Domingo 11 enero 2014 – Bautismo de Jesús A –
Resonancias
Marcos 1, -11
Mendigo
santo
Benito José Labre,
vestido de harapos, tenía un aspecto repulsivo para la mayoría, pero en algunos
generaba una honda admiración. Cierto día, le preguntaron de qué estaba hecho
su corazón. El respondió: —De fuego para Dios, de carne para el prójimo, de
bronce para conmigo mismo. Como los pájaros del cielo se alimentaba de lo que
Dios le ofrecía. —Se ofende a Dios —dijo al cura de Cossignano— porque no se
conoce su bondad.
Cuando san Benito Labre hablaba del misterio de la Santísima Trinidad,
su rostro se hacía tan luminoso como el sol o lloraba a lágrima viva. Un día un
teólogo le hizo este reproche: «Tú hablas siempre de la Santísima Trinidad,
¿pero qué sabes de ella?» Y Benito le respondió: «No sé nada... pero, mira me
siento arrebatado». Y al decir esto hacía un gesto con la mano que decía mucho
más que todas sus palabras. Qué hermosa respuesta de este santo, mendigo por
las calles de Roma. En verdad se sentía fascinado por la Trinidad, porque el fuego
de la zarza ardiente se había apoderado de su corazón.
“Esto es una trampa”
Una
señora estaba angustiada porque su esposo no quería confesarse. En ocasión de
su cumpleaños, le pidió al marido un regalo. —¡Lo que quieras!, le contestó éste. — ¡Acompáñame
a San Giovanni Rotondo! Quiero ver al Padre Pío. Se puso rabioso. —¡Esto es una
trampa! ¡Esto no es honesto! —¿Por qué no es honesto? ¿No me prometiste
darme lo que yo quisiera?
La
acompañó a regañadientes y de mal humor. Al llegar por la tarde a San Giovanni
Rotondo, lo primero que le dijo fue: —¡Mañana mismo volvemos en el primer
tren! — ¡Está bien! le contestó la señora. Durante toda la noche no pudieron
dormir. A las dos de la madrugada todo el mundo se levantó para asegurarse un
lugar en la Misa
de las siete. Se levantaron también ellos. Pero su esposo, siempre de mal
humor, dijo a la señora:
—Si quieres que te acompañe, déjame en paz y no pidas que me confiese. Durante
la Misa, le tocó
un lugar bastante cerca del P. Pío. La señora rezaba por la conversión de su esposo.
Terminada la celebración, fue el primero en seguir al P. Pío a la sacristía
para la confesión. Después de un rato regresó donde estaba su esposa, y, con un
rostro lleno de luz y alegría, exclamó: —¡Hecho! ¡Ya me confesé! ¡Qué hombre
es este P. Pío! ¡Me detuvo y me puso como nuevo! ¿Cómo no confesarse después de
una Misa como ésta? Luego, echando el brazo al cuello de su señora, le dijo: — ¡No conviene
que nos vayamos pronto! ¡Quedémonos una semana!
Racionalista, masón y ateo
“Yo era
racionalista, masón y ateo. Tampoco estaba bautizado, pero mi mujer Claudia
estaba enferma y decidimos ir a Lourdes. Mientras ella estaba en las piscinas,
el frío me obligó a refugiarme en la cripta, donde asistí, con interés, a la
primera misa de mi vida. Cuando el cura, al leer el Evangelio, dijo: ‘Pedid y
se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá’, se produjo una conmoción
tremenda en mí, porque esta frase la oí el día de mi iniciación en el grado de
Aprendiz y la solía repetir cuando, ya Venerable, iniciaba a los profanos en la
masonería.
En el silencio
posterior -pues no había homilía- oí claramente una voz que me decía: `Bien.
Pides la curación de Claudia. Pero, ¿qué ofreces?´. Instantáneamente, y seguro
de haber sido interpe-lado por Dios mismo, sólo me tenía a mí mismo para
ofrecer. Al final de la misa acudí a la sacristía y pedí inmediatamente el
bautismo al cura.
Éste, estupefacto,
cuando le conté mi pertenencia masónica y mis prácticas ocultistas, me dijo que
fuera a ver al arzobispo de Rennes. Ese fue el inicio de mi itinerario
espiritual” (Cf. Confesiones de un antiguo masón, ZENIT 6.11.2008).
El
camino del gozo
La
Reina
de la Paz te
ofrece hoy un mensaje para que encuentres la alegría profunda del corazón: te
enseña el camino de la paz interior. Ponte en la presencia de tu dulce Madre y
escucha sus palabras. Se percibe en ellas su preocupación por tu verdadera
felicidad.
