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septiembre 2014 – Domingo 23º A – Corrección constructiva – Resonancias
La
corrección: ayuda valiosa
Con
frecuencia Dios, por sus profetas, invitó a Israel a revisar su estilo de vida
para hacer los necesarios reajustes que exigía la alianza solemnemente pactada.
La Palabra de
Dios sigue invitándonos a cambiar y corregirnos, y nos motiva con sabiduría a
dar pasos de crecimiento espiritual. Ábrete a su mensaje y aprovecha su fuerza
renovadora.
Agradécele
a Dios haber puesto en tu camino personas buenas que corrigen tus defectos.
Quienes nos corrigen demuestran mucho amor, porque hay otros que, en lugar de
corregirnos, utilizan nuestras faltas y errores para comentarlos con sus
amigos, pero nada más. Si quieres mejorar de verdad, decídete aceptar las correcciones
que te hagan, sin poner defensas, excusas o pretextos. Ante una crítica,
reflexiona por qué te la dicen y si en verdad se justifica. A pesar de que
algunos se consideran intachables, todos tenemos defectos. Y aunque estemos
llenos de ellos, el Espíritu Santo nos da discernimiento para notar las
virtudes que también poseemos.
“Si
yo corrigiera mi manera de pensar de los otros, me sentiría sereno. Si yo
corrigiera mi manera de actuar ante los demás, los haría felices. Si yo
aceptara a todos como son, sufriría menos. Si yo me aceptara tal cual soy y
corrigiera mis defectos, ¡cuánto mejoraría mi hogar y mi entorno! Si yo
cambiara... ¡cambiaría el mundo!”. Anímate a dar pasos decididos. P. Natalio.
Decálogo
de la crítica sana
-
La crítica ha de hacerse siempre “cara a cara”.
-
La crítica ha de hacerse a la persona interesada y en privado.
-
Nunca se debe criticar comparando con otra persona.
-
Se deben criticar los hechos, jamás las intenciones.
-
La crítica debe ser específica, no generalizadora; objetiva, no exagerada.
-
Hay que criticar una sola cosa cada vez. .
-
No se debe, en principio, repetir las críticas una vez formuladas.
-
Hay que saber elegir bien el momento para criticar.
-
Nunca se debe criticar lo que no se ha comprobado bien.
-
Antes de criticar hay que ponerse en las circunstancias del criticado. López
Caballero.
El
loro y el hornero
Cuando comienzan las dificultades y reveses en tu vida, no pierdas el
ánimo, porque hay dentro de ti fuerzas insospechadas. Entre todas sobresale una
que debes valorar, entrenar y servirte de ella: la voluntad. El éxito comienza
siempre con una voluntad decidida a permanecer firme en desalojar los defectos
y mejorar los buenos hábitos.
Un
loro, iba por todas partes, diciendo que su nido estaba deshecho sin
compostura, y tan sucio que ya no se podía vivir en él. El hornero, extrañaba
que pudiera uno hablar tan mal de su propio nido; y un día, le preguntó al loro
por qué no trataba de componer el suyo.
—Si no tiene más
remedio, amigo –le contestó el loro–; los loros somos así; luego de hacer algo,
lo destruimos; nuestra raza es una raza despreciable.
—Haces mal, loro, en
hablar así de tu hogar y de los tuyos –le dijo el hornero–; sería mejor, no
ensuciar, ni destruir tu nido; pero todo mal tiene compostura, menos para el
que se figura que no la tiene. Godofredo Daireaux
Busca
siempre la faz luminosa y positiva de todos los obstáculos y reveses que te
presente cada día. No olvides que puedes desarrollar la escondida sabiduría de
convertir un menos en más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y
vida.
Empieza
por ti mismo
Siendo joven, yo
era un revolucionario, y mi oración a Dios era:
— Señor, dame la energía para
cambiar al mundo. Al llegar a los cuarenta y advertir que la mitad de mi vida
se había ido sin que yo hubiese cambiado una sola persona, modifiqué mi
oración:
—Señor, dame la gracia para cambiar a
todos aquellos con quienes tengo contacto, solamente mi familia y mis amigos y
estaré satisfecho.
