2 noviembre 2014 – Conmemoración Fieles Difuntos – Más
allá de la muerte – Resonancias
Lucas 24, 1 –8
Avalancha
de nieve
María Simma fue una sencilla campesina
que desde pequeña oraba por las almas del Purgatorio. A los 25 años fue
favorecida con el carisma de ser visitada a menudo por estas almas. Vivía sola
en su casita de Sonntag en Austria. Fue alentada en su tarea por el párroco y
el obispo. Con generosidad María respondía siempre a los pedidos de las almas
benditas.
Una
noche de 1954 un joven estaba en su casa, cuando de improviso un terrible alud
se abatió tan cerca que oía gritos que pedían auxilio. De inmediato el joven se
levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre en la
puerta quiso impedirle el paso. El joven, conmovido por los gritos y resuelto a
auxiliarlos, empujó a su madre y le dijo: "¡Sí, yo voy! ¡No quiero
dejarlos morir así!” y salió. Pero también él, a lo largo del trayecto, fue
alcanzado por otro alud y murió... Dos días después se apareció a María Simma y
le dijo: "Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del
Purgatorio". Más tarde el joven le explicó que al entregar su vida por
esas personas, el Señor perdonó sus muchos y graves pecados y pudo entrar
rápidamente al Cielo porque la caridad cubre la multitud de las culpas.
El Purgatorio es el estado de los que
mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna,
necesitan aún de purificación para entrar al Cielo. Nosotros podemos ayudarlos
ofreciendo expiaciones a Dios, como Misas, oraciones, obras de misericordia,
etc. Son actos excelentes que el Señor te recompensará. P. Natalio.
Dios quiere que todos se salven
El Papa Juan Pablo II afirma que “el
infierno es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia
del Padre, incluso en el último momento de su vida... El infierno más que un
lugar indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y
definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría” (28-7-1999). El
Catecismo de la Iglesia
católica dice que es “el estado de autoexclusión definitiva de la comunión con
Dios y con los bienaventurados” (Cat 1033).
Santa
Teresa de Jesús nos cuenta: “Un día murió cierta persona, que había vivido muy
mal y por muchos años. Murió sin confesión, mas a pesar de esto no me parecía
que se había de condenar. Mientras estaban amortajando el cuerpo, vi que muchos
demonios tomaban aquel cuerpo y parecía que jugaban con él... Cuando pusieron
el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud de demonios que estaban dentro
para apoderarse del mismo, que yo estaba fuera de mí al verlo y tuve que hacer
un gran esfuerzo para disimularlo. Consideraba qué harían de aquella alma,
cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Ojalá el Señor hiciera ver esto
que yo vi a todos los que andan por mal camino, pues me parece que sería muy eficaz
para persuadirlos a vivir bien” (Vida 38,24).
San
Estanislao obispo de Cracovia
El año 1070 sucedió un hecho
extraordinario en la vida de San Estanislao, obispo de Cracovia, en Polonia. Un
cierto Pedro Miles le había regalado antes de morir algunas tierras de su
propiedad para la
Iglesia. Sus herederos, conscientes del apoyo del rey a su
favor, sobornaron a algunos testigos y consiguieron que el santo fuese
condenado a devolver esos terrenos. Entonces, San Estanislao les dijo que
acudiría al difunto, muerto tres años antes, para que diera testimonio de la
autenticidad de su donación.
Después de tres días de ayuno y
oración, se dirigió con el clero y gran cantidad de fieles hacia la tumba de
Pedro Miles y ordenó que fuera abierta. Sólo encontraron los huesos y poco más.
Entonces, el santo le pidió al difunto en nombre de Dios que diera testimonio y
éste, por milagro de Dios, se levantó de la tumba y dio testimonio ante el
príncipe Boleslao, que estaba presente, de la veracidad de su donación.
Solamente el difunto le pidió al santo
obispo y a todos los presentes que hicieran muchas oraciones por él para estar
libre de los sufrimientos que padecía en el purgatorio. Este hecho,
absolutamente histórico, fue atestiguado por muchas personas que lo vieron.
Vivo en una estrella
Cuando oras por tus
queridos difuntos, te encuentras con
ellos en una misteriosa comunión de fe, esperanza y amor. Ellos han transpuesto
ya la frontera del tiempo y entrado en el ámbito de la eternidad, propio de
Dios. Siempre que haces oración por ellos, los encuentras dentro del dulce
abrazo con que Dios estrecha a los que lo aman.
