Cuaresma 4º A – La luz de la fe – Resonancias de la Palabra

Llenó la casa de luz

Un anciano viendo cercana su muerte, habló así a sus tres hijos: No puedo dividir en tres lo que poseo. Es tan poco que perjudicaría a todos. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Tómenla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa, se quedará con toda la herencia. Se fueron. El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo compró sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior. El tercer hijo -que consiguió la herencia- sólo compró una pequeña vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.

El Señor te ha regalado la luz de la fe para que la irradies a tu alrededor, con el ejemplo y la palabra. Cada uno tiene posibilidades distintas, pero no menos importantes aunque parezcan restringidas. Dios ha dispuesto que las almas vayan iluminando otras almas, como si fueran antorchas. Que  “hagas brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ti”.
                 
Semillas: el Ángel vendedor
Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto un negocio nuevo. El cartel decía: "Regalos de Dios". Entré: un Ángel atendía a los clientes. Yo, asombrado, le pregunté: ¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor?  Ofrezco cualquier don de Dios. ¿Cobras muy caro? No, los dones de Dios son gratis. Miré los estantes; estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, de esperanza, de salvación y muchas cosas más. Yo tenía necesidad de todo. Cobré valor y le dije al Ángel: Dame, por favor, bastante amor a Dios; también perdón de Dios; un bulto de esperanza, otro de fe y otro de salvación. Me sorprendí cuando vi que el Ángel, de todo el pedido, me hizo un solo paquete; y tan pequeño como el tamaño de mi corazón. ¿Será posible, esto es todo? —pregunté. El Ángel me explicó: Es todo, Dios nunca da frutos maduros; él sólo da pequeñas semillas, que cada uno debe cultivar.

Querido amigo/a, Dios te ayudará con sus gracias, pero te dejará un buen margen de acción para que colabores con él. No te anula, sino que te invita a poner toda tu buena voluntad con la libertad de un hijo de Dios, “creado a su imagen y semejanza”. P. Natalio.

La vida un laberinto
Tener fe es haber descubierto el inmenso amor que Dios tiene por ti; y, ante tan enorme y fascinante hallazgo, organizar tu vida como una respuesta fiel y coherente. El Espíritu de Dios, Espíritu de amor, te ayude a interiorizar este pensamiento en la meditación, porque está en el centro de la auténtica relación con el Señor.

La vida no es un pasillo recto y fácil... por el que viajamos libres y sin obstáculos, sino un laberinto de pasajes en el que debemos hallar nuestro camino, perdidos y confundidos, una y otra vez, atrapados en un callejón sin salida. Pero, si tenemos fe, Dios siempre nos abrirá una puerta que aunque tal vez no sea la que queríamos, al final será buena para nosotros. A. Cronin

No basta escuchar y conocer las verdades de la fe: hay que vivirlas. “Dichoso el hombre que escucha la Palabra de Dios y la practica”. Sólo así tu vida adquirirá consistencia y nada la derribará, pasarás victorioso las pruebas de este mundo perecedero y tendrás junto a Dios una morada de eterna felicidad. El Señor te asista en el combate de la fe.

Una niña esquimal creyente
En una ocasión, se acercó un periodista a una niña esquimal, que amaba entrañablemente a Dios, y le preguntó:

¿Tú crees en Dios?
Sí, yo creo en Dios.
¿Crees que Dios te ama?
Sí, creo que Dios me ama.
Si crees que Dios existe y que Dios te ama, ¿por qué no te cuida y te envía suficientes alimentos y ropa para que no pases hambre ni frío?
Yo creo que Dios le mandó a alguien que me trajese esas cosas. Pero él le dijo No a Dios.

Maravillosa respuesta de una niña sin estudios, pero que indica que, muchas veces, somos nosotros los que no obedecemos a Dios para ayudar a los necesitados.

Jóvenes misioneras

El 7 de julio la iglesia celebra la memoria de beata María Romero Meneses, Hermana salesiana, nacida en Nicaragua (1902-1977); pero, pasó la mayor parte de su vida en Costa Rica. Tuvo la capacidad de transmitir su espíritu de misionera a un numeroso grupo de jóvenes que envió a dar catecismo por los barrios más pobres de San José, capital de Costa Rica.

