domingo, 13 de mayo de 2012

Semanario  Nº 259º 

La vendedora de flores
Ese día la vendedora de flores sonreía más que lo habitual; su
arrugado rostro resplandecía de gozo. Por un impulso le compré una de
sus rosas.
— Se ve usted muy feliz está mañana, le dije.
— ¡Claro!, exclamó. Sobran los motivos.
Aquella mujer vestía tan pobremente y se veía tan frágil, que su
actitud me intrigó.
— Sobrelleva sus problemas admirablemente, la elogié.
Ella me explicó entonces:
— Cuando crucificaron a Cristo, el Viernes Santo, fue el día más
triste de la historia. Pero tres días después, él resucitó. Por eso he
aprendido a esperar tres días siempre que algo me aflige. Es
asombroso: las cosas siempre se arreglan de una u otra manera en ese
tiempo.
Seguía sonriendo al despedirse de mí. Sus palabras me vienen a la
mente siempre que estoy en dificultades.

Contratiempos
Es imposible que en el curso de todo un día no nos sobrevenga algún
que otro contratiempo: pequeños accidentes o dificultades que nos
apenan y mortifican. ¿No es esto un obstáculo permanente para la
felicidad? De ninguna manera, si sabemos conservar la paz y la
alegría cuando sobrevienen estas contrariedades.
Primero: debes estar siempre prevenido. Las adversidades, cuando se
las ve venir, son menos de temer que cuando nos hieren de improviso.
Pon en el presupuesto de tus previsiones para el día cinco o seis
contrariedades a las cuales estés normalmente expuesto y, cuando te
sucedan algunas de ellas, apenas te sorprenderá. Segundo: acéptalas de
buen grado. Debemos estar dispuestos a soportar las penas y así
parecerán menos duras. Tercero: mira al Cielo; esta mirada, en efecto,
cambia por completo la naturaleza de las cosas para un alma que tiene
fe. Desde este punto de vista la cruz no es cruz, es joya preciosa que
es preciso estimar en gran valor. Es una moneda con la que se
adquieren bienes inmensos.
“Los sufrimientos de la vida presente son nada en comparación con la
futura gloria que se revelará en nosotros” (Romanos 8, 18).

El Padrenuestro de Dios
Hijo mío que estás en la tierra, preocupado, solitario, tentado, yo
conozco perfectamente tu nombre, y lo pronuncio como santificándolo,
porque te amo.
No, no estás solo, sino habitado por Mí, y juntos construimos este
reino del que tú vas a ser el heredero. Me gusta que hagas mi voluntad
porque mi voluntad es que tú seas feliz, ya que la gloria de Dios es
el hombre viviente.
Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy, no te preocupes,
sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sabes que perdono
todas tus ofensas, antes incluso de que las cometas, por eso te pido
que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden.
Para que nunca caigas en la tentación, tómate fuerte de mi mano y yo
te libraré del mal, querido hijo mío. Amén.

Cómo cambió Pamela
—¡Pamela!
— ¡Tenías los ojos marrones y ahora son verdes!
— ¡Eras rubia y ahora sos morocha!
— ¡Pero, no me llamo Pamela!
—¡Ay, Pamela! ¡Hasta haz cambiado el nombre!

Pensamientos
- Vivir no consiste en respirar sino en obrar. Mao Tse-Tung.
- Una cabeza sin memoria es como una fortaleza sin guarnición.
Napoleón Bonaparte.
- La bondad es el principio del tacto, y el respeto por los otros es
la primera condición para saber vivir.  Henry F. Amiel.
- El respeto de sí mismo es, después de la religión, el principal
freno de los vicios. Sir Francis Bacon.
- Cuanto más pequeño es el corazón tanto más odio alberga. Víctor Hugo.
- Dios deja a veces colgar las riendas de su providencia, pero no las
abandona jamás. Jose ph de Maistre
- No hay ningún hombre libre de preocupaciones; si hubiera uno, no
sería hombre. Shakespeare
- El pesimista insiste en el hecho de que las almas se pierden; el
optimista en el hecho de que son dignas de que las salvemos.
Chesterton

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