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noviembre 2014 – Cristo Rey y Juez universal – Resonancias
Mateo
25, 31–46
Demasiado
tarde
En
el evangelio leemos que Jesús dijo: “Busquen primero el reino de Dios y su
justicia, y lo demás se les dará por añadidura”. El error del hombre consiste
en buscar con afán en primer lugar las cosas de la tierra, los intereses
propios, mientras le da a Dios las migajas de
su tiempo, de su dedicación, de su amor. Los
ídolos han suplantado a Dios en su corazón.
En
un avisador parroquial observé varios carteles. En el primero había un bebé
gordito y debajo se leía: "Demasiado pequeño para amar a Dios". El
segundo presentaba a una pareja de recién casados besándose. Un letrero
explicaba: "Demasiado felices para amar a Dios". Le seguía un ejecutivo
rodeado de teléfonos y dando órdenes: "Demasiado ocupado para amar a
Dios". A continuación un hombre rico, con relucientes anillos de oro y
pedrería, un cigarro en la boca, al bajar de su lujoso coche: "Demasiado
seguro de sí mismo para amar a Dios". Y finalizaba la serie con un ataúd:
"Demasiado tarde para amar a Dios”. “Si escuchas hoy la voz del Señor, no
endurezcas tu corazón”, (Sal. 95).
Jesús
perdona siempre
Entre los modos de orar hay uno muy
simple y coherente: pedir perdón por lo que hicimos que no agradó a Dios. David
cuando cometió gravísimos pecados, se apresuró a reconciliarse con el Señor. En
esa ocasión compuso un salmo muy sincero: “Reconozco mi culpa, Señor, cometí la
maldad que aborreces” (51). Dios lo perdonó y sintió la alegría de la
reconciliación.
Sor
María Noelia Magdolna, religiosa húngara,
fallecida el 24 de abril de 1992, nació en 1901, recibió muchos mensajes
celestiales. He aquí uno de ellos: “Una vez Jesús me llevó al juicio de un alma
muy pecadora, a quien le perdonó sus pecados. Satanás estaba furioso. -- ¡Tú no
eres justo! – Gritaba -- ¡Esta alma fue mía toda su vida! Éste cometió muchos
pecados, mientras que yo cometí sólo uno y tú creaste el Infierno para mí. --
¡Lucifer! – le contestó Jesús con
infinito amor --¿Tú, alguna vez, me pediste perdón? Entonces Lucifer, fuera de
sí, gritó: -- ¡Eso nunca! ¡Eso nunca lo haré! Entonces Jesús se volvió hacia
mí, diciéndome: -- Ya lo ves, si él me pidiera perdón tan solo una vez, el
Infierno dejaría de existir”.
La oración de perdón te ayudará a modelar tu vida con
absoluta fidelidad a la voluntad de Dios. Será un momento diario para
enfrentarte a tus males espirituales, reprobarlos y corregirlos. Es una
poderosa arma en la lucha contra el mal que se esconde en el interior. Esta
oración te atraerá la fuerza de Dios para liberarte de cualquier mal hábito.
¿Por qué no pruebas? P. Natalio.
Leyenda
china
Cierto día, un sabio visitó el
infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente
servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin
embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el aspecto
demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos
palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo,
nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del
infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una
mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo,
nadie tenía la cara macilenta; todos los presentes lucían un semblante alegre;
respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí en el
cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que
tenía enfrente.
Hijos
de un Dios que es amor, sólo podremos realizar y dignificar nuestra vida
ejercitándonos en el amor, porque el examen final será precisamente sobre el
amor, y nuestra eternidad feliz consistirá en vivir en plenitud el amor a Dios
y a los hermanos.
Con toda el alma
“Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en
tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y
háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte
y al levantarte”. Este es el mandamiento más importante y así como fue dado:
“con toda el alma”. Lee ahora lo que sigue:
C. S. Lewis,
novelista irlandés (1898-1963) en sus “Cartas del diablo a su sobrino”,
describe admirablemente esa tentación que lleva al alma a regatear con Dios.
