domingo, 12 de octubre de 2014

12 octubre 2014 – Domingo 28º A – Fiesta del Cielo – Resonancias
Mateo 22, 1-14

Experiencia cercana a la muerte
En la revista italiana Luce e ombra se refería el testimonio de un oficial norteamericano, que incluso dio su testimonio en televisión italiana, el 1 de marzo de 1982, en el programa Italia Sera. He aquí el testimonio: El 20 de mayo de 1969 tomé parte en un combate en Vietnam. Durante la batalla, los proyectiles volaban por todas partes. Fui herido gravemente y perdí, como pueden ver, las dos piernas y un brazo. Me di cuenta de que me moría, pues estaba perdiendo mucha sangre. Salí de mi cuerpo y vi a los compañeros de mi batallón, que también habían muerto antes que yo. Todos estaban inmersos en una luz y se comunicaban entre ellos como leyendo el pensamiento. Después vino el helicóptero y me llevaron al hospital.
Vi que me cubrían el rostro con una sábana como se hace siempre con los muertos. No sentía nada, pero creía que estaba muerto. También los médicos creían que estaba muerto e iban a comenzar a embalsa-marme, cuando uno de ellos levantó la sábana y me hizo llevar de inmediato a la sala de operaciones. Recuerdo haber querido detener al doctor, pues no quería que me operase. Me desperté diez días después de haber sido herido. He estado en coma diez días y, durante todo ese tiempo, me comunicaba con mis compañeros muertos y tenía una sensación de bienestar, no queriendo regresar a la vida. Cuando me desperté, conté a los doctores muchos detalles de lo que había sucedido en la sala de operaciones. Ellos quedaron asombrados. Pero lo importante es que hoy, a doce años de distancia, por efecto de esta experiencia, creo en la existencia del más allá y creo sin duda que existe Dios.

Cristo vestido de blanco
Un hombre que, en agosto de 1975, tuvo que afrontar una operación a corazón abierto, dice: Recuerdo que estaba atravesando un puente de madera sobre una corriente de agua y vi que en la otra parte estaba Cristo con vestido blanco. Sus dientes eran muy blancos y sus ojos azules... Me di cuenta de que yo había muerto y que todo aquello era muy real. Cuando me acerqué, quería convencerme de que realmente era Él. Miré a sus manos y allí estaban las marcas de los clavos. Yo tenía mucha paz. Él me estaba sonriendo y diciéndome que debía volver atrás, y así lo hice.
Otro ejemplo. Soy una estudiante de 19 años, el año pasado, junto a mi novio, tuvimos un choque con un autobús. Nosotros íbamos en una moto. Yo caí y me golpeé en dos puntos y así quedé en coma total por tres meses. A la mitad de este período, estuve en peligro de muerte. Nosotros dos hemos visto a Jesús, un señor descalzo con rostro joven, cabellos largos, barba y túnica. Me llamaba y me decía: “Elena, no te desesperes, deberás sufrir un tiempo, pero acuérdate que volverás con tus seres queridos y con tus amigos. Recuerda que estoy contigo, especialmente, en los momentos más difíciles”. Mi novio también vio a Jesús crucificado mover su brazo izquierdo, colocándolo después de nuevo en la cruz.

Su amor me llenó de alegría
La señora Betty Eadie cuenta su experiencia y dice: Vi una luz a la distancia. Al acercarme, observé la figura de un hombre, con la luz a su alrededor. Era más brillante de lo que se pueda describir, más brillante que el sol. Sentí el más incondicional de los amores que jamás haya sentido y vi sus manos abiertas para recibirme. Fui hacia Él y me abrazó. Recuerdo que me decía a mí misma: Estoy en casa, finalmente estoy en casa. Yo sabía que era mi Dios, mi amigo y mi Salvador. Era Jesucristo, el que siempre me había amado. Él era el mismo amor y su amor me llenó de alegría y felicidad. De nuevo abrió sus brazos y me dejó ir, diciéndome: “Todavía no es tu tiempo”.

¿Crees tú en Dios? ¿Crees que Jesús es tu Dios, tu Señor y Salvador? ¿Crees que Él te está esperando después de la muerte con todo su amor para hacer juntos una evaluación de tu vida?

