domingo, 4 de mayo de 2014

4 mayo 2014 – Dgo. 3º de Pascua A – Palabra y Eucaristía – Resonancias de la Palabra

El pan de cada día
Cuentan que el emperador romano había prohibido con la amenaza de severos castigos a los cristianos que tuvieran una Biblia en su casa. Pero muchos cristianos la guardaban a pesar de todo y la leían a escondidas. Un día entró al pueblo un contingente de policías para revisar casa por casa. Una mujer que los veía llegar tuvo una idea ingeniosa. Ya que estaba justo preparando la masa para hornear el pan para la semana tomó la Biblia la envolvió en la masa y la introdujo en el horno. Cuando entraron los policías a la casa no encontraron Biblia alguna en la casa. Vieron nada más que pan horneándose. Al día siguiente la madre sacó el pan del horno para servirlo a la familia. En medio del pan la Biblia estaba perfectamente conservada.

La Biblia contiene la palabra sagrada escrita por autores elegidos e inspirados por Dios. Sabía Él muy bien en medio de qué tinieblas se encontrarían sus hijos en los siglos venideros, y por amor a cada uno de nosotros asistió con dones especiales a los escritores del libro santo para que escribieran todo y solo lo que él les inspiraba. Son cartas de amor de Dios a nosotros.

Perdió algo mejor que diez millones…
Alejandro Manzoni, famoso autor de la novela Los novios, cuando ya era anciano, sus hijos no lo dejaban salir de casa, cuando estaba la calle con nieve. Un día, al anochecer, sus hijos le dijeron:

Papá, ¿qué te pasa que estás triste?
Tenía un billete ganador de la lotería y hoy era el último día para cobrarlo.
Pero papá ¿por qué no lo has dicho? Te hubiéramos acompañado.
Bueno, en realidad no tenía ningún billete, pero ustedes me han dejado sin comulgar, que vale más que diez millones de liras y ninguno me ha dicho: Papá, te acompaño.

La Eucaristía no sólo es un gran tesoro, podríamos decir que es el tesoro más grande del mundo. Mucho más importante que el oro o las piedras preciosas. Vale más que todo el universo con todas las estrellas y galaxias. Vale más que los ángeles y que todos los santos, incluida la misma Virgen María, porque la Eucaristía es Jesucristo, el Dueño, Señor y Creador de todo lo que existe.

“Si tuviera 20 años”

Napoleón, desterrado en el islote de Santa Elena, hacia el final de su vida dijo un día a uno de los oficiales que lo acompañaban: “¡Ah, si yo volviera a tener 20 años, no dejaría ni un solo día de mi vida sin leer una página de la Biblia!!” Lástima que para él fue demasiado tarde.

Dicen las estadísticas que una persona común lee a lo largo de su vida unas 200.000 páginas de diarios con todo lo que sabemos que hay allí de chismes, escándalos, violencia, vanidad, frivolidad, politiquería, etc. (también hay noticias rescatables y edificantes); y en cambio, la mayor parte de las personas del mundo mueren sin haber leído la Biblia, que no pasa de 1.500 páginas. Tuvieron ojos para leer 200.000 páginas de materialismo, sensacionalismo y banalidades, y no les alcanzó la vista para comer con sus ojos las 1.500 páginas de Maná venido del cielo, del Pan de vida eterna, para tomar fuerza cada día y ser mejores personas: más generosas, más pacientes, más responsables y llenas de fe en Dios.

Tienes tiempo todavía…con la ayuda del Señor toma la mejor decisión: leer cada día una página de la Biblia. Puedes comenzar con leer el Evangelio que la Iglesia propone para cada día del año.

El carnicero y la anciana pobre
El P. Estanislao, religioso de los Sagrados Corazones, cuenta: Un día, en un pequeño pueblo de Luxemburgo, un capitán de guardias forestales conversaba con un carnicero, cuando llegó una mujer anciana. Ella le pidió al carnicero que le diera gratis un pedazo de carne para la comida, pues no tenía dinero para pagarle. Pero le prometió rezar por él en la misa adonde iba. El carnicero le dijo: Muy bien, usted va a misa a rezar por mí. Cuando vuelva le daré tanta carne cuanto pese la misa. La anciana se fue y después de una hora regresó. El carnicero, al verla, le dijo: Vamos a ver, voy a escribir en un pedazo de papel: “Usted asistió a misa por mí. Le daré tanta carne cuanto pese este papel” .El carnicero puso un poco de carne, pero pesaba más el papel. Después, colocó un pedazo grande de carne y el papel pesaba más. Ante lo sucedido, ya no se reía el carnicero. El capitán, que estaba presente, estaba muy admirado. El carnicero, examinó la balanza, pero estaba en perfectas condiciones. Entonces, colocó una pierna entera de cordero, y el papel seguía pesando mucho más. Allí mismo se convirtió y prometió a la buena mujer que todos los días hasta su muerte le daría una ración diaria de carne. 

