domingo, 13 de octubre de 2013

Semanario  Nº 333º
Felices los hombres de paz
En New London, una ciudad pequeña de Conneticut, se dispuso una semana
de moratoria de las armas: los ciudadanos fueron invitados por el
alcalde a entregar las armas que poseían, con la promesa de que no
serían interrogados por la policía, ni se les pediría nombres ni otros
datos.
El único que se presentó hasta el momento de esta nota a la central de
policía, como respuesta al llamamiento, fue Robert Allen, de cuatro
años. Con expresión extremadamente seria, Robert entregó a un agente
dos pistolas metálicas, un revólver de plástico y un fusil-radio del
“servicio secreto”.
Robert al entregar sus armas expresó: —Entrego mis armas porque no
deseo matar a nadie.
Robert Allen fue acompañado a la policía por una dama, su madre, quien
expresó: —La idea fue de él, y me obligó a acompañarlo.
Jesús dijo: —Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro
muere (Mateo 26, 52).

Amabilidad

¡Qué fácilmente creemos que nos faltan nuestros prójimos, que no nos
estiman, que no nos quieren! Basta ver el rostro de un amigo un poco
más sombrío que de costumbre para persuadirnos de su indiferencia o de
su frialdad. O bien uno ha dicho a la ligera una palabra que nos ha
disgustado, acaso un imprudente nos recordó palabras proferidas contra
nosotros, y de todas estas tonterías hacemos una montaña. Como triste
consecuencia queda una amistad turbada y quizás perdida por algo que
no mereció la pena haberlo tenido en cuenta.
Sé indulgente. Olvida las pequeñas penas que te hayan podido causar;
no conserves ningún resentimiento por las palabras inconsideradas o
desfavorables que se han dicho contra ti; excusa los descuidos, las
ligerezas de las cuales eres víctima; juzga siempre de buena intención
a aquellos que te hayan hecho algún agravio, en fin, muestra un
semblante amable en todas las ocasiones. De esta manera estarás en paz
con tu prójimo y practicarás de modo excelente la caridad cristiana,
que es imposible practicar sin una indulgencia en todos los instantes.
“El fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad,
afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y dominio de sí mismo”
(Gálatas 5, 22-23).

Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A ti celestial princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día,
alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía. Amén.

Humor: invitados al casamiento…

En todas las fiestas siempre hay alguno colado. Esto sucede en
cualquier lugar. Una vez en una familia se organizó una fiesta muy
importante. El dueño de casa empezó a sospechar porque había muchos
más de los calculados.
Entonces hizo parar la orquesta y dijo: —¡Por favor la orquesta
interrumpa un momentito! A ver, los invitados del novio pasen de este
lado; y los invitados de la novia de este otro lado… Enseguida gran
parte de la concurrencia se dividió en dos bandos.
—Bueno —dijo el dueño—, ¡ahora mismo se van todos ustedes
inmediatamente, porque esto es un bautismo!

Pensamientos

- El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete al
cumplimiento del sentido de su vida. Víctor Frankl.
- El hombre sólo se salva, desde el momento en que se convierte en
salvador. Abbé Pierre.
- En el yunque de la soledad se forjan los profetas de Dios: allá,
sobre las estepas ardientes, soportaron sin pestañear la mirada de
Dios y cuando bajan a las llanuras transmiten resplandor, espíritu y
vida. Ignacio Larrañaga.
- A la hora de la verdad, que es la de buscarse a sí mismo en lo
objetivo, uno olvida todo y se dispone a no ser fiel más que a su
propia sinceridad. Gerardo Diego.
- La unión nos hace tan fuertes como débiles la desunión. Esopo
- Serás feliz cuando creas en ti mismo; cuando aceptes y luches contra
la adversidad; y cuando aprendas a disfrutar de tus ocupaciones
cotidianas. Anónimo.

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