domingo, 29 de agosto de 2010

Semanario Nº 170º

Tres pipas para calmar la bronca
Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a vengarse de un enemigo que lo había ofendido gravemente. Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad. El jefe le escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo.

El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.

Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y estuvo media hora meditando. Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre, medio molesto, pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca. Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo:

—Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho". El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole: —Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tu mismo".

Salir de uno mismo
Partir es, ante todo, salir de uno mismo, romper la coraza de egoísmo que intenta aprisionarnos en nuestro propio “yo”. Partir es dejar de dar vueltas alrededor de uno mismo, como si ése fuera el centro del mundo y de la vida. Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del pequeño mundo al que pertenecemos, cualquiera sea su importancia. La humanidad es más grande, y es a ella a quien debemos servir. Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares o alcanzar velocidades supersónicas. Es, ante todo, abrirse a los otros, descubrirlos, ir a su encuentro; abrirse a otras ideas, incluso a las que
se oponen a las nuestras. Es tener el aire de un buen caminante. Mons. Helder Cámara

Vive generosamente
La generosidad caracteriza al corazón noble y compasivo. Cada uno tiene algo para dar. Dinero, talento, tiempo o una simple oración. La generosidad es una virtud que nos eleva y nos pone en sintonía con nuestra semejanza divina. Hoy te ofrezco una oración para acrecentar esta virtud, pidiendo perdón por los límites que notas en ti.

Dios mío, mira mi corazón. Tú sabes que a veces me falta generosidad, sensibilidad frente al mal ajeno, y a veces estoy demasiado pendiente de mí mismo. Otras veces me desanimo porque no recibo elogios o no veo los frutos de mis esfuerzos. Dame un corazón más generoso, para que realmente me interese la felicidad de la gente, para que de verdad me duelan los problemas ajenos, y no solamente los míos. Tómame, Señor, una vez más. Convénceme de que es mejor entregarse generosamente que desgastarse en los lamentos. Utilízame, Dios mío, para derramar tu poder y tu luz en el mundo. Así seré feliz en tu servicio. Amén.

Orando a gritos
Jaimito, al hacer la oración de la noche, de rodillas grita:
—¡Jesús, para Reyes quiero una bicicleta!
La madre lo interrumpe:
—¿Para qué gritas tanto? ¡Dios no es sordo!
—Jesús, no, pero ustedes a veces sí.

Pensamientos
- Es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez. René Descartes.
- Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta. Proverbio chino
- Está siempre alerta como el buen marinero que aprovecha la más leve brisa para desplegar de inmediato las velas. Vicente Naber.
- El respeto humano no es más que una forma del miedo; y uno de los efectos del miedo es que nos hace esclavos de lo que tememos. Brunetière.
- Libros, caminos y días, dan al hombre sabiduría. Proverbio árabe.
- Olvidar a Dios por los problemas de la tierra, es ofender a Dios, y quitar su último sentido a los problemas de esta misma tierra por la que decimos preocuparnos. José Luis Martín Descalzo.
- Cuando uno es amigo de sí mismo, lo es también de todo el mundo. Séneca.
-Jesús en la cruz no es ya un Dios de poder, es un Dios de amor, un Dios de servicio. Allí Dios nos muestra su verdadera grandeza, porque se nos revela como absoluto amor. José Luis Martín Descalzo.

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