domingo, 5 de septiembre de 2010

Semanario Nº 171º


Río congelado
Un viajero muy cansado llegó a la orilla de un río y se percató que no había un puente por el cual se pudiera cruzar. Era invierno y la superficie del río se hallaba congelada.
Obscurecía y deseaba llegar pronto al pueblo que se encontraba a poca distancia del río, mientras hubiera suficiente luz para distinguir el camino.
Llegó a preguntarse si el hielo sería lo suficientemente fuerte para soportar su peso.
Como viajaba solo y no había nadie más en los alrededores, una fractura y caída en el río congelado significaría la muerte; pero pasar la noche en ese hostil paraje representaba también el peligro de morir por hipotermia.
Por fin, después de muchos titubeos y miedos, se arrodilló y comenzó, muy cauteloso, a arrastrase por encima del hielo. Pensaba que, al distribuir el peso de su cuerpo sobre una mayor superficie, sería menos probable que el hielo se quebrara bajo su peso. Después de haber recorrido la mitad del trayecto en esta forma lenta y dolorosa, de pronto escuchó el sonido de una canción detrás de sí.
De la noche salió un carruaje tirado por cuatro caballos, lleno de carbón y conducido por un hombre que cantaba con alegría mientras iba en su despreocupado camino. Allí se encontraba nuestro temeroso viajero, arrastrándose con manos y pies, mientras, a su lado, como un viento invernal, pasaba el alegre y confiado conductor con su carruaje, caballos y pesada carga por el mismo río.

Esta historia nos ilustra cómo muchas personas pasan por las dificultades que les presenta la vida: Unos se quedan en la orilla de la indecisión, incapaces de decidir qué camino tomar. Algunas personas se arrastran en la vida por temor a que las dificultades se les vuelvan adversas (se les rompa el hielo). Su fe no es lo bastante fuerte para sostenerlos de pie en medio de la adversidad. Existen también los que van silbando por el camino. Saben en quién tienen puesta su confianza y su fe es inquebrantable.
Mi querido amigo, cuando se te presenten por la vida, ríos de adversidades, no debes temer, ni arrastrarte por la vida. Dios nos ha prometido ayuda y con ésta, podemos enfrentar la dificultad y llegar con seguridad al otro lado.

No pienses en el otro camino
Una vez que escogemos un camino, es necesario que olvidemos todos los otros, dijo el maestro a sus discípulos. Ariel, el discípulo que no sabe aprender, escuchó con atención. A la salida de la conferencia, Ariel fue invitado por un grupo de personas a dar una charla en un bar. Rechazo todo pago, dijo Ariel. Hice mis estudios, soy un servidor, y solo quiero divulgar las palabras que ayudarán a la gente. El grupo se quedó contento, fueron hasta el bar, y Ariel dio su conferencia.
Al terminar, preguntó: Nada más que por curiosidad, me gustaría saber cuánto dinero rechacé. Al enterarse de la excelente paga que hubiera recibido, Ariel se sintió explotado por el grupo que lo había invitado, y fue a quejarse con su maestro.
Cuando la gente hace una elección, debe siempre olvidar las otras alternativas. El hombre que sigue un camino, y se queda pensando en lo que perdió al dejar de lado los otros, nunca llegará a ninguna parte, fue la respuesta del maestro.

Pocas palabras, pero de corazón
La oración es la llave que abre los tesoros del cielo. Es el puente siempre accesible por el que llegamos a Dios. El arte de orar es el arte de amar al Señor. Pero orar bien es un regalo del Señor. Como los apóstoles implorémoslo con frecuencia. Pidamos al Padre, por Jesús, que derrame sobre nosotros un Espíritu de oración y de alabanza, (Zac. 12, 10). Al leer el Evangelio, aprendemos que no hacen falta muchas palabras para orar, sino que bastan pocas, pero que salgan del corazón. El leproso dijo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”, (Lucas 5, 12). El ciego de Jericó dijo: “Señor, haz que pueda ver”, (Lucas 18, 41). Los apóstoles a punto de zozobrar gritaron: “Sálvanos, Señor, que perecemos”, (Mateo 8, 25). El publicano en el templó oraba: “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador”, (Lucas 18, 13). Pedro dijo a Jesús: “Señor, tú lo sabes todo, tu sabes que te amo”, (Juan 21, 17). La samaritana pidió a Jesús: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed”, (Juan 4, 15). Haz esto y vivirás…

Entre víboras
Dos víboras se arrastran por la selva. De repente pregunta la primera:
—Decime, ¿nosotras somos venenosas?
La segunda responde sorprendida:
—Puede ser que sí. ¿Pero por qué preguntás?
Contesta la primera:
—Porque recién me mordí en la lengua.

Pensamientos
- Si golpeas muy fuerte la cáscara de una nuez, corres el riesgo de malograr la pulpa que esconde. Es necesario proceder con tacto y precaución en todo.
- Los que se niegan a correr riesgos sanos y necesarios, pronto se ven atacados por riesgos inútiles y locos. Gustave Thibon
- Anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo. Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios. 1 Corintios 2,6-7
- El hombre es un ser en camino y necesitado de significado: mientras no lo encuentra está triste, molesto, nervioso, irritado consigo mismo y con los demás. Carlos Martini.
- Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y ví que la vida era servicio. Y, en el servicio, encontré la alegría. Rabindranath Tagore.
- No hables demasiado, ni te entregues a distracciones. Ama la pureza de conciencia. Entrégate a la oración. Ama la soledad, si quieres llegar un día a la morada de la sabiduría. Santo Tomás de Aquino.

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