domingo, 3 de junio de 2012

Semanario  Nº 262º

Los ciegos y el elefante

Un príncipe oriental, para dar una lección a sus súbditos sobre la
búsqueda de Dios, hizo reunir un día a muchos ciegos.
Después ordenó que se les mostrase el más grande de sus elefantes sin
decirles qué animal tenían delante. Cada ciego se acercó al elefante y
le tocó en diversas partes de su cuerpo.
Al final el príncipe preguntó qué había palpado cada uno. El que había
tocado las piernas dijo que un tronco arrugado de un árbol. El que
había tocado la trompa, una gruesa rama nudosa. El que había tocado la
cola, una serpiente desconocida. Un muro, dijo el que había tocado el
vientre. Una pequeña colina, el que había tocado el lomo.
Como no se ponían de acuerdo entre ellos, comenzaron a discutir. El
príncipe interrumpió la discusión: - Esta pequeña muestra os hacer ver
que de las grandes cosas conocemos muy poco, y de Dios casi nada.

Conservar la paz interior

Los seres humanos con frecuencia perdemos la serenidad, dejándonos
atrapar por ansiedades y preocupaciones. La paz interior es un bien
tan grande que merece pongas atención para mantenerla en tu corazón.
San Francisco de Sales que se distinguió por su mansedumbre y
serenidad, te da un consejo cuya eficacia él experimentó.
 Muchas veces el santo obispo, visitando su diócesis, había notado que
en el campo las sirvientas al sacar agua del pozo, ponían una madera
en el balde. En cierta ocasión preguntó a la muchacha por qué hacía
eso. La chica, mirándolo muy extrañada, le contestó como si se tratara
de algo que se daba por sobreentendido: —¿Por qué? Para evitar que el
agua se vuelque, para mantenerla quieta. Escribiendo más adelante a un
amigo, el obispo comentaba así esta costumbre: “Del mismo modo, cuando
tu corazón se sienta desasosegado e inquieto, pon la cruz en el centro
de él para mantenerlo tranquilo”.
Estando en Betania, Jesús dijo a la hermana de Lázaro: “Marta, Marta,
te inquietas y te agitas por muchas cosas, sin embargo una sola cosa
es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”. Y
en el sermón del Monte recomienda: “No se inquieten por el día de
mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su
aflicción”.

Aumenta mi fe, Señor

Mi Señor, dueño de mi vida, creo en ti y sé que sin ti nada puedo. Te
necesito para seguir viviendo. Pero a veces me dejo llevar por algunos
pensamientos negativos. Otras veces siento que no me ayudas, o me
parece que no me escuchas. Las cosas que dicen por ahí me hacen dudar,
y a veces no sé qué responder cuando cuestionan mi fe. Pero la fe es
un regalo tuyo, no es algo que nosotros fabricamos. Por eso te ruego,
Señor, que derrames tu Espíritu Santo y fortalezcas mi fe, para que
nada la haga tambalear. Yo creo, Señor, pero te pido que aumentes esta
fe pequeña y débil. Regálame una profunda convicción interior, para
que no me deje engañar y convencer por los incrédulos. Porque el mundo
indiferente no tiene nada mejor para ofrecerme. El mundo no tiene tu
consuelo, tu luz, tu belleza. El mundo no puede darme la esperanza que
sólo tú me das. Te acepto una vez más, Señor, y espero en ti. Amén.
(P. V. Fernández).

En la cárcel

Un preso le pregunta a otro:
—Amigo, ¿por qué estás aquí?
—Porque robé un collar de brillantes rompiendo la vidriera de una
joyería con un martillo.
—¿Y te atraparon justo?
— No, me agarraron al otro día, cuando volví a buscar el martillo que
había olvidado.

Pensamientos

- No dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores.
Mahatma Gandhi.
- ¿Qué es la prueba sino una presión muy dura de una mano
infinitamente buena, que teme nuestra caída o nuestro retroceso? P.
Théolier
- Dije una vez: «La vida me espanta». El eco me respondió: «Canta». Th. .Botrel
- Ponerse de rodillas ante Dios es el mejor medio para permanecer en
pie ante los hombres. A. Bessières
- Dios se ríe de las oraciones que se hacen para apartar las
desgracias públicas, cuando no nos oponemos a todo cuanto se hace por
provocarlas. Bossuet.
- La oración es la mejor arma que tenemos: es la llave que abre el
corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no sólo con tus labios, sino
con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle sólo
con el corazón. Padre Pío.
- Jamás se hace bien lo que se hace con impetuosidad y afán. Es
necesario darse prisa despacio, como dice un antiguo proverbio. San
Francisco de Sales.

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