domingo, 20 de febrero de 2011

Semanario Nº 195º

Las cuatro velas
Cuatro velas se estaban consumiendo tranquilamente... El ambiente
estaba tan silencioso, que se podía oír el diálogo entre ellas. La
primera dice: - ¡Yo soy la Paz! A pesar de mi luz, las personas no
consiguen mantenerme encendida. Y disminuyendo su llama, se apagó
totalmente. La segunda dice: - ¡Yo me llamo Fe! Es lamentable, pero
soy superflua para las personas. Porque ellas no quieren saber de
Dios, por eso no tiene sentido continuar quemándome.
Al terminar sus palabras, un viento se abatió sobre ella y ésta se
apagó. En voz baja y triste, la tercera vela se manifestó: - ¡Yo soy
el Amor! No tengo más fuerzas que quemar. Las personas me dejan de
lado, porque sólo consiguen manifestarme para ellas mismas; se olvidan
hasta de aquéllos que están a su alrededor. Y también se apagó. De
repente entró una niña, y vio las tres velas apagadas. - ¿Qué es esto?
Ustedes deben estar encendidas, y consumirse hasta el final.
Entonces la cuarta vela habló: - No tengas miedo, niña, en cuanto yo
esté encendida, podemos encender las otras velas. Entonces la niña
tomó la vela de la Esperanza, y encendió nuevamente las que estaban
apagadas. ¡Que la llama de la Esperanza nunca se apague dentro de
nosotros!

A eso… llámalo
A eso de caer y volver a levantarte. De fracasar y volver a comenzar.
De seguir un camino y tener que torcerlo. De encontrar el dolor y
tener que afrontarlo... A eso, no lo llames adversidad, llámalo
“sabiduría”. A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente. De
fijarte una meta y tener que seguir otra.
De huir de una prueba y tener que encararla. De planificar un vuelo y
tener que anularlo. De aspirar y no poder. De querer y no saber. De
avanzar y no llegar... A eso, no lo llames castigo, llámalo
“enseñanza”. A eso de pasar días juntos radiantes. Días felices y días
tristes. Días de soledad y días de compañía. A eso, no lo llames
rutina, llámalo “experiencia”.
A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan. Y tu cerebro funcione y
tus manos trabajen. Y tu alma irradie y tu sensibilidad sienta. Y tu
corazón ame. A eso, no lo llames poder humano, llámalo “Milagro
Divino”...


Te di tan poco
¡Te di tan poco, Señor Jesús, pero tú hiciste de eso algo tan grande!
¡Soy tan poca cosa ante ti, y me hiciste tan rico! No conseguí darte
todo lo que hubiese deseado, ni logré amarte como yo quería y soñaba.
Te di tan poco, de verdad, tan poco, y con tan poco entusiasmo y
alegría. Sin embargo, tú sabes que en ese “poco” yo quise poner todo
mi corazón. Tú ves el fondo de mí mismo, con mi deseo de darte mucho
más. Como transformas mi pobreza en riqueza, y mi vacío en plenitud,
toma mi don tal como es, toma también todo lo que él no es a fin de
que en mí haya entrega total, con mi propia miseria, y sea todo de
nuevo recreado por el poder soberano de tu amor. Amén.

Un día nefasto
Desde hacía una hora un hombre de unos cuarenta años estaba sentado en
un bar mirando una copa llena sin beberla. De pronto entra un
camionero alto y robusto, y le bebe de un trago la copa. El hombre
empieza a llorar, y el hombrachón le dice:
—Vamos, amigo, era una broma no más; ahora mismo pido otra.
—No lloro por eso. Hoy ha sido el día más funesto de mi vida. Empecé
con llegar tarde a la empresa y me dieron de baja. Cuando volvía a mi
casa, me robaron el auto. Ya estaba llegando a pie y sorprendí a mi
esposa con otro hombre. Y ahora, cuando estoy por poner fin a tanto
sufrimiento, aparece usted y se bebe todo mi veneno…

Pensamientos
- Nada puede pasarme sin que Dios lo quiera. Y todo lo que él quiere,
por malo que me parezca, es en realidad lo mejor. Santo Tomás Moro.
- El vanidoso es como un gallo que se imaginase que el sol sale para
oírlo cantar.
- Cuanto mejor es uno tanto más difícilmente llega a sospechar de la
maldad de los otros. Marco Tulio Cicerón.
- Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el
poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: la paz. Albert
Einstein.
- ¿Quieres tener un gran imperio? Pues, impera sobre ti mismo. Publio Siro.
- Allí donde el mando es codiciado y disputado, no puede haber buen
gobierno ni reinará la concordia. Platón.
- La adulación es como la sombra: ni te hace más grande ni más
pequeño. Refrán danés.
- El adulador te acariciará en los ojos, no te dejará ver. Proverbio.

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