domingo, 6 de mayo de 2012

Semanario  Nº 258º

Un extraño pedido
En un ómnibus en el cual viajábamos de un extremo al otro de los
Estados Unidos había un joven árabe. En determinado momento se acercó
al conductor para pedirle que se detuviera por unos minutos, pues era
la hora de sus oraciones.
El chofer, sorprendido, le contestó que se atendría a lo que
resolviera la mayoría de los pasajeros. Y todos accedieron
gustosamente. Al parar el vehículo al lado del camino, nos bajamos y
observamos fascinados al musulmán que desenvolvía su alfombrilla, se
arrodillaba en ella y hacía profundas reverencias hasta tocar el suelo
con la frente.
Más tarde, nuevamente a bordo del ómnibus, los pasajeros se mostraban
menos fríos, menos impersonales. Los unos hablaban con tono sosegado
con los otros, sintiéndose todos unidos por el lazo común del fervor
religioso que de lejos habíamos observado en el musulmán.

Dar desde el corazón
Centrados en nuestros problemas, pocas veces miramos a nuestro
alrededor. Y cómo cam-biaría el mundo si cada uno de nosotros se
alejara un momento de sí mismo, para ayudar a otra persona. Cuántos
hay en nuestro mismo círculo de relaciones que hoy necesitan de tu
palabra, de tu sonrisa, de tu abrazo o simplemente de tu compañía.
Cuánto puede ayudar la gracia del buen humor al corazón que se
encuentra abatido, la palabra serena al que está irritado, la dulzura
de una voz amable al que yace en el abismo de la desesperación.
Creo que no hay mayor felicidad que saber que no pasamos en vano por
la vida de otra persona. Que fuimos para alguno una brisa refrescante,
una palabra que lo alentó a  seguir, un hombro en donde pudo apoyarse,
una mano extendida que lo rescató de las tinieblas...
Tocar otras vidas desde el corazón, sin buscar por ello ningún tipo de
reconocimiento, dando desde el alma, por dar, porque así lo sentimos,
puede llenar tu vida de una nueva alegría.
La felicidad está más en dar que en recibir (Hechos 20, 35)

Oración simple
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz; donde haya, odio ponga yo
amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga
yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo
fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya
tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Maestro, que no busque tanto ser consolado como consolar, ser
comprendido como comprender, ser amado como amar. Porque dando se
recibe; olvidando se encuentra; perdonando se alcanza el perdón;
muriendo se resucita a la vida eterna. Amén.

Aprendiendo a sumar
En la clase estaban haciendo cuentas. De pronto la maestra pregunta a Luisito:
—Si en un bolsillo del pantalón tienes 100 pesos y en el otro 85, ¿qué tienes?
Luisito extrañado y con los ojos muy abiertos responde:
—El pantalón de otro, señorita.

—Buenas noches, señor, vengo a pedirle la mano de su hija.
—¿Cuál de las tres?
—¿Qué? ¿No tiene solamente dos manos?

Pensamientos
- Parece que nuestra vida aumenta cuando podemos ponerla en la memoria
de los demás: es una nueva vida que adquirimos y nos resulta preciosa.
Montesquieu.
- La memoria es como el mal amigo; cuando más falta te hace, te falla. Refrán
- Odiar es un despilfarro del corazón, y el corazón es nuestro mayor
tesoro. Noel Clarasó.
- El tirano a quien maldecimos es quizá la mano de Dios que nos pone
en el recto camino. Mahatma Gandhi,
- No pidas que las cosas sean como tú deseas; deséalas como son. Epicteto
- Cuando un acontecimiento tiene dos asas, no conviene escoger para
llevarlo el asa que hace más daño a la mano. Alain
- Las oraciones no son más que variaciones sobre dos temas: la
angustia y el amor. A. Carrel
- Cualquier método de oración es bueno cuando pone al hombre en
contacto con Dios. Alexis Carrel

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