domingo, 7 de abril de 2013

Semanario  Nº 306º

Auxilio en la lluvia

 Una noche, a las 23.30, una mujer de edad avanzada estaba parada a un
costado de una autopista, tratando de soportar una fuerte tormenta. Su
coche se había descompuesto y ella necesitaba desesperadamente que la
llevaran. Toda mojada, ella decidió detener el próximo coche. Un joven
se detuvo a ayudarla, a pesar de la fuerte lluvia. El joven la llevó a
un lugar seguro, la orientó a obtener asistencia y la puso en un taxi.
La mujer parecía estar bastante apurada, pero anotó la dirección del
joven, le agradeció y se fue.
Siete días más tarde el joven salió a la puerta porque habían llamado.
Para su sorpresa, un televisor pantalla gigante a color le fue
entregado por correo en su casa. Había una nota especial adjunta al
paquete, que decía así: Muchísimas gracias por ayudarme en la
autopista la otra noche. La lluvia  no solo dejó mi ropa completamente
mojada sino deprimió mi espíritu. Entonces apareció usted. Gracias a
usted, pude llegar al lado de la cama de mi marido agonizante, justo
antes de que muriera. Dios lo bendiga por ayudarme y por servir a
otros desinteresadamente. Señora Fernández
Lucas 10, 36-37: ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo
del hombre asaltado por los ladrones?». «El que tuvo compasión de él»,
le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma
manera».

Arriésgate
Reír es arriesgarse a parecer un tonto. Llorar es arriesgarse a
parecer un sentimental. Buscar al otro es arriesgarse a comprometerse.
Expresar los sentimientos es arriesgarse a ser rechazado.
Exponer los sueños ante una multitud es arriesgarse a ser ridículo.
Amar es arriesgarse a no ser correspondido. Avanzar ante obstáculos
abrumadores es arriesgarse a fracasar. Pero se deben correr los
riesgos porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada.
La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, no es
nada.  Podrá evitar el sufrimiento y la tristeza, pero no puede
aprender, sentir, cambiar, crecer ni amar.

Que no decaiga mi fe, Señor
Señor, aunque a veces no vea claro, yo sé que siempre estás presente.
Permites que tenga problemas, pero no para hacerme sufrir, sino para
que pueda madurar y crecer, para que aprenda a superarme y para que
pueda entrar en las profundidades del Espíritu. A veces no me concedes
lo que te pido porque no es el momento, o porque no es lo mejor para
mí. Pero tarde o temprano me darás lo que más necesita mi corazón. No
me lo darás como yo lo imagino, pero me lo regalarás de la manera que
sea más conveniente para mí. Creo que de todo lo que me está pasando
sacarás algo bueno para mí, algo bello, algo que mi corazón necesita.
A veces no te descubro a mi lado porque mi mente y mis sentimientos
son muy pequeños y no te pueden abarcar. Pero nunca permitas que
decaiga mi fe. Creo, Señor. Aumenta mi poca fe. Amén.” Víctor
Fernández.

Dentista del siglo 21

Una mujer telefoneó a su dentista al recibir la factura sumamente
alta. —¡Estoy atónita!, se quejó la mujer. —Esa cantidad es tres veces
lo que usted acostumbra a cobrarme.” —”Sí, lo sé,” le contestó el
dentista. “Pero, fue porque usted gritó tan fuerte que me asustó a dos
pacientes, que se retiraron de la sala de espera”.

Pensamientos

- Cuando se siente herida, la ostra hace una perla. Emerson.
- Cuantos más vicios, más tiranos; la inocencia es la libertad. Alcuino.
- Si el Señor ama tanto a los humildes es porque aman la verdad. Santa Teresa.
- Ver lo divino del hombre y referirlo a Dios, no es orgullo sino
humildad en la verdad. San Buenaventura.
- Si quieres mantener tu surco derecho, ata tu arado a una estrella. M. Hebrard.
- El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un
mundo. Gustavo Bécquer.
- Seguiréis siendo jóvenes, mientras sigáis siendo receptivos de todo
lo hermoso, de todo lo bueno, de todo lo grande. Mac Arthur .
- En muchas ocasiones la lectura de un libro ha abierto el camino del
éxito a un hombre, decidiendo el curso de su vida. Emerson.
- Aun en la vida cotidiana más afanosa y complicada, estoy seguro que
es posible reservarse algunos momentos de silencio, si lo deseamos de
verdad, para retomar la conciencia de sí mismo y mirar desde ahí
alrededor. Mons. Carlos Martini.

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