domingo, 27 de marzo de 2011

Semanario Nº 200º

Yo solo, no puedo
Martin Luther King se acostó una noche, cansado después de un largo día de trabajo. Cuando estaba a punto de conciliar el sueño, sonó el teléfono. Una voz, al otro extremo, le dijo: -Escucha, negro; estamos hartos de ti. Antes de una semana te arrepentirás de haber venido a Montgomery. King colgó el aparato. De pronto, le asaltaron todos los temores. Su valor comenzó a abandonarle. Empezó a sentirse mal. Se levantó y se puso a pasear en la habitación. Fue a la cocina, calentó café, se sirvió una taza y se quedó allí sentado. No sabía qué hacer o a dónde ir. Entonces, inclinó su cabeza y empezó a rezar. Las palabras de su oración fueron algo así: “Padre, creo que lo que estoy haciendo está bien hecho. Pero ahora tengo miedo, mucho miedo. La gente depende de mi liderazgo. Si me falta la fuerza o el valor, ellos van a empezar a sentir miedo. No puedo más. No sé qué hacer. No puedo afrontar solo esta responsabilidad”. -En ese momento -dijo King más tarde- experimenté la presencia divina como nunca la había experimentado antes.


Dar desde el corazón
Centrados en nuestros problemas, pocas veces miramos a nuestro alrededor. Y cómo cambiaría el mundo si cada uno de nosotros se alejara un momento de sí mismo, para ayudar a otra persona. Cuántos hay en nuestro mismo círculo de relaciones que hoy necesitan de tu palabra, de tu sonrisa, de tu abrazo o simplemente de tu compañía. Cuánto puede ayudar la gracia del buen humor al corazón que se encuentra abatido, la palabra serena al que está irritado, la dulzura de una voz amable al que yace en el abismo de la desesperación.
Creo que no hay mayor felicidad que saber que no pasamos en vano por la vida de otra persona. Que fuimos para alguno una brisa refrescante, una palabra que lo alentó a seguir, un hombro en donde pudo apoyarse, una mano extendida que lo rescató de las tinieblas...
Tocar otras vidas desde el corazón, sin buscar por ello ningún tipo de reconocimiento, dando desde el alma, por dar, porque así lo sentimos, puede llenar tu vida de una nueva alegría.
La felicidad está más en dar que en recibir (Hechos 20, 35)

Orando junto al mar
Bendito seas, Dios mío, por nuestro hermano el mar, que has hecho azul y agitado de movibles ondulaciones. Por nuestras hermanas las olas, que has hecho glaucas y coronadas de espuma blanca.
Por nuestro hermano el sol, que arroja a manos llenas todo su fuego sobre el mar. Por nuestro hermano el cielo, que has hecho resplandeciente de luces.
Bendito seas también, Dios mío, por nuestro hermano el barco, a quien permites llevarnos entre dos inmensidades. Y por esta grandeza que nos rodea, haznos comprender, Dios mío, lo pequeño que somos y cuánta necesidad tenemos de ti.


Octogésimo año de la madre
Había una familia donde todos los hermanos tenían un carácter bastante difícil; lo que producía con frecuencia choques y chispazos. Cuando faltaban pocos días para que la anciana madre cumpliera ochenta años, a propuesta de un hermano, organizaron una fiesta sorpresa, en la que sólo participarían ella y los seis hijos. Uno de ellos que conocía bien a su madre, fue a comentarle el proyecto, sin bajar a detalles.
—Me parece bien –dijo aprobando la madre– ¡siempre y cuando no vengan todos juntos!


Pensamientos
- Puede considerarse dichoso y no pedir mayor felicidad en esta vida el hombre que ha encontrado un trabajo que le permita realizar sus aspiraciones profundas. Tomás Carlyle.
- El signo más cierto de la sabiduría de una persona es su serenidad constante. Montaigne.
- La no-violencia es creer más en la fuerza de la verdad, de la justicia y del amor, que en la fuerza de la mentira, la injusticia y el odio. Helder Cámara.
- Lo que cuenta no es hacer pequeñas o grandes cosas, vistosas o insignificantes, sino solamente el amor con el cual ellas son hechas. Juan XXIII.
- Conduzcámonos con energía, Nutramos ideas fuertes y convicciones profundas, capaces de dominar todas las pasiones y de gobernar la voluntad. Santiago Alberione.
- Cuando actuamos lo mejor que podemos, no llegamos a percibir qué milagros se producen en nuestra vida o en la de los otros. Helen Keller.
- La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia, templados realizando actos de templanza, valientes realizando actos de valentía. Aristóteles.

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