domingo, 23 de noviembre de 2014



23 noviembre 2014 – Cristo Rey y Juez universal – Resonancias
Mateo 25, 31–46


Demasiado tarde
En el evangelio leemos que Jesús dijo: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”. El error del hombre consiste en buscar con afán en primer lugar las cosas de la tierra, los intereses propios, mientras le da a Dios las migajas de su tiempo, de su dedicación, de su amor. Los ídolos han suplantado a Dios en su corazón.

En un avisador parroquial observé varios carteles. En el primero había un bebé gordito y debajo se leía: "Demasiado pequeño para amar a Dios". El segundo presentaba a una pareja de recién casados besándose. Un letrero explicaba: "Demasiado felices para amar a Dios". Le seguía un ejecutivo rodeado de teléfonos y dando órdenes: "Demasiado ocupado para amar a Dios". A continuación un hombre rico, con relucientes anillos de oro y pedrería, un cigarro en la boca, al bajar de su lujoso coche: "Demasiado seguro de sí mismo para amar a Dios". Y finalizaba la serie con un ataúd: "Demasiado tarde para amar a Dios”. “Si escuchas hoy la voz del Señor, no endurezcas tu corazón”, (Sal. 95).

Jesús perdona siempre
Entre los modos de orar hay uno muy simple y coherente: pedir perdón por lo que hicimos que no agradó a Dios. David cuando cometió gravísimos pecados, se apresuró a reconciliarse con el Señor. En esa ocasión compuso un salmo muy sincero: “Reconozco mi culpa, Señor, cometí la maldad que aborreces” (51). Dios lo perdonó y sintió la alegría de la reconciliación.

Sor María Noelia Magdolna, religiosa húngara, fallecida el 24 de abril de 1992, nació en 1901, recibió muchos mensajes celestiales. He aquí uno de ellos: “Una vez Jesús me llevó al juicio de un alma muy pecadora, a quien le perdonó sus pecados. Satanás estaba furioso. -- ¡Tú no eres justo! – Gritaba -- ¡Esta alma fue mía toda su vida! Éste cometió muchos pecados, mientras que yo cometí sólo uno y tú creaste el Infierno para mí. -- ¡Lucifer!  – le contestó Jesús con infinito amor --¿Tú, alguna vez, me pediste perdón? Entonces Lucifer, fuera de sí, gritó: -- ¡Eso nunca! ¡Eso nunca lo haré! Entonces Jesús se volvió hacia mí, diciéndome: -- Ya lo ves, si él me pidiera perdón tan solo una vez, el Infierno dejaría de existir”.

La oración de perdón te ayudará a modelar tu vida con absoluta fidelidad a la voluntad de Dios. Será un momento diario para enfrentarte a tus males espirituales, reprobarlos y corregirlos. Es una poderosa arma en la lucha contra el mal que se esconde en el interior. Esta oración te atraerá la fuerza de Dios para liberarte de cualquier mal hábito. ¿Por qué no pruebas? P. Natalio.

Leyenda china
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el aspecto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara macilenta; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.

Hijos de un Dios que es amor, sólo podremos realizar y dignificar nuestra vida ejercitándonos en el amor, porque el examen final será precisamente sobre el amor, y nuestra eternidad feliz consistirá en vivir en plenitud el amor a Dios y a los hermanos.
Con toda el alma
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte”. Este es el mandamiento más importante y así como fue dado: “con toda el alma”. Lee ahora lo que sigue:

C. S. Lewis, novelista irlandés (1898-1963) en sus “Cartas del diablo a su sobrino”, describe admirablemente esa tentación que lleva al alma a regatear con Dios. «Háblale —aconseja el diablo veterano a su inexperto sobrino— sobre la “moderación en todas las cosas”. Una vez que consigas hacerle pensar a cualquiera que “la religión está muy bien, pero hasta cierto punto”, podrás sentirte satisfecho acerca de su alma. Una religión moderada es tan buena para nosotros como la falta absoluta de religión, y más divertida.»

¿Te das cuenta? En amar a Dios no debe haber moderación alguna, porque hay que amarlo como él se merece, con toda el alma y con todas las fuerzas. Cuando rebajamos o aguamos nuestra relación con Dios, hacemos algo tan malo como ignorarlo completamente. “La medida de amar a Dios es amarlo sin medida”. ¿Estamos? No vayas a caer en esa sutil tentación del enemigo. P. Natalio.

No apto para el infierno
Era una persona que vivió con dulzura y amor toda su vida. Cuando murió, todo el mundo decía que él iría al cielo, pues un hombre tan bondadoso solamente podría ir al Paraíso. En aquella época el cielo todavía no se había organizado ni tenía calidad total. La recepción no funcionaba bien, y quien lo atendió dio una ojeada rápida a las fichas de entrada, pero como no vio su nombre en la lista, lo orientó para que pudiera llegar al Infierno. Y como en el Infierno nadie pedía identificación, este individuo entró y se quedó.
Algunos días después Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso y le dijo a san Pedro:
¡Eso que me estás haciendo es puro terrorismo! Mandaste aquel sujeto al infierno y lo está arruinando. Llegó, se puso a escuchar a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas, las abrazó, las besó. El infierno no es lugar para eso, por favor trae a ese señor para acá.

"Vive con tanto amor en el corazón que, si por error vas a parar al infierno, el propio demonio te traiga de vuelta al Paraíso".

Lo primero es el amor
Una niña sufría por las riñas y conflictos diarios de sus padres. Un día, acompañó a su madre al cementerio y quedó sorprendida. Mamá -le dijo- todas las tumbas están llenas de flores, y en todas se lee lo mismo: "A mi querido esposo", "A mis queridos padres"... ¿Significa que tenemos que morirnos para empezar a amarnos?

Otro niño que sufría por las discusiones y peleas diarias de sus padres, preguntó un día a su papá cómo comenzaban las guerras. El papá, pacientemente, se sentó y empezó a explicarle:
Imaginemos que México se enoja con Guatemala... La mamá, que oía la plática, le interrumpió bruscamente: —Pero México y Guatemala no están enojados. El papá: Lo sé, pero es un caso hipotético. La mamá: Pero así confundes al niño. El papá: ¡No, mujer, no! La mamá: ¡Sí hombre, sí, no me contradigas! El niño: Papá. ¡Ya entendí cómo comienza una guerra!

Caridad activa

El amor al prójimo indica siempre la medida de nuestro amor a Dios. Te presento un ejemplo sacado de las narraciones de los Padres del desierto, monjes que vivieron intensamente el Evangelio. Es una nueva versión en la vida real de la parábola del samaritano, contada por Jesús.

Cuentan que el abad Agatón, que vivía en el desierto, una vez fue a la ciudad para vender artesanías de los monjes, y encontró en la plaza a un forastero que yacía en tierra enfermo, sin que nadie se preocupara de él. El anciano se quedó con él, tomando una habitación en alquiler con el precio de los trabajos manuales. El dinero que le quedó lo gastó en las curaciones del enfermo. Se quedó con él cuatro meses, hasta que el enfermo estuvo restablecido. Entonces el anciano regresó a su celda en paz.

El abad Agatón tenía muy presente lo que leemos en 1Juan 4, 20: “¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” Toda una ciudad pasaba junto al forastero enfermo sin preocuparse en lo más mínimo de su situación. Vino del desierto Agatón y actuó de inmediato. Es que en verdad estaba ardiendo en amor a Dios. Y sobre esto se nos juzgará.

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