Las chicas Emilia y Blanca, catequistas preparadas por Sor María Romero, misionaban en un pueblo muy humilde preparando niños a la comunión. Como no tenían donde dormir, una amiga consiguió que su padre les cediera un galpón lleno de cosas. Cansadas, se acostaban sobre un banco. Entre sueños oían a veces un chip, chip, más bien raro, sibilante, pero pensaban que habría allí un clueca con sus pollitos. La misión salió a las mil maravillas. Volvieron a la ciudad y contaron lo que habían escuchado. “Pero  chicas, aquel chip, chip, no es de pollitos, sino de serpientes”. Unos días después Blanca recibió una carta de su amiga quien le decía que su padre, al barrer el galpón, encontró entre el pasto seco dos serpientes. Sor María Romero comentó: “La Virgen es muy buena, ella las libró si no de una muerte cierta, al menos de un susto tremendo, démosle gracias”.

Esa fue una de tantas aventuras que afrontaron aquellas jovencitas para llevar el mensaje del Evangelio a los desprovistos de todo. Pero las sostenía esa fe y ardor apostólico que irradiaba Sor María Romero, coordinadora de más de treinta centros catequísticos en los que enseñaban a conocer, amar y servir a Dios. ¿Por qué no irradiar la fe que hay en tu corazón?

El ateo que recobró la fe
Cuenta la Madre Teresa de Calcuta: Un hombre vino a nuestra Casa del Moribundo cuando acabábamos de traer a un enfermo recogido en la calle. Tenían que haberlo recogido de una alcantarilla, porque estaba cubierto de gusanos. Sin saberse observada, una hermana acudió a atender al recién llegado. Aquel hombre se quedó mirando a la hermana: con qué delicadeza lo trataba, lo lavaba, le sonreía. En fin, todos los detalles. Aquel hombre, tras observar el espectáculo sin perderse un detalle, se dirigió a mí para decirme: Vine aquí sin Dios, con el corazón lleno de odio. Vine aquí... (y añadió todos los adjetivos que logró encontrar para calificar su estado de ánimo anterior). Ahora me voy lleno de Dios. He visto el amor de Dios en acción. A través de las manos de esa hermana, a través de su expresión, de su ternura tan llena de amor hacia aquel pobre infeliz, he visto descender el amor de Dios a aquel hombre por medio de la hermana. Ahora creo. 

Racionalista, masón y ateo
“Yo era racionalista, masón y ateo. Tampoco estaba bautizado, pero mi mujer, Claudia, estaba enferma y decidimos ir a Lourdes. Mientras ella estaba en las piscinas, el frío me obligó a refugiarme en la cripta, donde asistí, con interés, a la primera misa de mi vida. Cuando el cura, al leer el Evangelio, dijo: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”, se produjo una conmoción tremenda en mí porque esta frase la oí el día de mi iniciación en el grado de Aprendiz y la solía repetir cuando, ya Venerable, iniciaba a los profanos en la masonería. En el silencio posterior pues no había homilía oí claramente una voz que me decía: «Bien. Pides la curación de Claudia. Pero, ¿qué ofreces?». Instantáneamente, y seguro de haber sido interpelado por Dios mismo, sólo me tenía a mí mismo para ofrecer. Al final de la misa acudí a la sacristía y pedí inmediatamente el bautismo al cura. Éste, estupefacto, cuando le conté mi pertenencia masónica y mis prácticas ocultistas, me dijo que fuera a ver al arzobispo de Rennes. Ese fue el inicio de mi itinerario espiritual” (Cf. Confesiones de un antiguo masón, ZENIT 6.11.2008).

Tus sentidos te dan una mirada de carne. Tu inteligencia, una mirada de razón. Tu fe, una mirada de Cristo. Con la mirada de Cristo injertada en la tuya, puedes conocer a Dios, el universo, los hombres y a ti mismo, como Él los conoce y como se conoce a sí mismo. Michel Quoist.

domingo, 23 de marzo de 2014



23 marzo 2014 – Cuaresma 3º A – Agua viva – Resonancias de la Palabra

No saben lo feliz que soy
La gran estrella del teatro de París, Eva Lavallière (1866-1929), había llevado una vida tan pobre moralmente que era una verdadera calamidad. Fama, joyas, amores..., tenía todo, no le faltaba nada, era la reina indiscutida en aquellos años primeros del siglo XX. Sin embargo, Eva Lavallière se sentía vacía y triste por dentro. Hasta que le viene la luz de Dios, se convierte y se da al Señor sin  mezquindades.

