domingo, 2 de junio de 2013

Semanario  Nº 314º
Comenzar de nuevo
Las grandes industrias Edison, de West Orange, en Nueva Jersey,
quedaron casi destruidas en un incendio en 1914. En una sola noche
Tomás Edison había perdido dos millones de dólares (de entonces) en
equipos y las llamas habían consumido gran parte de los documentos
referen-tes a la obra de toda su vida.
Su hijo Carlos corría angustiado buscando al padre. Al fin lo encontró
junto al lugar del desastre, el rostro iluminado por el resplandor
rojizo de las llamas, con su cabellera blanca flotando al viento
invernal. “Me partía el corazón verlo —contaba después Carlos—. Ya no
era joven, y todo aquello iba a quedar reducido a cenizas. Al verme me
gritó: ¿Dónde está tu madre? Corre a buscarla y tráela aquí. Jamás
volverá a ver un espectáculo semejante.
Al día siguiente, caminando entre los ennegrecidos escombros de tantas
de sus ilusiones y esperanzas, Edison, que contaba entonces 67 años de
edad, observó: “Los desastres tienen un gran valor: se queman todos
nuestros errores. Gracias a Dios podemos comenzar de nuevo”.

¡Cuánto te ama Dios!

Si Dios tuviera una heladera, tu fotografía estaría pegada a su puerta.
Si él tuviera una billetera, llevaría en ella tu foto.
Él te envía flores cada primavera. Él te regala un amanecer soleado
cada mañana.
Las veces que deseas hablar, él te escucha.
Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero eligió... tu corazón.
Reconócelo como amigo. ¡Él está loco por ti!
Dios no prometió días sin dolor, risas sin penas, sol sin lluvias;
pero prometió fortaleza para el día, consuelo para las lágrimas, y luz
para el camino.
Tanto te ama que murió por ti. Ahora mismo,  abre tu corazón y déjate
amar por Dios.

Purificación de los recuerdos

Pasa, Señor, por mi memoria, porque tú la creaste para que recordara
tu amor y tus regalos. Despierta los buenos recuerdos, que me motivan
a seguir adelante. Quema con tu fuego toda vergüenza y toda angustia
que venga de los malos recuerdos. Purifica esos recuerdos, para que ya
no me lastimen ni me inquieten. Señor, tú que eres puro amor, tú que
perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo el
veneno de los recuerdos que me llenan de rencor y de tristeza. Derrama
en mi interior el deseo de perdonar y la gracia del perdón. Con tu
amor me perdono a mí mismo por mis errores pasados. Quiero mirarme a
mí mismo con tu compasión y misericordia. Reina, Señor, en este mundo
de mis recuerdos, y pacifícalos con tu presencia luminosa. Amén.
Víctor Fernández.

Una frenada especial

Un conductor viaja por una calle resbaladiza debido a la abundante
lluvia. De pronto al pasar un semáforo éste se pone rojo y el
conductor frena, pero el coche patina en dirección contraria
desviándose y yendo a parar delante de un agente de tráfico… Para
despistar, le pregunta:
—¡Por favor! ¿Cómo se va al hospital?
—Siga conduciendo como hasta ahora —le contesta el policía— y llegará rápido…

Pensamientos

- Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una
vida bien realizada genera una dulce muerte. Leonardo Da Vinci.
- Hay más sabiduría en la naturaleza que en los libros. San Bernardo.
- Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el
viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada,
se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía. Saint Exupery.
- Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro
de nosotros. Hermann Hesse.
- En vez de lamentarte de que las rosas tengan espinas, alégrate de
que las espinas estén coronadas de rosas. Proverbio.
- La costumbre de lamentarse es una epidemia contagiosa cuyos síntomas
son el pesimismo, la pérdida de la paz, la duda y la disminución de
ese entusiasmo, que proviene de estar unido a Dios. Nguyen Van Thuan.

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