domingo, 19 de octubre de 2014

19 octubre 2014 – Domingo 29º A – Dios y el César – Resonancias
Mateo 22, 15-21


Compartir el mejor maíz
La generosidad es una virtud que te pone en sintonía con Dios que es todo amor y donación de sí mismo. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica se te irá abriendo el corazón, descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.

Un agricultor, cuyo maíz siempre había obtenido el primer premio en la Feria del Estado, tenía la costumbre de compartir sus mejores semillas de maíz con todos los demás agricultores de los contornos. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo: "En realidad, es por puro interés. El viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior, la polinización rebajaría la calidad de mi propio maíz. Ésta es la razón por la que me interesa enormemente que sólo planten el mejor maíz"

Más bien que buscar el beneficio personal, pregúntate cómo puedes servir. En lugar de querer poseer más, trata de compartir tus bendiciones, guiado solamente por el deseo de ayudar a satisfacer las necesidades de los otros. Hay quienes poseen poco y lo dan todo. Estos son los que creen en la vida y en su generosidad, y su cofre jamás se verá vacío.

Búsqueda de Dios
El salterio (colección de150 salmos) comienza proclamando la bienaventuranza del hombre que busca a Dios con sinceridad: Dichoso el hombre que, guardando los preceptos del Señor, lo busca de todo corazón (S. 1). Dios no abandona al que lo busca (S. 9). Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada (S 34). Aprovecha para tu oración estos textos que siguen:

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (42). Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tú rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro (27). Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua (63). Dichosos los que viven en tu casa, Señor, alabándote siempre. Un solo día en tu casa vale más que otros mil (84). ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío" (42).

Los salmos son poesía: estados de ánimo, emociones, evocaciones que el poeta quiso comunicar a su pueblo. Las emociones hacia Dios no surgen, si no encuentran un clima adecuado de silencio y de amor en el lector. Los salmos son portadores de una densa carga experimental de Dios. Alimenta tu oración con este excepcional regalo del Señor. P. Natalio.

Generosidad es amor 
Una niñita llamada Luz sufría una extraña enfermedad. Su única oportunidad era una transfusión de sangre de su hermanito de 5 años, que había sobrevivido por milagro a la misma dolencia y tenía los anticuerpos para combatirla. El doctor preguntó al niño si estaba dispuesto a dar su sangre a la hermanita. Dudó un momento, pero luego dijo: Si, lo haré, si eso salva a Luz. Durante la transfusión estaba acostado al lado de la hermana. Había sonrisas al ver cómo retornaba el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezaré a morirme?  Pensaba que le daría toda su sangre a la hermanita. Y aún así se la daba.

El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Pero también hay personas pobres que distribuyen sonrisas; enfermos que sufren, pero nos comunican fortaleza; gente ofendida que supo perdonar. ¿Cuál es el secreto de todas esas personas? ¡Han decidido amar siempre! Que pases por el mundo desparramando amor.

El abad generoso
En un monasterio había un abad generoso. Jamás negaba hospitalidad a un mendigo, y daba en abundancia. Pero sucedía que cuanto más daba, más prosperaba el monasterio. Al morir, fue reemplazado por un abad mezquino. Un día, llegó un anciano que pidió alojarse. Recordaba que una vez le habían dado hospedaje. El abad se lo negó, pues ya no podían darse ese lujo.

—Nuestra abadía no puede albergar a nadie, como cuando éramos prósperos. Ya nadie hace ofrendas.
—No me sorprende –dijo el anciano–  creo que se debe a que echaron a dos hermanos del monasterio.
 —Jamás hemos hecho eso –dijo serio el abad.
—Sí, lo hicieron –replicó el anciano– eran gemelos: uno se llamaba “Dad” y el otro “Se os dará”. Como echaron a “Dad, “Se os dará” resolvió irse también.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás.encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada. P. Natalio.

Demasiado tarde
La Iglesia –Madre y Maestra- teme por nosotros. Contempla a tantos hijos suyos “adormilados”, desprevenidos, como si esta vida no acabara nunca. Ve con alarma cómo esta sociedad paganizada nos aparta de lo único necesario, y nos recuerda a menudo las palabras de Jesús: “Estén preparados, porque no saben el día ni la hora”.

En una iglesia había un mensaje gráfico que describía las distintas etapas de la vida: Se veía un niño jugando y por comentario abajo: “demasiado pequeño para pensar en Dios”. Luego un joven tocando batería, y decía: “demasiado metido en sus cosas y autosuficiente para pensar en Dios”. Después un novio con su novia y decía abajo: “demasiado enamorado para pensar en Dios”. Había también un hombre de negocios muy preocupado,  “con demasiados problemas en la cabeza para pensar en Dios”. Y finalmente un tumba con su lápida, cruz y corona de flores. “Demasiado tarde para acordarse de Dios”.

La salvación es una responsabilidad personal. Nadie puede comer por mí, ¿verdad? Ocurre lo mismo en la vida espiritual. Nadie puede ser bueno por mí. La virtud no se presta. Sólo yo puedo decidir por mí y ser caritativo, fiel, paciente, piadoso. Yo soy responsable de la dirección que doy a mi vida . Piénsalo y decídete. P. Natalio.

Cultura cívica
Necesitamos crecer en cultura cívica para involucrarnos en el control de la gestión gubernativa. Es importante que el ciudadano esté alerta para que se respete la vida, don de Dios y el primero de todos los derechos, desde el momento de la concepción hasta su fin natural. Busquemos afianzar el bien común con leyes justas cumplidas en conciencia por cada uno.

Con paso acompasado, iba la cigüeña matando y tragando por familias enteras los sapos, las lagartijas y demás inocentes bichos del pantano. La llanura resonaba con el triste coro de sus ayes y de sus maldiciones. La cigüeña, impasible, seguía su obra, indiferente a las quejas. Le parecía que todos esos infelices metían demasiada bulla y que harían mejor en callarse... Junto al bañado, conversaban la mulita, la vizcacha y el zorrino.
Ahí está la cigüeña, –dijo la mulita–. Ha venido a pasar su temporada. Da gusto pasar un rato con tan buena persona.
Cierto, es muy buena persona, -afirmó el zorrino.
¡Excelente persona! -dijo la vizcacha. Y los tres repitieron convencidos:
¡Excelente persona! “Según el juez, es el juicio”. (G. Daireaux).   

Movamos los mecanismos oportunos para que la gestión social, política y económica se oriente a una mayor equidad en la participación de los bienes espirituales, culturales y materiales, buscando el progreso de todos y, por lo tanto, y en primer lugar, el de los más desfavorecidos. Todos debemos revalorizar la Política como arte de la convivencia humana.

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