23 marzo 2014 – Cuaresma 3º A – Agua viva –
Resonancias de la Palabra
No saben lo feliz que soy
La gran estrella
del teatro de París, Eva Lavallière
(1866-1929), había llevado una vida tan pobre moralmente que era una verdadera
calamidad. Fama, joyas, amores..., tenía todo, no le faltaba nada, era la reina
indiscutida en aquellos años primeros del siglo XX. Sin embargo, Eva Lavallière
se sentía vacía y triste por dentro. Hasta que le viene la luz de Dios, se
convierte y se da al Señor sin
mezquindades.
Nadie sabe lo que
pasa. Se busca a la famosa estrella, y nadie da con ella. Al fin, dos amigas
íntimas encuentran su escondrijo. Y una de ellas exclama gozosa: —¡Por fin terminó la broma y se aclaró el
misterio! ¿Vienes para la gira americana? Llegas a tiempo para participar en la
excursión de estrellas, y no va a faltar la más brillante... Se sospechaba que
te habías escondido en Lourdes, y ya te íbamos a buscar allá. ¿Vienes, sí o no?
La encantadora
Lavallière no cede: —¡No, no voy, y no se empeñen, pues no lo van a conseguir! Mi propósito
es muy otro. Insiste la otra amiga, a la que se le
humedecen los ojos cuando sigue hablando la Lavallière: — Les deseo a ustedes
todo el éxito que yo tengo ahora: no saben lo feliz que soy con la gracia de
Dios. Sí, aunque no lo crean, jamás me he sentido tan feliz como desde el
momento en que he conocido a Dios y lo llevo dentro. Y
se hizo terciaria franciscana. A. Peña
Convertida
por la Eucaristía
Isabel Ana Seton nacida en la religión anglicana (1774) en nueva York, se casó con un rico
comerciante y fue madre de cinco hijos. Quedó viuda a los 30 años. Movida de
amor a Jesús presente en la
Eucaristía, se hizo católica cuando tenía 31 años (1805).
Fundó una congregación para educación de las niñas. Es la primera santa
estadounidense elevada al honor de los altares (1975).
En un último intento para restaurar la salud de su
esposo, Isabel había partido para Livorno, Italia, llevando también a la hija
mayor (8 años). Pero su esposó empeoró y murió. Regresó a Nueva York y buscó la
paz en su propia Iglesia anglicana. Un día se sentó en una silla de su templo,
desde donde podía ver la torre de la vecina iglesia católica, y mirando el
altar vacío de su templo, comenzó a hablar con Jesús, presente en la Eucaristía de la iglesia
católica cercana. Así empezó a sentir un profundo amor a Jesús Sacramentado,
que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su conversión. (P. Ángel Peña)
En Italia Isabel se
había hospedado en casa de una familia católica muy amiga. Un día encontró
Isabel un libro de oraciones. Lo abrió al azar y comenzó a leer: “Acordaos, oh
piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir...” Cada palabra le llegaba al
alma con inmenso consuelo. Desde ese día pidió a Nuestra Señora le mostrase el
camino que debía seguir.
Los milagros sí ocurren
La hermana Briege
McKenna cuenta en su libro Los milagros sí ocurren. Dice: Un día me
telefoneó un sacerdote muy angustiado. Acababa de saber que tenía cáncer en las
cuerdas vocales y que, dentro de tres semanas, tendrían que extirparle la
laringe. Me dijo que estaba desesperado, había sido ordenado apenas hacía seis
años. Al orar con él, sentí que el Señor quería que yo le hablara de la Eucaristía. Le
dije: “Padre, yo puedo orar por usted ahora por teléfono y lo haré. Pero ¿esta
mañana no tuvo un encuentro con Jesús? ¿No se encuentra con él cada día? Padre,
cada día, cuando celebra la misa, cuando toma la hostia sagrada, usted se
encuentra con Jesús. ¿Se da cuenta de que Jesús pasa a través de su garganta?
No hay nadie mejor a quien ir sino a Jesús. Pídale a Jesús que lo sane”.
Lo oí llorar por
teléfono. Y se despidió dándome las gracias. Tres semanas después, ingresó al
hospital para ser operado. Me llamó más tarde para decirme que la cirugía no se
realizó. Los médicos descubrieron que el cáncer había desaparecido y que sus
cuerdas vocales estaban como nuevas. Nunca supe su nombre. Pero un año después,
tuve noticias de él a través de un amigo suyo. Antes de su enfermedad, este
sacerdote joven había dejado de celebrar la misa diaria excepto los domingos.
