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enero 2015 – Domingo 2º B – Encontramos
al Mesías – Resonancias
Juan
1, 35-42
La familia que encontró a Cristo
Hoy te cuento el caso
de una familia que se marchó detrás de Cristo, dejando castillos, riquezas y
títulos de nobleza. Es el comienzo de la historia de san Bernardo, Padre de la Iglesia por la calidad de
sus escritos, abad del monasterio de Claraval por muchos años y legado del Papa
para restablecer la paz y la unión entre los reinos de Europa.
Bernardo volvió a
su familia a contar la decisión que había tomado y todos se opusieron. Los
amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a
sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera. Pero
Bernardo les habló con tanto entusiasmo de las ventajas y cualidades que tiene
la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos
mayores, a su tío y 30 compañeros de la nobleza que dejaron todo para unirse a
Cristo. Dicen que cuando llamaron a Nervando, el hermano menor, para anunciarle
que se iban de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Con que
ustedes se van para ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto
no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se hizo religioso
del Císter.
Esa familia se decidió a seguir con generosidad a Cristo
pobre, casto y obediente. Sintieron y siguieron el llamado a una vida entregada
totalmente a dar testimonio de los valores del Evangelio. Los bautizados
estamos llamados a ser testigos de que el amor a Cristo puede llenar nuestra
vida en cualquier condición nos encontremos.
Trato de amistad
Alabado seas Jesús, por tu sonrisa, por el cariño que
pones en tu trato con nosotros.
Alabado seas por tu mirada que ilumina y serena, que
alegra y acaricia.
Alabado seas por tus palabras que orientan y conducen,
que enseñan el verdadero camino.
Alabado seas por tus manos que nos sanan, nos alivian y
nos contienen.
Alabado seas por tu presencia constante, porque nunca te
vas, porque jamás nos abandonas.
Alabado seas porque eres el viviente, que te levantaste
victorioso de la muerte.
Alabado seas porque eres Dios, pero también quisiste ser
uno de nosotros. Amén.
Oraciones como ésta
anudan una relación muy vivencial y fuerte con el Señor. Son a propósito para
cultivar un profundo trato de amistad con quien sabes que te ama de verdad. Que
la aproveches para animarte a ese diálogo de amor en que consiste la verdadera
oración. “Es cuestión de amar mucho”, dijo santa Teresa de Ávila. P. Natalio.
En
medio de su pueblo
¡Qué simpático sería un Presidente o Rey que,
vestido como una persona común, subiera al ómnibus de la esquina para
trasladarse al supermercado para comprar lo que desea, o se sentara en medio de
los espectadores para disfrutar un partido de fútbol como uno más… ! ¿No has
pensado que Jesús, el mismo Hijo eterno de Dios, vino a nuestro encuentro y
compartió nuestra vida común en medio de nosotros?
Un soldado norteamericano viajaba un día en ómnibus
haciendo turismo por Suecia. El sueco que viajaba junto a él parecía ser muy
amable, y el soldado empezó a dialogar familiarmente con el simpático
acompañante. Hablaron de todo un poco, hasta que el soldado le dijo:
—Mi país es el más
democrático de todo el mundo. Cualquier ciudadano es recibido cordialmente en la Casa Blanca para ver al
presidente y ventilar cualquier problema o queja con él en persona.
El sueco, para no
quedar en inferioridad, añadió enseguida:
—Eso no es nada,
aquí en Suecia, el rey viaja en el mismo ómnibus que la gente corriente.
Cuando poco
después el acompañante bajó del vehículo, los otros pasajeros le informaron al
norteamericano que había viajado junto al rey Gustavo Adolfo VI.
Esto es precisamente lo que hizo Jesús,
dejando a un lado su categoría de Dios y asumiendo nuestra condición humana en
toda su humildad. Es lo que san Juan dejó consignado en la introducción a su
Evangelio con estas sublimes palabras: “El
Verbo de Dios se hizo carne y habitó en medio de nosotros” (Juan 1, 12).