Nadie sabe lo que pasa. Se busca a la famosa estrella, y nadie da con ella. Al fin, dos amigas íntimas encuentran su escondrijo. Y una de ellas exclama gozosa: ¡Por fin terminó la broma y se aclaró el misterio! ¿Vienes para la gira americana? Llegas a tiempo para participar en la excursión de estrellas, y no va a faltar la más brillante... Se sospechaba que te habías escondido en Lourdes, y ya te íbamos a buscar  allá. ¿Vienes, sí o no?

La encantadora Lavallière no cede: ¡No, no voy, y no se empeñen, pues no lo van a conseguir! Mi propósito es muy otro. Insiste la otra amiga, a la que se le humedecen los ojos cuando sigue hablando la Lavallière: — Les deseo a ustedes todo el éxito que yo tengo ahora: no saben lo feliz que soy con la gracia de Dios. Sí, aunque no lo crean, jamás me he sentido tan feliz como desde el momento en que he conocido a Dios y lo llevo dentro. Y se hizo terciaria franciscana. A. Peña

Convertida por la Eucaristía
Isabel Ana Seton nacida en la religión anglicana (1774) en nueva York, se casó con un rico comerciante y fue madre de cinco hijos. Quedó viuda a los 30 años. Movida de amor a Jesús presente en la Eucaristía, se hizo católica cuando tenía 31 años (1805). Fundó una congregación para educación de las niñas. Es la primera santa estadounidense elevada al honor de los altares (1975).

En un último intento para restaurar la salud de su esposo, Isabel había partido para Livorno, Italia, llevando también a la hija mayor (8 años). Pero su esposó empeoró y murió. Regresó a Nueva York y buscó la paz en su propia Iglesia anglicana. Un día se sentó en una silla de su templo, desde donde podía ver la torre de la vecina iglesia católica, y mirando el altar vacío de su templo, comenzó a hablar con Jesús, presente en la Eucaristía de la iglesia católica cercana. Así empezó a sentir un profundo amor a Jesús Sacramentado, que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su conversión. (P. Ángel Peña)

En Italia Isabel se había hospedado en casa de una familia católica muy amiga. Un día encontró Isabel un libro de oraciones. Lo abrió al azar y comenzó a leer: “Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir...” Cada palabra le llegaba al alma con inmenso consuelo. Desde ese día pidió a Nuestra Señora le mostrase el camino que debía seguir.

Los milagros sí ocurren
La hermana Briege McKenna cuenta en su libro Los milagros sí ocurren. Dice: Un día me telefoneó un sacerdote muy angustiado. Acababa de saber que tenía cáncer en las cuerdas vocales y que, dentro de tres semanas, tendrían que extirparle la laringe. Me dijo que estaba desesperado, había sido ordenado apenas hacía seis años. Al orar con él, sentí que el Señor quería que yo le hablara de la Eucaristía. Le dije: “Padre, yo puedo orar por usted ahora por teléfono y lo haré. Pero ¿esta mañana no tuvo un encuentro con Jesús? ¿No se encuentra con él cada día? Padre, cada día, cuando celebra la misa, cuando toma la hostia sagrada, usted se encuentra con Jesús. ¿Se da cuenta de que Jesús pasa a través de su garganta? No hay nadie mejor a quien ir sino a Jesús. Pídale a Jesús que lo sane”.

Lo oí llorar por teléfono. Y se despidió dándome las gracias. Tres semanas después, ingresó al hospital para ser operado. Me llamó más tarde para decirme que la cirugía no se realizó. Los médicos descubrieron que el cáncer había desaparecido y que sus cuerdas vocales estaban como nuevas. Nunca supe su nombre. Pero un año después, tuve noticias de él a través de un amigo suyo. Antes de su enfermedad, este sacerdote joven había dejado de celebrar la misa diaria excepto los domingos. Él tomaba la misa muy a la ligera. Y Dios usó esta experiencia del cáncer para transformar su vida. Este sacerdote fue sanado completamente, no sólo físicamente. Se volvió un sacerdote centrado en la Eucaristía. La Eucaristía se volvió para él, un momento de encuentro con Jesús vivo. (P. Ángel Peña)

