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mayo 2014 – Dgo. 3º de Pascua A – Palabra y Eucaristía – Resonancias de la Palabra
El
pan de cada día
Cuentan que el
emperador romano había prohibido con la amenaza de severos castigos a los
cristianos que tuvieran una Biblia en su casa. Pero muchos cristianos la
guardaban a pesar de todo y la leían a escondidas. Un día entró al pueblo un
contingente de policías para revisar casa por casa. Una mujer que los veía
llegar tuvo una idea ingeniosa. Ya que estaba justo preparando la masa para
hornear el pan para la semana tomó la
Biblia la envolvió en la masa y la introdujo en el horno.
Cuando entraron los policías a la casa no encontraron Biblia alguna en la casa.
Vieron nada más que pan horneándose. Al día siguiente la madre sacó el pan del
horno para servirlo a la familia. En medio del pan la Biblia estaba perfectamente
conservada.
La Biblia contiene la palabra sagrada escrita
por autores elegidos e inspirados por Dios. Sabía Él muy bien en medio de qué
tinieblas se encontrarían sus hijos en los siglos venideros, y por amor a cada
uno de nosotros asistió con dones especiales a los escritores del libro santo
para que escribieran todo y solo lo que él les inspiraba. Son cartas de amor de
Dios a nosotros.
Perdió
algo mejor que diez millones…
Alejandro Manzoni, famoso autor de la novela Los novios, cuando ya
era anciano, sus hijos no lo dejaban salir de casa, cuando estaba la calle con
nieve. Un día, al anochecer, sus hijos le dijeron:
— Papá, ¿qué te pasa que estás triste?
— Tenía un billete ganador de la lotería y hoy era el último día para
cobrarlo.
— Pero papá ¿por qué no lo has dicho? Te hubiéramos acompañado.
—Bueno, en realidad no tenía ningún billete, pero ustedes me han dejado
sin comulgar, que vale más que diez millones de liras y ninguno me ha dicho: Papá,
te acompaño.
La Eucaristía no sólo es un gran tesoro, podríamos decir que es el tesoro más grande
del mundo. Mucho más importante que el oro o las piedras preciosas. Vale más
que todo el universo con todas las estrellas y galaxias. Vale más que los ángeles
y que todos los santos, incluida la misma Virgen María, porque la Eucaristía es Jesucristo, el Dueño, Señor y
Creador de todo lo que existe.
“Si tuviera 20 años”
Napoleón, desterrado en el islote de Santa Elena, hacia el final de su
vida dijo un día a uno de los oficiales que lo acompañaban: “¡Ah, si yo
volviera a tener 20 años, no dejaría ni un solo día de mi vida sin leer una
página de la Biblia!!”
Lástima que para él fue demasiado tarde.
Dicen las estadísticas
que una persona común lee a lo largo de su vida unas 200.000 páginas de diarios
con todo lo que sabemos que hay allí de chismes, escándalos, violencia,
vanidad, frivolidad, politiquería, etc. (también hay noticias rescatables y
edificantes); y en cambio, la mayor parte de las personas del mundo mueren sin
haber leído la Biblia,
que no pasa de 1.500 páginas. Tuvieron ojos para leer 200.000 páginas de
materialismo, sensacionalismo y banalidades, y no les alcanzó la vista para
comer con sus ojos las 1.500 páginas de Maná venido del cielo, del Pan de vida
eterna, para tomar fuerza cada día y ser mejores personas: más generosas, más
pacientes, más responsables y llenas de fe en Dios.
Tienes tiempo todavía…con la ayuda del Señor toma la mejor decisión:
leer cada día una página de la Biblia. Puedes comenzar con leer el Evangelio que
la Iglesia
propone para cada día del año.
El
carnicero y la anciana pobre
El P. Estanislao, religioso de los Sagrados Corazones, cuenta: Un día,
en un pequeño pueblo de Luxemburgo, un capitán de guardias forestales conversaba
con un carnicero, cuando llegó una mujer anciana. Ella le pidió al carnicero
que le diera gratis un pedazo de carne para la comida, pues no tenía dinero
para pagarle. Pero le prometió rezar por él en la misa adonde iba. El carnicero
le dijo: — Muy bien, usted va a misa a
rezar por mí. Cuando vuelva le daré tanta carne cuanto pese la misa. La anciana se fue y después de una hora regresó. El carnicero, al
verla, le dijo: — Vamos a ver, voy a escribir en un pedazo de papel: “Usted asistió a
misa por mí. Le daré tanta carne cuanto pese este papel” .El carnicero puso un poco de carne,
pero pesaba más el papel. Después, colocó un pedazo grande de carne y el papel
pesaba más. Ante lo sucedido, ya no se reía el carnicero. El capitán, que
estaba presente, estaba muy admirado. El carnicero, examinó la balanza, pero estaba
en perfectas condiciones. Entonces, colocó una pierna entera de cordero, y el
papel seguía pesando mucho más. Allí mismo se convirtió y prometió a la buena
mujer que todos los días hasta su muerte le daría una ración diaria de carne.
