domingo, 20 de enero de 2013

Semanario  Nº 295º
Demasiado tarde
En la puerta de un templo parroquial había cinco carteles. El primer
cartel mostraba a un niño gordito, de esos que anuncian alimentos para
bebés, y debajo habían escrito: "Demasiado pequeño para amar a Dios".
El segundo presentaba a una pareja de enamorados recién casados
dándose un besito; el correspondiente letrero avisaba: "Demasiado
felices para amar a Dios". Le seguía un ejecutivo rodeado de teléfonos
y con cara de desarrollar una tarea febril: "Demasiado ocupado para
amar a Dios".
A continuación, un ricachón gordo, con los dedos de las manos llenos
de relucientes anillos de oro y pedrería, un habano en la boca, en el
momento de descender de un cochazo de lujo: "Demasiado seguro de sí
mismo para amar a Dios". Y finalizaba la serie con una sepultura:
"Demasiado tarde para amar a Dios”. “Si escuchas hoy la voz del Señor,
no endurezcas tu corazón”, Salmo 95.

Detente a oler las flores
Quítate el grillete de la muñeca -al menos de vez en cuando- deja de
depender tanto del reloj. Escucha tu reloj interior. Tómate días de
retiro, de verdadero descanso, sin programa alguno. No estés hasta la
última hora del día haciendo cosas o viendo la televisión. Un día a la
semana acuéstate y levántate antes. Huye de todo lo que «enganche» y
cree adicción. Vivir equilibrada-mente implica saber combinar las
actividades que nos agradan y recrean. Cuando algo se  convierte en
una obsesión hay que buscar la forma de liberarse de su esclavitud.
(Juan Yzuel).

Aceptar la figura física
Padre mío, fuente de mi vida. Dame la gracia de hacerme amigo de mí
mismo. Si alguna vez sentí vergüenza de ser como soy, te pido perdón a
ti, autor de mi vida y mi ser. Perdona mi insensatez y mi ingratitud.
Desde ahora quiero sentirme contento de ser como soy, feliz de ser
como soy. Te alabo, te admiro y te agradezco por estas manos, este
rostro, esta figura general. Bendito seas por haberme hecho tal como
me hiciste. En tus manos me entrego, feliz de ser como soy. (Ignacio
Larrañaga).


Los obreros del cementerio

Cierto día que Mark Twain pasaba delante de un cementerio, vio a unos
obreros tomando medidas.—¿Qué es lo que van a hacer?, —preguntó el
humorista. —Queremos hacer una muralla, porque el cerco que rodea el
cementerio no es suficiente, —respondieron los obreros. —¿Una muralla?
¡Y para qué! Los que están dentro no pueden salir, y los que estamos
fuera no queremos entrar.

Pensamientos
- Las palabras mueven, los ejemplos arrastran.
- El que con lobos anda, a aullar aprende.
- Urbanidad y buenos modales abren puertas principales.
- El que busca el peligro, en él perecerá.
-  A preguntas necias, oídos sordos.
- Una vez al año no hace daño.
- Quien mucho abarca, poco aprieta.
- Palabra y piedra suelta, no tienen vuelta.
- Cada uno estornuda como Dios le ayuda.

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