domingo, 9 de diciembre de 2012

Semanario  Nº 289

El tesoro oculto
Cerca del río Indo había un persa llamado Alí Hafed. Era dueño de una
enorme hacienda en la que vivía cómodamente con su familia. Sin
embargo, el hombre, aunque rico, sentía que su existencia carecía de
sentido y tenía el legítimo deseo de superarse aún más... Un día
cierto viajero le mostró un diamante y le dijo cuánto valía. El hombre
rico obsesionado con la idea de volverse multimillonario vendió la
granja, dejó a su esposa e hijos con un familiar y salió en pos de su
anhelo. Alí se gastó cuanto dinero tenía buscando diamantes en todas
las playas y ríos de arenas claras, hasta entonces conocidos. Ya en la
miseria volvió anónimamente a su ciudad después de varios años, pero
su familia se había mudado. Como un vagabundo fracasado, desalentado y
perdido, se adentró en el mar y se suicidó...
Lo verdaderamente trágico de la historia es esto: El hombre que compró
la granja de Alí Hafed, una mañana que estaba dando de beber a sus
camellos en el arroyo que pasaba por su terreno, vio una piedra negra
que emitía un destello de luz. La limpió y descubrió un cristal
precioso. Escarbó en las aguas del riachuelo y casi a flor del suelo
halló gemas más hermosas y grandes aún.  De esta forma y en ese
preciso lugar, se descubrió el yacimiento de diamantes más grande del
mundo: La mina "Golconda". Las gemas más maravillosas que se han
hallado provienen de la que fue la granja despreciada de Alí Hafed.

Cuántas veces sucede esta situación en nuestras vidas. No sabemos
valorar lo que tenemos. Por el contrario, nunca estamos conformes con
lo que poseemos: nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro hogar, nuestro
trabajo, nuestra familia, nuestra capacidad, nuestras virtudes,
nuestra vida, nuestra comunidad, nuestro país, nuestro planeta.
Buscamos las cosas super-fluas, olvidando el verdadero tesoro que cada
uno tiene a su  alrededor y dentro de si mismo. Como bien lo decía
Daniel Defoe, en su novela Robinson Crusoe: "Si somos desdichados a
causa de lo que nos falta, es porque no sabemos agradecer lo que
tenemos".

Cada día de tu vida
Intercambia una palabra amable con un amigo. Regala una sonrisa.
Revela un secreto. Escucha lo que alguien trata de decir. Escucha de
corazón lo que alguien no puede expresar. Intenta algo nuevo. Perdona
a alguien que te haya herido. Perdónate tus errores pasados. Date
cuenta de tus imperfecciones. Descubre tus posibilidades. Haz un nuevo
amigo. Acepta la responsabilidad de todo lo que haces. Rechaza la
responsabilidad de las acciones de los demás. Sueña un sueño.
Contempla la puesta de sol. Valora lo que tienes. Valora lo que eres.
Ama tu vida. Es un regalo que Dios te ha hecho.

Gracias, Pan del Cielo
Gracias, Jesús, Pan del Cielo, que ofreces al que te come todo deleite
y virtualidad.
Si necesito sabiduría, tú eres el mismo Verbo eterno, sabiduría de Dios.
Si necesito amor, tú me diste la prueba más grande de amor.
Si necesito fortaleza, tú padeciste terribles sufrimientos sin quejarte.
Si necesito paciencia, tú dijiste: “Aprendan de mí que soy manso y paciente”.
Si necesito paz, tú eres nuestra paz y reconciliación.
Si necesito alegría, tú vives la alegría y el gozo del Espíritu.
Si necesito el don de la oración, tú pasabas noches enteras en oración
con el Padre.
Si necesito confianza, tú te abandonaste enteramente a la voluntad del Padre.
Si necesito humildad, tú tienes un corazón manso y humilde.
Si necesito perseverancia, tú antes de expirar dijiste en la cruz:
“Todo está cumplido”.

Su padre era sastre
El dramaturgo irlandés Bernardo Shaw tenía muchos enemigos en la alta
sociedad inglesa. En una reunión que se realizaba en la corte, uno de
ellos se le acercó y le preguntó con cierta sorna:
—¿No era sastre su padre? El escritor hizo un ademán afirmativo y dijo:
—Es cierto.
—¿Y por qué no se ha hecho sastre usted también? Shaw sonrió, y a
continuación planteó a su interlocutor esta pregunta:
—¿No era su padre un caballero?
—Sí, lo era en efecto, —replicó el otro.
—Entonces, ¿por qué no lo es usted también?

Pensamientos
- Los auténticos guías de la humanidad no son los que la dominan por
la fuerza, sino los que con dedicación se entregan a su servicio.
Pasteur.
- El que no pide nunca consejo al silencio y a lo invisible, jamás
producirá nada real en el campo de lo visible y de lo expresado. Tomás
Carlyle.
- No hables demasiado, ni te entregues a distracciones. Ama la pureza
de conciencia. Entrégate a la oración. Ama la soledad, si quieres
llegar un día a la morada de la sabiduría. Santo Tomás de Aquino.
- Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de
los años. Abrahán Lincoln.
- Las tres cosas más difíciles de esta vida son: guardar un secreto,
perdonar un agravio y aprovechar el tiempo. Benjamín Franklin.
- Haz todo el bien que puedas; por todos los medios que puedas; de
todas las maneras que puedas; en todos los lugares que puedas; tantas
veces como puedas; a todas las personas que puedas; por todo el tiempo
que puedas. John Wesley.
- El trabajo nos aparta de nuestros tres males: el aburrimiento, el
vicio y la necesidad. Voltaire.

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