Todo sucede por un propósito
Beverley Brodsky había crecido como atea en un ambiente familiar materialista, en Filadelfia. Era de familia judía y desde que se enteró del holocausto, tenía resentimiento contra Dios, preguntándose cómo Dios había podido permitirlo. A sus 17 años, su padre murió de un ataque al corazón y su madre tuvo una grave crisis emocional. A los 19 años, no pudiendo soportar más el ambiente familiar, se fue a vivir a California. En julio de 1970, debido a un accidente de moto en Los Ángeles, se fracturó el cráneo y varios huesos. Estuvo dos semanas en el hospital. Al regresar a casa, pensó que esa sería su última noche y rezó a Dios (a pesar de decirse atea), porque no quería vivir más. Su dolor era insoportable al pensar que ningún hombre la amaría jamás por su apariencia, ya que su cara había sido desfigurada por el accidente. Por eso, creía que no tenía ninguna razón para vivir y deseó con fuerza morirse. Al poco rato, se encontró flotando en su habitación, mirando su cuerpo desde arriba. De pronto, un ser de luz la envolvió con una fuerte luminosidad.

Dice: El ángel de luz, gentilmente, me dio su mano y con él viajé una larga distancia hacia la LUZ. Aquella LUZ era toda amor, compasión, sabiduría y verdad. Y, desde lo profundo de mi alma, surgió una certeza: Yo, exactamente yo, estaba en la presencia de Dios. Entonces, le he dirigido varias preguntas, pidiendo explicación por tantas injusticias que había visto en el mundo. Me di cuenta de que Dios conoce todos nuestros pensamientos... Estoy segura de haberle preguntado el porqué de los sufrimientos de mi pueblo. Recuerdo la respuesta: Hay una razón para todo lo que sucede, aunque parezca horrible y sin sentido. Yo me dije: Todo sucede por un propósito... De pronto, sin saber cómo ni por qué, me encontré dentro de mi cuerpo, pero me sentía como en éxtasis, llena de amor y alegría. 

“Cambié mi modo de vivir”
En marzo de 1988, Neevon tuvo un accidente durante un partido de baseball, y dice: Me di cuenta de que no estaba en mi cuerpo físico y no sentía ningún dolor. Vi a dos de mis compañeros, que estaban arrodillados delante de mi cuerpo, y oí todo lo que decían... De pronto, se me presentaron todas las escenas de mi vida desde el principio hasta el final, y vivía lo que los demás sentían ante tales escenas. Veía también las repercusiones de mis acciones sobre los demás, fuera bueno o malo. La revisión de mi vida fue lo más hermoso que he visto y, al mismo tiempo, lo más horrible que he experimentado, de acuerdo a mis acciones... Durante la revisión de vida, yo sentía que alguien estaba a mi lado como un padre que me aconsejaba.

Esta experiencia me ha hecho cambiar mi modo de vivir. Yo era muy introvertido y no tenía amigos. Ahora soy muy conocido por todos y tengo muchos amigos. Antes era rebelde y pesimista. Ahora soy optimista. Yo sé que todo ha sucedido por una razón. Mi principal deseo ahora es amar a todo el mundo. El dinero y las cosas materiales son cosas secundarias para mí. Ahora soy más generoso con mi tiempo y mis cosas, y sé compartir. Mi experiencia ha sido lo mejor que me ha sucedido. Sin ella, no sería ahora tan feliz.

“Fue una bendición de Dios”
Jay tenía 36 años. Trabajaba en Las Vegas en un periódico y le gustaba la vida divertida. Dice: Un día estaba en una fiesta. Tomé droga que alguien me regaló y no sé lo que pasó. Sentí mi cuerpo fuera de mí en una terrible oscuridad. Era la eternidad. Era el vacío increíblemente doloroso, y sentía que era para siempre. Ahora sé lo que significa infierno, porque era el infierno. Era la ausencia de todo, la ausencia de amor y de emociones, un absoluto vacío. Nunca olvidaré el dolor que sentía.  Era un dolor, no físico sino emocional, sicológico y espiritual. Yo estaba convencido de que nunca saldría de allí y reviví la historia de mi vida brevemente. Lo vi como un aviso, como un juicio. Yo grité a Dios y fue el poder de Dios y su misericordia, quien me permitió regresar.

Ahora sé que Dios tiene control de todo lo que sucede y eso fue un aviso de Dios. Lo que me sucedió fue una bendición de Dios. Por eso, ahora ya no tomo drogas y rezo. Ahora temo la muerte. La vida en la tierra es muy breve, pero la eternidad es para siempre. A mí se me ha dado una nueva oportunidad. La muerte no es el final.

Conclusión
Podemos decir con toda claridad que esta vida es una oportunidad que Dios nos da para aprender a amar. Y como el tiempo es limitado y no sabemos hasta cuándo tendremos tiempo disponible, debemos aprovecharlo bien para aprender la gran lección de amar y hacer siempre el bien a los demás. De ahí que el suicidio sea un gravísimo error, al acortar voluntariamente el tiempo de vida disponible y, por eso, los suicidas que regresan del más allá, reconocen su gran error y prometen nunca más volver a cometerlo.

Recomiendo leer en www.autorescatolicos.org “Experiencias del más allá”, del P.

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