San José de Cupertino
En el año santo de 1650, Jean Frederic Brunswick, hijo del duque Jorge de Brunswick y uno de los jóvenes más notables de la nobleza alemana, se acercó a la ciudad de Asís, buscando la verdad, pues se había pasado al lado protestante al terminar la guerra de los 30 años entre católicos y protestantes. El cardenal Tapaccioli le escribió al santo José de Cupertino: Un príncipe protestante quiere retornar a la fe. Le ruego de persuadirlo y recibirlo con caridad. Jean Frederic había oído hablar de la santidad del fraile José de Cupertino y quería convencerse de que la Iglesia católica era la verdadera. Entonces, al llegar a Asís, asistió a una misa celebrada por el santo. Después del rezo del Padrenuestro, el santo se quedó en éxtasis y se alzó en el aire. Después de la misa, el santo religioso pudo conversar durante dos horas con el duque y éste regresó a la Iglesia. El haber visto celebrar la misa con tanta devoción y con éxtasis, le convenció de la verdad de nuestra fe y de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, a quien tanto amó toda su vida. (P. Ángel Peña)

El mejor siquiatra del mundo
Jesús Eucaristía es el Rey de reyes y Señor de los señores, el Rey del universo, el Señor de la historia, el amigo de los hombres, el hijo de María, el niño de Belén, el Salvador del mundo, que se ha quedado junto a nosotros para ser nuestro compañero de camino y para que podamos acudir a Él fácilmente, cuando tengamos necesidad. Y nos sigue esperando para sanarnos, bendecirnos, alegrarnos y darnos su amor y paz. Su consultorio es el sagrario. Él es el mejor médico, siquiatra y sicólogo del mundo. Atiende gratis las 24 horas de cada día y no necesitamos sacar cita para ser recibidos por Él. Además, Él lo sabe todo y sabe cuáles son nuestros males y necesidades antes de que se las digamos. Él nos espera. ¿Hasta cuándo? ¿Somos tan ricos que no necesitamos de su amor? Dice Jesús: Donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón (Mt 6, 21). ¿Cuál es nuestro tesoro más importante? ¿Qué buscamos con más ansiedad y deseo en nuestra vida? ¿Es Jesús? Pues en la Eucaristía lo encontraremos. ¿Y qué tesoro podemos desear que sea mejor y más importante que el mismo Jesús? (P. Ángel Peña)

Poder sanador de la Eucaristia
El padre Darío Betancourt cuenta: Una mañana me llamaron del hospital de Armenia, en Nueva York, para atender a Ann Greer, que llevaba dos meses inconsciente, rígida y con traqueotomía. Yo le puse el portaviáticos (con Jesús Eucaristía) sobre la frente, que era el lugar donde había sido golpeada en un terrible accidente automovilístico. Por la noche fuimos informados de que la niña había recobrado un poco de calor y sus miembros estaban más flexibles. Al día siguiente, los médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana más tarde, Ann dejaba el hospital totalmente recuperada. (P. Ángel Peña)

Sor Mary of Carmel me contaba su conversión en una carta personal. Me escribía así: Yo nací en Londres, en una familia judía. A los 11 años, mis padres me enviaron a estudiar a una escuela, regenteada por unas religiosas católicas. Un día, una amiga católica me invitó a visitar la capilla del colegio y, al entrar, instantáneamente, sin pensarlo, sentí, con una fuerte claridad, que allí en el sagrario, que yo llamaba Box (caja), allí estaba Dios. No sabría explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité. Entonces, me di cuenta de que la Iglesia católica tenía la presencia de Dios y que yo debía hacerme católica y ser religiosa como las hermanas de mi colegio. Me bauticé a los 14 años. Al día siguiente, hice mi primera comunión. Mis padres se bautizaron y se casaron por la Iglesia cuatro años más tarde. Yo, por mi parte, decidí ser religiosa carmelita descalza, después de leer la Autobiografía de santa Teresita.

Sor Mary of Carmel me sigue escribiendo desde Up Holland, Inglaterra, donde vive en su convento. Ya tiene 80 años, pero es feliz en su vida religiosa, amando a Jesús, que siempre la sigue esperando en la Eucaristía. (P. Ángel Peña).
Gracias por tu visita!!!