domingo, 17 de abril de 2011

Semanario Nº 203º
 

El corcho y la maestra
Hace años, un supervisor visitó una escuela primaria. En su recorrida
observó algo que le llamó poderosamente la atención: una maestra
estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían gran
desorden; el cuadro era caótico. Decidió presentarse: —Permiso, soy el
supervisor de turno... ¿algún problema?
—Estoy abrumada, señor, no se qué hacer con estos chicos... No tengo
láminas, el Ministerio no me manda material didáctico, no tengo nada
nuevo que mostrarles ni qué decirles...

El supervisor, que era un docente de alma, vio un corcho en el
desordenado escritorio. Lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos:
—¿Qué es esto?"
—Un corcho, señor, —gritaron los alumnos sorprendidos. —Bien, ¿de
dónde sale el corcho?"
—De la botella, señor. Lo coloca una máquina. —Del alcornoque, de un
árbol. —De la madera, —respondían animosos los niños. —¿Y qué se
puede hacer con madera?, —continuaba entusiasta el docente.
—"Sillas...", "una mesa...", "un barco..."
—Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el
pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito?
Escriban a qué provincia argentina pertenece. ¿Y cuál es el otro
puerto más cercano? ¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que
allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de
este lugar? —Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música,
economía, literatura, religión, etc.
La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:
—Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas Gracias.

Pasó el tiempo. El supervisor volvió a la escuela y buscó a la
maestra. Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra
vez en total desorden.
—Señorita, ¿qué pasó? ¿No se acuerda de mí? —Sí, señor, ¡cómo
olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho ¿Dónde lo
dejó?

Compartir la luz
Un maestro, contó a sus discípulos la siguiente historia:
- Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura
caverna, donde no podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de
ellos logró encender una pequeña antorcha. Pero la luz que daba era
tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo,
se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás
prendiera su propia antorcha, y así compartiendo la llama con todos,
la caverna se iluminó.

Uno de los discípulos preguntó al maestro: - ¿Qué nos enseña, maestro,
este relato? Y el maestro contestó: - Nos enseña que nuestra luz
sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también
nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el
contrario la hace crecer.
El compartir nos enriquece en vez de hacernos más pobres. Los
momentos de más felicidad son aquellos que hemos podido compartir. Que
Dios nos dé siempre la luz para iluminar a todos los que pasen a
nuestro lado.

Oración de santa Faustina Kowalska
Oh Señor, deseo transformarme toda en tu misericordia y ser un vivo
reflejo de ti. Que tu insondable misericordia, pase a través de mi
corazón al prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo
jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello
en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome
en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus
penas y gemidos.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás
hable negativamente de mi prójimo, sino que tenga una palabra de
consuelo y de perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de
buenas obras, para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue
sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que
siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia
fatiga y cansancio.
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que yo
sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi
corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que
abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el
misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios
sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor mío, repose
dentro de mí. Amén.

Inasistencias
Cuando iniciamos un curso complementario, nos insistieron sobre la
puntualidad, los permisos y las inasistencias. El docente recalcó
varias veces las consecuencias de ausentarse frecuentemente. Luego
preguntó a todos los presentes:
—Por favor, quiero saber quiénes son los que más faltan.
Desde el fondo del aula una voz, sonora y profunda, explicó:
—¡Hoy no están!

Pensamientos
- El tirano a quien maldecimos es quizá la mano de Dios que nos pone
en el recto camino. Mahatma Gandhi,
- Los mayores éxitos han sido para los que han aceptado los mayores
riesgos. Bergson.
- No hay madera de santo en un alma melancólica; la alegría es como un
misionero que predica a Dios haciéndolo amar. P. Federico Faber.
- He aquí las cuatro virtudes cristianas: la fe, la esperanza, la
caridad y el buen humor. Mons.Benson.
- Dadme un hombre que cante mientras trabaja. Seguro que trabajará
más, que trabajará mejor, que trabajará por más tiempo. Tomas Carlyle.
- Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia
inteligencia, en todos tus caminos piensa en Dios y él allanará tus
sendas. Salomón.
- Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una
oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber.
Albert Einstein.
- Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podremos guiar a otros
en la búsqueda de su propia paz. Confucio.
- La verdad sencilla es siempre la defensa más segura, la espada más
tajante, el camino más recto para llegar al fin. Mahatma Ghandi.

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