“¡Queridos hijos! Hoy
deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la
conversión. Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo
el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes
sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, oren
y en la oración, ustedes conocerán el nuevo camino del gozo. El gozo se
manifestará en sus corazones y así podrán ser testigos gozosos de lo que Yo y
mi Hijo deseamos de cada uno de ustedes. Yo los bendigo. Gracias por haber
respondido a mi llamado! ”
María te está sugiriendo la actitud del niño que muestra con ingenuidad
a su madre todas las heridas que se ha hecho en sus violentos juegos. Te ruega
que lleves al Señor todo el mal acumulado en el corazón. Éste es el camino del
gozo. El camino del perdón. Pero hay que comenzar con la oración. Que medites
este alegre mensaje de paz. P. Natalio.
“Cambié
mi modo de vivir”
En marzo de 1988,
Neevon tuvo un accidente durante un partido de baseball, y dice: Me di cuenta de que no estaba en mi cuerpo físico y no sentía ningún
dolor. Vi a dos de mis compañeros, que estaban arrodillados delante de mi
cuerpo, y oí todo lo que decían... De pronto, se me presentaron todas las
escenas de mi vida desde el principio hasta el final, y vivía lo que los demás
sentían ante tales escenas. Veía también las repercusiones de mis acciones
sobre los demás, fuera bueno o malo. La revisión de mi vida fue lo más hermoso
que he visto y, al mismo tiempo, lo más horrible que he experimentado, de
acuerdo a mis acciones... Durante la revisión de vida, yo sentía que alguien
estaba a mi lado como un padre que me aconsejaba.
Esta experiencia me ha hecho cambiar mi modo de vivir. Yo era muy
introvertido y no tenía amigos. Ahora soy muy conocido por todos y tengo muchos
amigos. Antes era rebelde y pesimista. Ahora soy optimista. Yo sé que todo ha
sucedido por una razón. Mi principal deseo ahora es amar a todo el mundo. El
dinero y las cosas materiales son cosas secundarias para mí. Ahora soy más
generoso con mi tiempo y mis cosas, y sé compartir. Mi experiencia ha sido lo
mejor que me ha sucedido. Sin ella, no sería ahora tan feliz.
De agnóstico a exorcista
El padre Antonio
Fortea es autor de libros y manuales de exorcismo y de alguna que otra novela
de ficción. Su nombre y apellido son reconocidos en muchos ambientes. Pero
pocos saben que cuando ese sacerdote tenía 15 años, era más bien indiferente
hacia el catolicismo y todo lo que oliera a Dios. Así lo ha narrado en su libro
Memorias de un exorcista (Ed. Martínez
Roca 2008).
Pero, el 12 de octubre
de 1983 Dios irrumpió en su vida: “Un día
como cualquier otro entré en mi habitación y, de pronto, sentí que era un
egoísta y una mala persona. Me entró un gran arrepentimiento y vi que la Iglesia era el camino por
donde iría progresando hacia la virtud. Todo esto no duró más de medio minuto,
no oí ninguna voz celestial ni tuve ninguna visión, pero de pronto se había
operado en mí una gran conversión: había comprendido que era un pecador y que
el camino de salvación era la
Iglesia”.
Y más adelante agrega:
“En aquel mismo momento me arrodillé al
lado de mi cama y oré intensamente, sabiendo que alguien me escuchaba. Sin
ningún tipo de resistencia entendí que debía confesarme. Externamente seguí
igual, pero internamente ya era otra persona”.
¡Qué importante es el bautismo!
Para llegar a ser
cristianos debemos bautizarnos y creer en Cristo. Al llegar a este mundo, en el
momento de la concepción, el ser humano está a oscuras, sin la luz ni el amor
de Dios. Es sólo una criatura de Dios. Tiene lo que se llama pecado original,
es decir, que viene al mundo en estado natural. Y para ser elevado al orden
sobrenatural y llegar a ser hijo de Dios necesita ser bautizado. De esta
manera, su alma, apagada y sin brillo, se llenará de belleza, de luz y de amor,
resplandeciendo de gloria como un verdadero hijo de Dios. Dios mismo habitará
en su alma y él será templo de Dios. Y Dios será su gozo y su felicidad,
dándole sentido a su vida y haciéndole sentir la alegría de vivir para Él y
para los demás. ¡Qué importante es el bautismo!
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