El capitán a partir de ese día iba a misa todos los días. Dos de sus hijos llegaron a ser sacerdotes, uno de ellos jesuita y otro de los Sagrados Corazones. El padre Estanislao terminó este relato, diciendo que él era ese religioso de los Sagrados Corazones y que su padre era el capitán que había visto con sus propios ojos que la misa pesa y vale más que todo el mundo.

Un serafín en el hospital
En su “Diario” santa Faustina narra lo que le pasó al ingresar en el hospital: Esa noche la hermana que me asistía me dijo:  ”Mañana, hermana, no tendrá la comunión porque está muy cansada, después veremos”. Eso me dolió muchísimo, pero contesté con  calma: “Está bien”. Me abandoné por completo al Señor y traté de dormir. Al amanecer hice la meditación y me preparé para la santa Comunión, aunque no recibiría a mi Jesús. Cuando ardió mi anhelo y amor por Jesús, vi de repente, junto a mi cama, a un Serafín que me dio la santa Comunión y decía: “He aquí el Señor de los Ángeles”. Al recibir a Jesús, me sumergí en el amor de Dios y en el asombro. .Eso se repitió durante trece días.

Por la fe y la comunión nos unimos a Jesús para vivir por él y nos hacemos hermanos entre nosotros. Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día». Para comulgar con provecho debes tener el corazón limpio de cualquier pecado grave y prepararte con fe. El ejemplo de S. Faustina te aliente.

Antes de leer la Biblia
Dios está vivo en su Palabra para iluminarte, consolarte, fortalecerte… Pero debes acercarte a ella con verdadera fe. Antes de leerla es adecuado que te pongas en la presencia del Señor con alguna oración que te ambiente en un clima de devoción y acogida cordial del don de Dios. Puede servirte la que sigue.

Dios, mi Padre bondadoso. Estoy rodeado de ruidos y voces. Estoy cansado de escuchar palabras sin verdad, sin el calor de la intimidad personal, sin la eficacia del amor comprometido. Tú, Señor, me hablas con una Palabra nueva. Por eso quiero escucharte. Porque tu Palabra me muestra la verdad, me revela la eficacia de tu amor, me ofrece la participación en tu misma vida. Señor, que tu Palabra se haga carne en mi vida. Te ofrezco un corazón pobre y abierto. Siembra en mí tu Palabra, que tu Espíritu la haga fecunda, como en el seno de María, la santísima Virgen y Madre de Jesús. Y seré en el mundo el eco de tu voz, la proclamación de tu Evangelio. Amén.

Jesús luz del mundo
Jesús es luz en la Palabra y es luz en la Eucaristía. El padre Roberto DeGrandis en su libro El poder sanador de la Eucaristía, relata: Recuerdo la historia de un hombre que se hizo sacerdote a los cincuenta años, después de haber sido científico investigador de la NASA y trabajar con una cámara que podía calibrar el aura de luz alrededor de un cuerpo humano. Creo que se llama fotografía Kirlian. El interés de la NASA estaba en poder identificar y supervisar el aura de los astronautas en órbita y determinar lo que les pasaba internamente. Encontraron que las personas agonizantes tienen un aura muy delgada como la luz azul, la cual se va poniendo más y más débil hasta que la persona muere.

El científico y su ayudante estaban un día en un hospital, supervisando el aura de un hombre en agonía. Mientras lo observaban, entró otro hombre en la habitación y la llenó de una luz, que emanaba de su bolsillo. El hombre sacó algo que ocasionó que la cámara se inundara de tanta luz que los observadores fueron incapaces de ver lo que estaba pasando. Fueron a ver y descubrieron que aquel hombre estaba dando la comunión al agonizante. Ellos, entonces, observaron en su cámara que, cuando el agonizante recibió la comunión, su aura empezó a crecer y hacerse más fuerte. Este científico supo que había un poder superior, dejó su trabajo, y se hizo sacerdote católico.

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