Él tomaba la misa muy a la ligera. Y Dios usó esta experiencia del cáncer para
transformar su vida. Este sacerdote fue sanado completamente, no sólo
físicamente. Se volvió un sacerdote centrado en la Eucaristía. La
Eucaristía se volvió para él, un momento de encuentro con Jesús vivo. (P. Ángel Peña)
San
José de Cupertino
En el año santo de
1650, Jean
Frederic Brunswick, hijo del duque Jorge de Brunswick y uno de los
jóvenes más notables de la nobleza alemana, se acercó a la ciudad de Asís,
buscando la verdad, pues se había pasado al lado protestante al terminar la
guerra de los 30 años entre católicos y protestantes. El cardenal Tapaccioli le
escribió al santo José de Cupertino: Un
príncipe protestante quiere retornar a la fe. Le ruego de persuadirlo y
recibirlo con caridad. Jean Frederic había oído hablar de la santidad del
fraile José de Cupertino y quería convencerse de que la Iglesia católica era la
verdadera. Entonces, al llegar a Asís, asistió a una misa celebrada por el
santo. Después del rezo del Padrenuestro, el santo se quedó en éxtasis y se
alzó en el aire. Después de la misa, el santo religioso pudo conversar durante
dos horas con el duque y éste regresó a la Iglesia. El haber
visto celebrar la misa con tanta devoción y con éxtasis, le convenció de la
verdad de nuestra fe y de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, a quien
tanto amó toda su vida. (P. Ángel Peña)
El mejor siquiatra del mundo
Jesús Eucaristía es
el Rey de reyes y Señor de los señores, el Rey del universo, el Señor de la
historia, el amigo de los hombres, el hijo de María, el niño de Belén, el
Salvador del mundo, que se ha quedado junto a nosotros para ser nuestro
compañero de camino y para que podamos acudir a Él fácilmente, cuando tengamos necesidad.
Y nos sigue esperando para sanarnos, bendecirnos, alegrarnos y darnos su amor y
paz. Su consultorio es el sagrario. Él es el mejor médico, siquiatra y sicólogo
del mundo. Atiende gratis las 24 horas de cada día y no necesitamos sacar cita
para ser recibidos por Él. Además, Él lo sabe todo y sabe cuáles son nuestros
males y necesidades antes de que se las digamos. Él nos espera. ¿Hasta cuándo?
¿Somos tan ricos que no necesitamos de su amor? Dice Jesús: Donde está vuestro tesoro, allí también
estará vuestro corazón (Mt 6, 21). ¿Cuál es nuestro tesoro más importante?
¿Qué buscamos con más ansiedad y deseo en nuestra vida? ¿Es Jesús? Pues en la Eucaristía lo encontraremos. ¿Y qué tesoro
podemos desear que sea mejor y más importante que el mismo Jesús? (P. Ángel Peña)
Poder sanador de la Eucaristia
El padre Darío
Betancourt cuenta: Una mañana me llamaron del hospital de Armenia, en Nueva
York, para atender a Ann Greer, que llevaba dos meses inconsciente, rígida y
con traqueotomía. Yo le puse el portaviáticos (con Jesús Eucaristía) sobre la
frente, que era el lugar donde había sido golpeada en un terrible accidente
automovilístico. Por la noche fuimos informados de que la niña había recobrado
un poco de calor y sus miembros estaban más flexibles. Al día siguiente, los
médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos
días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana más tarde, Ann dejaba el
hospital totalmente recuperada. (P. Ángel Peña)
Sor Mary of Carmel me contaba su conversión en una
carta personal. Me escribía así: Yo nací
en Londres, en una familia judía. A los 11 años, mis padres me enviaron a
estudiar a una escuela, regenteada por unas religiosas católicas. Un día, una
amiga católica me invitó a visitar la capilla del colegio y, al entrar,
instantáneamente, sin pensarlo, sentí, con una fuerte claridad, que allí en el
sagrario, que yo llamaba Box (caja), allí estaba Dios. No sabría explicarlo,
pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité. Entonces,
me di cuenta de que la Iglesia
católica tenía la presencia de Dios y que yo debía hacerme católica y ser
religiosa como las hermanas de mi colegio. Me bauticé a los 14 años. Al día
siguiente, hice mi primera comunión. Mis padres se bautizaron y se casaron por la Iglesia cuatro años más
tarde. Yo, por mi parte, decidí ser religiosa carmelita descalza, después de
leer la Autobiografía
de santa Teresita.
Sor Mary of Carmel me sigue escribiendo desde Up Holland, Inglaterra,
donde vive en su convento. Ya tiene 80 años, pero es feliz en su vida
religiosa, amando a Jesús, que siempre la sigue esperando en la Eucaristía. (P. Ángel Peña).
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