domingo, 22 de mayo de 2011

Semanario Nº 208º


Un sacerdote mendigaba en Roma
Un sacerdote norteamericano de la archidiócesis de Nueva York se
disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar,
se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento,
el sacerdote se dio cuenta que conocía a aquel hombre. Era un
compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora
mendigaba por las calles. El cura, tras identificarse y saludarlo,
escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación.
Quedó profundamente estremecido.

Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la
oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa Juan Pablo IIº, a
quien podría saludar al final de la celebración, como suele ser la
costumbre. Al llegar su turno, sintió el impulso de arrodillarse ante
el Santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de
seminario, y describió brevemente la situación al Papa. Un día después
recibió una invitación del Vaticano para cenar con el Pontífice, en la
que solicitaba llevar consigo al mendigo de la parroquia.

El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo
del Papa. Una vez convencido el mendigo, lo llevó a su lugar de
hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.
El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara
solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre,
impresionado, le respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa
contestó: «una vez sacerdote, sacerdote siempre». «Pero estoy fuera de
mis facultades de presbítero», insistió el mendigo, que recibió como
respuesta: «Yo soy el Obispo de Roma, me puedo encargar de eso». El
hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que
escuchará su propia confesión.
Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó
en qué parroquia había estado mendigando, y lo designó asistente del
párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.

Arriesgarse
Reír es arriesgarse a parecer un tonto. Llorar es arriesgarse a
parecer un sentimental. Buscar al otro es arriesgarse a comprometerse.
Expresar los sentimientos es arriesgarse a ser rechazado.
Exponer los sueños ante una multitud es arriesgarse a ser ridículo.
Amar es arriesgarse a no ser correspondido. Avanzar ante obstáculos
abrumadores es arriesgarse a fracasar. Pero se deben correr los
riesgos porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada.
La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, no es
nada. Podrá evitar el sufrimiento y la tristeza, pero no puede
aprender, sentir, cambiar, crecer ni amar,

Súplica de vitalidad
Dios potente y fuerte, que todo lo sostienes, mira mi debilidad y
penetra todo mi ser con ese poder que no tiene límites. Fortalece cada
fibra de mi cuerpo y de mi interior. Así yo sabré que nada podrá
derribarme, porque ningún poder humano, ninguna enfermedad y ninguna
dificultad pueden ser más fuertes que tú. Lléname de tu vida intensa,
Señor, infunde tu dinamismo en mis acciones, lléname de fortaleza e
inunda de vitalidad todo mi ser. Quiero vivir en ti, respirarte,
beberte, hacerme firme en
—Uy, perdón, me equivoqué de número.
—No importa, se lo cambiamos.

Para los nervios
—Disculpe, ¿tiene pastillas para los nervios?
—Sí, señor.
—Entonces tomate una caja, que esto es un asalto.

Un buen consejo
— ¿Qué puedo hacer con mis pecados, señor cura?
—Ora.
—Las tres y cuarto, ¿pero qué puedo hacer con mis pecados?ti. Toma toda mi vida, Señor amado. Amén.
Víctor Fernández.

Número equivocado
— ¿Adónde estoy llamando?
—A la zapatillería "Martita".

Pensamientos
- No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite
el derecho a expresarte, que es casi un deber. Walt Whitman.
- El entusiasmo es un poderoso motor que promueve el éxito en la vida.
Cuando hagas algo, hazlo con toda tu fuerza. Ralf Emerson.
- Han sido los griegos los que nos han legado la palabra más bella de
nuestro idioma: la palabra «entusiasmo», del griego «theos», un dios
interior. Pasteur.
- Uno no cae en el combate, sino cuando ha dejado caer antes su
ánimo. San Agustín.
- Emprender a la vez muchas cosas es como querer enhebrar muchas
agujas al mismo tiempo. No logrará feliz resultado con ninguna. San
Francisco de Sales.
- La bondad puede hacer mucho. Como el sol que derrite el hielo, la
bondad evapora los malos entendidos, la desconfianza y la hostilidad.
Albert Schweitzer.
- El carácter es la energía oculta y constante de la voluntad. Lacordaire.

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