Ahora, que ya
soy un anciano y mis días están contados, mi única oración es:
—Señor, dame la gracia de
cambiarme a mí mismo. ¡Si hubiera orado de esta forma desde el principio, no
hubiese desperdiciado mi vida!
“Cambiarse a sí
mismo”, es en verdad lo más accesible y cercano para comenzar. Pero también es
cuestión de lealtad consigo mismo y los demás. Jesús señaló esto en los
fariseos de su tiempo. No practicaban lo que aconsejaban a los otros. “Las
palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”. Para cambiar el mundo, comienza
por ti. .
Las dos ranas
Vivía
una rana felizmente en un pantano profundo, alejado del camino, mientras su
vecina vivía muy orgullosa en una charca en el centro del camino. La del
pantano le insistía a su amiga que se fuera a vivir al lado de ella, alejada
del camino; que allí estaría mejor y más segura. Pero no se dejó convencer,
diciendo que le era muy difícil abandonar un lugar donde ya estaba establecida
y satisfecha. Y sucedió que un día pasó por el camino, sobre la charca, un
carretón, y aplastó a la pobre rana que no había querido aceptar un cambio
oportuno.
¿Quién tiene derecho a criticar?
No tiene derecho a criticar el que no
elogia habitualmente. Un padre que
jamás alaba las cosas que su hijo hace bien – y todo el mundo hace muchas cosas
bien -, ¿qué derecho tendría a reprenderlo cuando se equivoca? Un jefe que
jamás estimula a sus colaboradores, ¿no se despoja de razón para corregir
cuando estos fallan? El que en política jamás encuentra nada válido en sus
gobernantes, ¿no demuestra en sus críticas que, o es neurótico o tiene
anteojeras políticas para reprocharlos? La crítica valiosa es la de quien,
estando en principio siempre dispuesto al elogio, se ve, en algún caso,
obligado a criticar.
Critica
siempre con delicadeza y amor
No se debe criticar nada que no se
ame. Si toda crítica va dirigida a
conseguir el bien y no a destruir, ¿no es lógico que sólo se critique aquello
cuyo bien se quiere? Criticamos con derecho a los gobernantes cuando de hecho
queremos a nuestro país, y lo demostramos a diario con nuestro trabajo. Tenemos
derecho a criticar a la
Iglesia si la amamos. Y con tanta más razón criticamos al
hijo o al esposo cuanto más les demostremos constantemente nuestro amor. La
crítica del enemigo ni crea nada, ni nada aporta. Lógicamente, cuando se
critica lo que se ama se critica con amor, con tanta delicadeza como la que se
emplea al curar una herida. Por ello, en una crítica rebozada de ironías o
sarcasmos, puede haber un desahogo del que critica, no una esperanza de
verdadera mejoría.
¿Cómo
criticar sin agresividad?
Nunca se debe formular una crítica sin
que, antes, el propio crítico se haya preguntado por la parte de la
responsabilidad que él tiene en lo que reprocha. La verdad es que cuando algo
marcha mal, nadie de los que rodean ese mal puede estar seguro de tener limpias
sus manos. ¿Cómo criticar a un país que produce poco, si no empezamos todos a
cumplir nuestro deber? ¿Criticar a la jerarquía por la mala marcha de la Iglesia, no será una excusa
para tapar nuestros errores? ¿Retar a un hijo porque llega tarde a casa no es
un autoengaño cuando no se ha empezado por hacer llevadera la convivencia
adentro? Lógicamente se critica de manera distinta cuando uno se siente
corresponsable de lo que se discute. Y en rigor, sólo debería criticarse “desde
dentro”, comenzando por la confesión de nuestra propia culpa. El criticado
entenderá mucho mejor su error si empezamos a compartir con él el nuestro.
Porque no entenderá la crítica como una agresión hecha desde afuera, sino como
una colaboración practicada desde dentro. Desde dentro del corazón.
NB. Las tres últimas notas están en “El arte de
criticar”, de José Luis Martín Descalzo, sacerdote periodista y autor de “Vida
y misterio de Jesús de Nazaret”, Ediciones Sígueme, Salamanca 1990.
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