domingo, 16 de junio de 2013

Semanario  Nº 316º
El pozo del desierto
Es una leyenda antigua contada por los monjes del desierto. En los
confines de Tebaida, dice la leyenda, había un pozo que apagaba la sed
de todos los peregrinos que pasaban por allí. Lo más curioso de ese
pozo era que el que bebía de su agua no volvía a tener sed. El
problema era que nadie sabía exactamente dónde estaba el pozo.
No obstante, un día, un investigador de los archivos monásticos
encontró, entre muchas cosas, un mapa antiguo que hablaba de ese pozo
y lo localizaba. Sin contárselo a nadie, el investigador escondió el
mapa para que nadie más supiera de su existencia y se puso a caminar,
desierto adentro, a la búsqueda del pozo. Pero pasaron los días… y el
hombre nunca más volvió. ¿Qué habría acontecido?
Algunos años más tarde, otro sabio encontró por azar el mapa
escondido, y también él lo escondió de nuevo, y se aventuró solo a la
búsqueda del deseado pozo. Pero tampoco él volvió jamás. Y una vez más
la historia del pozo que apagaba la sed de todo el mundo cayó en el
olvido.
Dice la leyenda que la historia se repitió varias veces, hasta que el
mapa fue a caer en las manos de un pobre trabajador. Sorprendido con
la novedad, en vez de esconder el mapa, habló de él a toda la gente y
del pozo escondido que apagaba la sed. La novedad era tan grande que
las personas no se lo creían. ¿Un pozo que apaga la sed? ¿Quién se lo
va a creer?
No obstante, un pequeño grupo estudió cuidadosamente el mapa y llegó a
la conclusión de que el mapa parecía auténtico. Y si el mapa era
verdadero, ¿por qué no podía ser verdadero el pozo? Se juntaron en un
grupo y decidieron ir a la búsqueda del pozo. Se prepararon para el
viaje y, un buen día, se pusieron en camino desierto adentro. El viaje
fue duro y difícil, pues el sol del desierto no perdonaba. Pero como
iban en grupo, se ayudaban los unos a los otros compartiendo la poca
agua que llevaban.
Después de largos días de viaje, cuando el desierto parecía no tener
fin, avistaron el pozo. Era verdad: el pozo no era un espejismo. Pero,
ante el asombro de todos, vieron junto al pozo centenares de
esqueletos humanos. Se acercaron, miraron dentro del pozo y vieron que
no se habían equivocado: abajo el agua brillaba. El problema era que
no tenían con que sacar el agua. Por eso, todos los que antes habían
buscado el pozo solos habían muerto de sed. Entonces el grupo se sentó
a reflexionar sobre cómo sacar el agua del pozo. No tenían ni cuerda
ni cubo y el pozo era profundo. Entonces, con las ropas que tenían
hicieron una cuerda larga, ataron en la punta un botijo y lo llevaron
al fondo del pozo. Y todos pudieron beber del agua del pozo. La verdad
era que, después de beber, nunca más tuvieron sed.
Cuando nosotros damos las manos, unimos las fuerzas y creamos
comunidad, no hay fuente que no podamos alcanzar ni sed que no se
pueda apagar.

Dame vuelta, Señor

Soñé que veía ante mí el mundo entero, y todo en él era pecado,
corrupción y perversión. Buscaba a Dios entre aquel caos,
entrecerrando los ojos para distinguirlo en la lejanía, pero era
incapaz de hallarlo. ¿Dónde estaba aquel Dios tan bueno? Me parecía
que una distancia inmensa me separaba de él, y lloraba amargamente por
la soledad y vacío al que ese Dios me condenaba.
Y, de pronto, algo me removió;  una inmensa fuerza más poderosa que
yo, me hizo girar en redondo. Y entonces vi que Dios estaba ahí, y que
jamás se había separado de mi lado. Si no lo veía, era porque miraba
en dirección contraria, dándole la espalda, pero eso no le había hecho
apartarse de mí, sino que siempre me había acompañado. Él se me
acercó, me abrazó y se me quedó mirando, con inmenso cariño. Y supe
que esa mirada no se apartaría ya de mí, y que esos ojos nunca
buscarían sino los míos. Sólo yo podría apartar la mirada de ellos.
Desperté envuelto en una inmensa paz. Y desde entonces, oro diciendo:
“Señor, dame vuelta. Quiero girarme y dejar de contemplar el pecado y
el mal, que sólo en apariencia son prueba de que no existes. Quiero
darle la espalda al demonio y a sus siervos, y contemplarte sólo a ti,
oh hermosísimo Jesús, el más hermoso de los hijos de Adán”.

Señor y salvador del hogar

Dios mío, te abro las puertas de mi hogar. Entra, para que estemos
juntos. Protege mi hogar de todo mal con tu presencia poderosa y
llénalo de armonía con tu divina luz. Señor, te pido que liberes mi
hogar de todo rencor, de toda agresividad, de todo espíritu de
envidia, de tristeza o negatividad. Derrama alegría, paciencia,
respeto, cariño. Te proclamo Señor y salvador de mi hogar y de todos
mis seres queridos y que tu paz reine en todos los que entren en mi
casa. Amén. Víctor Fernández.

Única respuesta

— ¿Va todo bien en la escuela? —pregunta el padre al hijo.
—Sí, papá. Hoy fui el único que respondí al profesor.
—Muy bien. ¿Y qué te preguntó?
—Quería saber quien rompió el vidrio de la ventana...
En una boletería
—Hace diez minutos que estoy delante de esta ventanilla —dice un señor
enojado al empleado.
—Y yo hace treinta años que estoy detrás de ella.

Pensamientos

- Los que nunca se retractan, es porque se aman a sí mismos más que a
la verdad. Joubert.
- No tengas miedo a la muerte, porque sólo es un paso por un
desfiladero angosto, oscuro, pero que se abre sobre la llanura de la
luz y de la paz. René Bazin.
- Aún sin saberlo, lo bello es bueno: las rosas han hecho más personas
honradas que las leyes. Augusto Vacquerie.
- El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe
adónde va. Saint Exupery.
- El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía
en las tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz y nada
lo hace tropezar. Pero el que no ama a su hermano, está en las
tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las
tinieblas lo han enceguecido. 1Juan 2, 9-11
- Me quejé de no tener zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía
pies. Refrán chino.

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