Vivo en una estrella radiante de luz,
no lloren mi ausencia estoy con Jesús. Cuando llegué al cielo, cuando vi su
faz, mi alma dichosa se colmó de paz. El Dios de los cielos sanó toda herida,
me tendió su mano y encontré la vida. Un coro de ángeles y... la Virgen María me vino
a encontrar. ¿Qué más quieren hijos? ¡Dejen de llorar! ya desde mi estrella los
puedo mirar. Denme una sonrisa para descansar; piensen que los amo, búsquenme
en la flor, en la nueva brisa, ¡en lo que es amor! Que estoy presente como lo
está el sol, yo sigo latiendo en su corazón...
Si por la fe estás
abierto al sentido cristiano de la muerte, no te dejes abatir por la amargura
ante una pérdida dolorosa. Tu sensibilidad puede quedar destrozada. Pero, en la
zona más secreta del alma, vives una experiencia de paz, esperanza y gozo,
porque estás seguro que tus muertos viven ya una existencia trascendente. P.
Natalio.
Dos experiencias de María Simma
Un día de 1954, hacia las 2,30 de la
tarde, paseando por el bosque, me encontré con una mujer muy anciana que
parecía centenaria. Yo la saludé amablemente y ella me dijo: ¿Por qué me
saludas? Nadie me saluda. Nadie me da de comer y debo dormir por la calle. Yo
la invité a comer y a dormir en mi casa. Ella me dijo: Pero yo no puedo pagar.
No importa, le insistí. No tengo una bella casa, pero será mejor que dormir en
la calle. Ella entonces me lo agradeció y me dijo: Dios te lo pague. Ahora soy
liberada. Y desapareció.
Hasta aquel momento no había entendido
que se trataba de un alma del purgatorio. Seguramente, durante su vida, no
quiso ayudar a alguien que tenía necesidad de comida y alojamiento, y debía
esperar que alguien le ofreciese lo que ella había rechazado a otros.
Otro día se me apareció el alma de un
joven y me dijo: Por no haber observado las leyes de tráfico, tuve un accidente
de motocicleta y morí en Viena. Yo le pregunté: ¿Estabas listo para entrar en
la eternidad? No estaba listo, respondió, pero Dios da dos o tres minutos para
poder arrepentirse y sólo el que lo rechaza se condena.
Cuando uno muere en un accidente, las
personas dicen que era su hora. Eso es cierto, cuando uno no tiene la culpa.
Pero yo tuve la culpa; porque, según los designios de Dios, yo debería haber
vivido todavía treinta años. Por eso, el hombre no tiene derecho a exponer su
vida a un peligro de muerte sin necesidad.
No
juzguen y no serán juzgados
Cuántas veces nos equivocamos al
juzgar a los demás. No conocemos la realidad de las personas, con todas las
circunstancias de su vida; y sin embargo las condenamos en nuestro interior
porque quizás a primera vista nos han caído mal por un detalle sin importancia.
Por prudencia no te dejes llevar de reacciones instintivas.
Un
anciano vendía juguetes en el mercado. Los clientes, sabiendo que tenía la
vista muy débil, a veces le pagaban con monedas falsas. El anciano lo advertía,
pero no decía nada. Pedía a Dios que perdonara a los que lo engañaban. —Tal vez tengan poco dinero, y quieren
comprar regalos a sus hijos –se decía. Pasó el tiempo y el hombre murió. Ante
las puertas del paraíso, oró así: —¡Señor!
Soy un pecador. Cometí errores, no soy mejor que las monedas falsas que recibí.
¡Perdóname! Entonces se abrieron las puertas y se oyó una voz: — ¿Cómo puedo juzgar a quien en su vida,
jamás juzgó a los demás?
Jesús nos dice: “No juzguen y no
serán juzgados”. No es fácil, pero con la ayuda del Señor avanzarás en esta
dirección. Es más positivo elevar una oración por los que te hieren y fastidian
que rumiar faltas de atención y agravios recibidos. Así conservarás la paz en
tu corazón y harás algo en verdad efectivo para remediar los límites del
prójimo. Que el Señor te asista. P. Natalio.
“La muerte no es
el final sino el comienzo de una nueva vida”
No hay comentarios:
Publicar un comentario