El capitán a partir de ese día iba a misa todos los días. Dos de sus
hijos llegaron a ser sacerdotes, uno de ellos jesuita y otro de los Sagrados
Corazones. El padre Estanislao terminó este relato, diciendo que él era ese
religioso de los Sagrados Corazones y que su padre era el capitán que había
visto con sus propios ojos que la misa pesa y vale más que todo el mundo.
Un serafín en el hospital
En su “Diario”
santa Faustina narra lo que le pasó al ingresar en el hospital: Esa noche la hermana que me asistía me dijo: ”Mañana, hermana, no tendrá la comunión porque
está muy cansada, después veremos”. Eso me dolió muchísimo, pero contesté
con calma: “Está bien”. Me abandoné por
completo al Señor y traté de dormir. Al amanecer hice la meditación y me
preparé para la santa Comunión, aunque no recibiría a mi Jesús. Cuando ardió mi
anhelo y amor por Jesús, vi de repente, junto a mi cama, a un Serafín que me
dio la santa Comunión y decía: “He aquí el Señor de los Ángeles”. Al recibir a
Jesús, me sumergí en el amor de Dios y en el asombro. .Eso se repitió durante
trece días.
Por la fe y la
comunión nos unimos a Jesús para vivir por él y nos hacemos hermanos entre
nosotros. Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida
eterna y yo lo resucitaré en el último día». Para comulgar con provecho debes
tener el corazón limpio de cualquier pecado grave y prepararte con fe. El
ejemplo de S. Faustina te aliente.
Antes
de leer la Biblia
Dios está vivo en su Palabra para iluminarte,
consolarte, fortalecerte… Pero debes acercarte a ella con verdadera fe. Antes
de leerla es adecuado que te pongas en la presencia del Señor con alguna
oración que te ambiente en un clima de devoción y acogida cordial del don de
Dios. Puede servirte la que sigue.
Dios, mi Padre
bondadoso. Estoy rodeado de ruidos y voces. Estoy cansado de escuchar palabras
sin verdad, sin el calor de la intimidad personal, sin la eficacia del amor
comprometido. Tú, Señor, me hablas con una Palabra nueva. Por eso quiero
escucharte. Porque tu Palabra me muestra la verdad, me revela la eficacia de tu
amor, me ofrece la participación en tu misma vida. Señor, que tu Palabra se
haga carne en mi vida. Te ofrezco un corazón pobre y abierto. Siembra en mí tu
Palabra, que tu Espíritu la haga fecunda, como en el seno de María, la
santísima Virgen y Madre de Jesús. Y seré en el mundo el eco de tu voz, la
proclamación de tu Evangelio. Amén.
Jesús
luz del mundo
Jesús es luz en la
Palabra y es luz en la Eucaristía. El
padre Roberto DeGrandis en su libro El
poder sanador de la
Eucaristía, relata: Recuerdo la historia de un hombre que
se hizo sacerdote a los cincuenta años, después de haber sido científico
investigador de la NASA
y trabajar con una cámara que podía calibrar el aura de luz alrededor de un
cuerpo humano. Creo que se llama fotografía Kirlian. El interés de la NASA estaba en poder
identificar y supervisar el aura de los astronautas en órbita y determinar lo
que les pasaba internamente. Encontraron que las personas agonizantes tienen un
aura muy delgada como la luz azul, la cual se va poniendo más y más débil hasta
que la persona muere.
El científico y su ayudante estaban un día en un hospital, supervisando
el aura de un hombre en agonía. Mientras lo observaban, entró otro hombre en la
habitación y la llenó de una luz, que emanaba de su bolsillo. El hombre sacó
algo que ocasionó que la cámara se inundara de tanta luz que los observadores fueron
incapaces de ver lo que estaba pasando. Fueron a ver y descubrieron que aquel
hombre estaba dando la comunión al agonizante. Ellos, entonces, observaron en
su cámara que, cuando el agonizante recibió la comunión, su aura empezó a
crecer y hacerse más fuerte. Este científico supo que había un poder superior,
dejó su trabajo, y se hizo sacerdote católico.
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