¡Como para meditarlo, y llenarse de admiración y gratitud! Que pases una semana
muy sereno y tranquilo. P. Natalio.
Un encuentro personal
La oración
auténtica es un encuentro personal con Dios. Por ella te acercas a la realidad
de un Dios vivo, cercano, presente: un Dios persona. ¿Por qué no pocas veces la
oración resulta pesada? Simplemente, porque no se produce el encuentro entre
dos personas: yo y Dios. Concretamente,
porque no tiendes con todas las fuerzas al encuentro con el Señor.
Jesús, ¡soy yo! Necesito hablarte. Sabes,
algunos días son muy difíciles. Me preocupo por muchas cosas, y a veces la
presión que aguanto es muy grande. Tú sabes, “hay que hacer esto, hay que hacer
aquello”. Quizás sentiste algo parecido, cuando anduviste por este mundo. De
todas maneras, lo que trato de decir es que quiero que estés conmigo a lo largo
del camino. Porque en algún lugar en lo profundo de mí, yo sé que me amas tal
corno yo soy. Para ti yo soy alguien especial. Y el mañana no importa. Amén.
Las invitaciones de Dios
A lo largo de tu
vida Dios se hace presente invitándote a dar pasos hacia una misión que te ha
preparado para hacerte feliz. Está atento para captar estos llamados del Señor,
porque aparecen de la manera menos pensada. El famoso escritor y teólogo
alemán, Romano Guardini, nos cuenta cómo fue invitado por Dios a dar un paso decisivo.
«Un domingo fui a misa a la iglesia de los dominicos de
la calle Oldenburger. Me encontraba en un estado crítico. Cuando vi a un
hermano lego encargado de la colecta pasar con el rostro tranquilo y portando
su alcancía tintineante, me dio mucha envidia y pensé de repente: ¿No podrías
tú llegar a ser como él? Entonces tendrías paz. Y luego me dije: ¡Podría ser
sacerdote! Y entonces fue como si todo adquiriese tranquilidad y claridad.
Volví a casa con un sentimiento de felicidad que desde hacía mucho tiempo no
había vuelto a sentir.»
Para discernir estos llamados de Dios fíjate en un
detalle de la narración que acabas de leer. Guardini pasaba por una crisis
espiritual marcada por la sensación de inquietud y malestar. Cuando se le abrió
un nuevo horizonte “todo adquirió tranquilidad y claridad”. Este es un indicio
de la presencia de Dios: la paz del corazón. Que el Señor te guíe y te ilumine.
P. Natalio.
El sentido de la vida
La vida es nuestro máximo valor y, a la vez,
nuestro máximo problema. Tememos perderla; nos angustia la muerte física. Pero
hay otra muerte más sutil que nos envuelve: no encontrarle sentido a la vida. ¿Es
exagerado decir que el hombre de hoy ya no sabe a dónde va ni para qué vive?
Vive nadando entre el placer y la comodidad... pero insatisfecho: no experimenta
la alegría de vivir.
Santa Paula tuvo en Roma una juventud rodeada de lujos.
Se casó muy bien. Continuó en el matrimonio aquella vida de esplendor y
bienestar. Sentía repulsión por los pobres. Pero, un día, entró en su palacio
la tristeza y el luto. Paula perdió a su marido. Pasó varios días encerrada en
su dolor. Cuando dejó su retiro, estaba transformada. Había encontrado a
Cristo. Reapareció vestida con sencillez. Las puertas del palacio se abrieron a
los pobres y enfermos. Andaba presurosa por Roma, hacia el barrio de los
pobres. Lavaba a los enfermos sus heridas purulentas. A los niños les limpiaba
las cabezas llenas de parásitos. Antes de morir dejó, por testamento, todos sus bienes a los pobres.
El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás encuentra su madurez y plenitud. “Si te preocupas demasiado por ti mismo, si vives para acumular dinero y
comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás,
la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada”. P.
Natalio.
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