«Háblale —aconseja el diablo veterano a su inexperto sobrino— sobre la
“moderación en todas las cosas”. Una vez que consigas hacerle pensar a
cualquiera que “la religión está muy bien, pero hasta cierto punto”, podrás
sentirte satisfecho acerca de su alma. Una religión moderada es tan buena para
nosotros como la falta absoluta de religión, y más divertida.»
¿Te das cuenta? En amar a Dios no debe haber moderación
alguna, porque hay que amarlo como él se merece, con toda el alma y con todas
las fuerzas. Cuando rebajamos o aguamos nuestra relación con Dios, hacemos algo
tan malo como ignorarlo completamente. “La medida de amar a Dios es amarlo sin
medida”. ¿Estamos? No vayas a caer en esa sutil tentación del enemigo. P.
Natalio.
No apto para el infierno
Era
una persona que vivió con dulzura y amor toda su vida. Cuando murió, todo el
mundo decía que él iría al cielo, pues un hombre tan bondadoso solamente podría
ir al Paraíso. En aquella época el cielo todavía no se había organizado ni
tenía calidad total. La recepción no funcionaba bien, y quien lo atendió dio
una ojeada rápida a las fichas de entrada, pero como no vio su nombre en la
lista, lo orientó para que pudiera llegar al Infierno. Y como en el Infierno
nadie pedía identificación, este individuo entró y se quedó.
Algunos
días después Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso y le dijo a san
Pedro:
—¡Eso
que me estás haciendo es puro terrorismo! Mandaste aquel sujeto al infierno y
lo está arruinando. Llegó, se puso a escuchar a las personas, mirándolas a los
ojos, conversando con ellas, las abrazó, las besó. El infierno no es lugar para
eso, por favor trae a ese señor para acá.
"Vive con tanto amor en el corazón
que, si por error vas a parar al infierno, el propio demonio te traiga de
vuelta al Paraíso".
Lo primero es el amor
Una niña sufría por las riñas y conflictos
diarios de sus padres. Un día, acompañó a su madre al cementerio y quedó
sorprendida. —Mamá -le
dijo- todas las tumbas están llenas de flores, y en todas se lee lo mismo:
"A mi querido esposo", "A mis queridos padres"...
¿Significa que tenemos que morirnos para empezar a amarnos?
Otro niño que sufría por las discusiones
y peleas diarias de sus padres, preguntó un día a su papá cómo comenzaban las
guerras. El papá, pacientemente, se sentó y empezó a explicarle:
—Imaginemos
que México se enoja con Guatemala... La mamá, que oía la plática, le
interrumpió bruscamente: —Pero México y Guatemala no están enojados. El papá: —Lo sé, pero es un
caso hipotético. La mamá: —Pero
así confundes al niño. El papá: —
¡No, mujer, no! La mamá: — ¡Sí hombre, sí,
no me contradigas! El niño: —Papá.
¡Ya entendí cómo comienza una guerra!
Caridad activa
El amor al prójimo
indica siempre la medida de nuestro amor a Dios. Te presento un ejemplo sacado
de las narraciones de los Padres del desierto, monjes que vivieron intensamente
el Evangelio. Es una nueva versión en la vida real de la parábola del
samaritano, contada por Jesús.
Cuentan
que el abad Agatón, que vivía en el desierto, una vez fue a la ciudad para
vender artesanías de los monjes, y encontró en la plaza a un forastero que
yacía en tierra enfermo, sin que nadie se preocupara de él. El anciano se quedó
con él, tomando una habitación en alquiler con el precio de los trabajos
manuales. El dinero que le quedó lo gastó en las curaciones del enfermo. Se
quedó con él cuatro meses, hasta que el enfermo estuvo restablecido. Entonces
el anciano regresó a su celda en paz.
El abad Agatón tenía
muy presente lo que leemos en 1Juan 4, 20: “¿Cómo puede amar a Dios, a quien no
ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” Toda una ciudad pasaba junto al
forastero enfermo sin preocuparse en lo más mínimo de su situación. Vino del
desierto Agatón y actuó de inmediato. Es que en verdad estaba ardiendo en amor
a Dios. Y sobre esto se nos juzgará.
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