domingo, 10 de octubre de 2010

Semanario Nº 176º


Felices los hombres de paz
En New London, una ciudad pequeña de Conneticut, se dispuso una semana de moratoria de las armas: los ciudadanos fueron invitados por el alcalde a entregar las armas que poseían, con la promesa de que no serían interrogados por la policía, ni se les pediría nombres ni otros datos.
El único que se presentó hasta el momento de esta nota a la central de policía, como respuesta al llamamiento, fue Robert Allen, de cuatro años. Con expresión extremadamente seria, Robert entregó a un agente dos pistolas metálicas, un revólver de plástico y un fusil-radio del “servicio secreto”.
Robert al entregar sus armas expresó: —Entrego mis armas porque no deseo matar a nadie.
Robert Allen fue acompañado a la policía por una dama, su madre, quien expresó: —La idea fue de él, y me obligó a acompañarlo.
Jesús dijo: —Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere (Mateo 26, 52).

Amabilidad
¡Qué fácilmente creemos que nos faltan nuestros prójimos, que no nos estiman, que no nos quieren! Basta ver el rostro de un amigo un poco más sombrío que de costumbre para persuadirnos de su indiferencia o de su frialdad. O bien uno ha dicho a la ligera una palabra que nos ha disgustado, acaso un imprudente nos recordó palabras proferidas contra nosotros, y de todas estas tonterías hacemos una montaña. Como triste consecuencia queda una amistad turbada y quizás perdida por algo que no mereció la pena haberlo tenido en cuenta.
Sé indulgente. Olvida las pequeñas penas que te hayan podido causar; no conserves ningún resentimiento por las palabras inconsideradas o desfavorables que se han dicho contra ti; excusa los descuidos, las ligerezas de las cuales eres víctima; juzga siempre de buena intención a aquellos que te hayan hecho algún agravio, en fin, muestra un semblante amable en todas las ocasiones. De esta manera estarás en paz con tu prójimo y practicarás de modo excelente la caridad cristiana, que es imposible practicar sin una indulgencia en todos los instantes.
“El fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y dominio de sí mismo” (Gálatas 5, 22-23).

Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A ti celestial princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día,
alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía. Amén.

Humor: invitados al casamiento…
En todas las fiestas siempre hay alguno colado. Esto sucede en cualquier lugar. Una vez en una familia se organizó una fiesta muy importante. El dueño de casa empezó a sospechar porque había muchos más de los calculados.
Entonces hizo parar la orquesta y dijo: —¡Por favor la orquesta interrumpa un momentito! A ver, los invitados del novio pasen de este lado; y los invitados de la novia de este otro lado… Enseguida gran parte de la concurrencia se dividió en dos bandos.
—Bueno —dijo el dueño—, ¡ahora mismo se van todos ustedes inmediatamente, porque esto es un bautismo!

Pensamientos
- El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida. Víctor Frankl.
- El hombre sólo se salva, desde el momento en que se convierte en salvador. Abbé Pierre.
- En el yunque de la soledad se forjan los profetas de Dios: allá, sobre las estepas ardientes, soportaron sin pestañear la mirada de Dios y cuando bajan a las llanuras transmiten resplandor, espíritu y vida. Ignacio Larrañaga.
- A la hora de la verdad, que es la de buscarse a sí mismo en lo objetivo, uno olvida todo y se dispone a no ser fiel más que a su propia sinceridad. Gerardo Diego.
- La unión nos hace tan fuertes como débiles la desunión. Esopo
- Serás feliz cuando creas en ti mismo; cuando aceptes y luches contra la adversidad; y cuando aprendas a disfrutar de tus ocupaciones cotidianas. Anónimo.

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