domingo, 8 de septiembre de 2013

Semanario  Nº 328º
Leyenda del volatinero
Hay una leyenda que cuenta la vida de un volatinero, que daba saltos y
saltos por los pueblos para alegrar a la gente. Un día, cansado de esa
vida, quiso entrar a un convento para servir a Dios y fue aceptado por
su buen corazón. Pero, cuando los monjes iban a la iglesia a rezar en
sus grandes libros, él se sentía triste, porque no sabía leer y creía
que nunca podría hacer oración como los otros monjes. Una noche,
cuando todos estaban dormidos, se fue a la capilla y le dijo al Señor:
Señor, Tú sabes que yo no sé leer ni rezar, pero te amo y te lo quiero
demostrar con mis saltos y piruetas como cuando hacía reír a la gente.
Ojalá te pueda consolar y hacer reír. Así empezó su sesión de saltos y
más saltos para alegrar a Jesús.
Pero el Superior oyó ruidos y fue a la capilla. Y, cuando le iba a
llamar seriamente la atención, vio que Jesús se sonreía desde su
imagen; y entendió que estaba contento de aquella manera sencilla de
expresarle su amor, que era una bella manera de orar.

En qué orden leer la Biblia

Los expertos han descubierto que el orden más conveniente para
entender y  gustar la Biblia es éste:
1º. Los Evangelios: san Lucas es el más fácil, san Mateo el más
pedagógico, san Juan el más espiritual y san Marcos el más resumido.
2º. Los Hechos de los Apóstoles: una narración bellísima y fácil sobre
los primeros tiempos de la Iglesia.
3º. Génesis y Éxodo. 4º. Samuel Iº y IIº, Reyes Iº y IIº. 5º. Tobías y
Judit. 6º. Salmos: conviene poner una señal a los que más te gusten
para volver a leerlos.
7º. Libro de los Proverbios: señala las frases que más te impresionen.
8º. Eclesiástico: marca los consejos que te parezcan más hermosos. 9º.
La carta de Santiago: fácil de leer y muy agradable. 10º. Las cartas
de san Pablo: la primera vez lee tan solo la segunda parte (la más
fácil de entender). Después podrás leerlas completas. Leídos estos
libros, estarás ya muy bien entrenado para aprovechar los demás libros
de la Biblia, como los Profetas, Levítico, Números, Deuteronomio, etc.

Mensaje de Jesús para ti

¿Por qué te confundes y  te agitas ante los problemas de la vida?
Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te
abandones en mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis
designios. No desesperes; no me dirijas una oración agitada, como si
quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Déjame ser Dios y
actuar con libertad. Abandónate confiadamente en mí. Reposa en mí y
deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: “Jesús, yo confío en
ti”. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. Yo te amo.
Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración,
sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa
diciéndome a toda hora: “Jesús, yo confío en ti”. Y verás grandes
milagros. Te lo prometo por mi amor. Jesús

¿Y la educación?

— Un señor se lamenta en el colectivo: —¡Los jóvenes de hoy no tienen
educación!
Su vecino se extraña: —¡Pero, señor, si recién un chico le ofreció su asiento!
— Bueno, eso sí, pero mi señora todavía está parada…

Pensamientos

- Todo esfuerzo supone un riesgo; sólo el riesgo crea. Jacques Biebuyck
-   Y vi que la sabiduría aventaja a la insensatez, como la luz a las
tinieblas: el sabio tiene los ojos bien puestos, mientras que el necio
camina en tinieblas. Eclesiastés 2, 13-14
- Quien crea que su propia vida y la de sus semejantes está privada de
significado no es sólo infeliz, sino que apenas es capaz de vivir.
Albert Einstein.
- No permitas que la prisa, la impaciencia, la ansiedad y el
nerviosismo tomen el lugar del sentido común y del buen juicio. San
Francisco de Sales.
- Con un simpático juego de palabras alguien ha dicho: El que no vive
para servir, no sirve para vivir. Digámoslo crudamente: el que no
sirve a los demás, no sirve para nada…
- Si penetramos en nuestro propio silencio y tenemos valor para
avanzar en la soledad de nuestro corazón, llegaremos hasta la luz, más
allá de las palabras y explicaciones. Thomas Merton.
- Todo hombre es sincero a solas; en cuanto aparece una segunda
persona empieza la hipocresía. Ralph Waldo Emerson.

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