domingo, 1 de abril de 2012

Semanario Nº 253º


Leyenda noruega
El viejo Haakón cuidaba una conocida ermita. En ella se conservaba un
Cristo muy venerado que recibía el significativo nombre de «Cristo de
los Favores». Todos acudían a él para pedirle ayuda. Un día, también
el ermitaño Haakón decidió solicitar un favor y, arrodillado ante la
imagen, dijo: —Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto.
Quiero reemplazarte en la cruz. Y se quedó quieto, con los ojos
puestos en la imagen, esperando una respuesta. De repente —oh,
maravilla— vio cómo el Crucificado comenzaba a mover los labios y le
decía: —Amigo mío, accedo a tu deseo; pero ha de ser con una
condición: que, suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de
guardar siempre silencio. —Te lo prometo, Señor.

Y se efectuó el cambio. Nadie se dio cuenta de que era Haakón quien
estaba en la cruz, sostenido por los cuatro clavos, y que el Señor
ocupaba el puesto del ermitaño. Los devotos seguían desfilando
pidiendo favores, y Haakón, fiel a su promesa, callaba. Hasta que un
día... Llegó un ricachón, el cual, después de haber orado, dejó allí
olvidada su bolsa. Haakón lo vio, pero guardó silencio. Tampoco dijo
nada cuando un pobre, que vino dos horas más tarde, se apropió de la
bolsa del rico.

Y tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después
para pedir su protección antes de emprender un viaje. Pero no pudo
contenerse cuando vio regresar al hombre rico, el cual, creyendo que
era aquel muchacho el que se había apoderado de la bolsa, insistía en
denunciarlo. Se oyó entonces una voz fuerte: —Detente.
Ambos miraron hacia arriba y vieron que era la imagen la que había
gritado. Haakón aclaró cómo habían ocurrido realmente las cosas. El
rico quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también,
porque tenía prisa por emprender su viaje.

Cuando, por fin, la ermita quedó sola, Cristo se dirigió a Haakón y le
dijo: —Baja de la cruz. No vales para ocupar mi puesto. No has sabido
guardar silencio. —Señor dijo Haakón confundido—-, ¿Cómo iba a
permitir esa injusticia? —Tú no sabías que al rico le convenía perder
la bolsa —le contestó Cristo—, pues llevaba en ella el precio de su
pecado. El pobre, en cambio, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien
en llevárselo. En cuanto al muchacho último, si hubiera quedado
retenido en la ermita, no habría llegado a tiempo de embarcar y habría
salvado la vida, porque has de saber que en estos momentos su barco
está hundiéndose en alta mar.

Una evaluación periódica
La evaluación de nuestros actos es una manera práctica de intensificar
la vida espi¬ritual y de crecer más cada día. Es mirar¬se por dentro.
El espíritu posee la facultad de co¬nocer lo bueno y lo malo, y de
saber lo que conviene hacer y lo que no se debe hacer. La evaluación
de nuestra conciencia consiste en indagar y estudiar nuestros actos.
Los actos son de hecho o de palabra. Con la pala¬bra también podemos
ser groseros o deli¬cados, generosos o mezquinos. El comerciante saca
la cuenta, hace el balance al fin del día, para saber cuánto ha ganado
en dinero. Haz tú también tu balance para saber si has procedido bien
o mal en las diversas circunstancias en que has ac¬tuado. Esto es más
importante que el balance del dinero.

Oración a Jesús crucificado

Mírame, oh mi amado y buen Jesús,
postrado en tu presencia;
te ruego con el mayor fervor
imprimas en mi corazón vivos sentimientos
de fe, esperanza y caridad,
verdadero dolor de mis pecados
y propósito firmísimo de jamás ofenderte;
mientras que yo, con todo el amor
y con toda la compasión de mi alma,
voy contemplando tus cinco llagas,
comenzando por aquello que dijo de ti
el santo profeta David:
“Han taladrado mis manos y mis pies
y se pueden contar todos mis huesos”.

Jonás y la ballena
El maestro agnóstico está explicando que una ballena no se puede comer
a un ser humano, por tanto la ballena no se pudo tragar a Jonás.
Una niña levanta la mano: —Cuando vaya al cielo se lo preguntaré a Jonás.
—¿Y si Jonás se fue al infierno?, le responde el maestro.
—Entonces se lo preguntará usted.

Dos amigos vascos
Dos amigos del país vasco se hacían la siguiente pregunta.
—¿Oye Pachi, tú crees que en el cielo hay frontón?
—No lo sé, Iñaki.
—Pues vamos a hacer un pacto: el primero que muera, que lo comunique.
—Pues fallece Iñaki a cabo de un tiempo y una noche despierta a
Pachi, y le dice:
—Oye Pachi, debo decirte que sí, hay frontón en el cielo; pero, te
tengo que dar una mala noticia, y es que el domingo estás convocado a
un partido.

Pensamientos
- No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre
delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más
fecunda y alegre. Stefan Zweig.
- Viajar es una buena forma de aprender y de superar miedos. Luis
Rojas Marcos. .
- Se debe hacer todo tan sencillo como sea posible, pero no más
sencillo. Albert Einstein.
- El "etcétera" es el descanso de los sabios y la excusa de los
ignorantes. Enrique Jardiel Poncela.
- Las frases buenas, cuando quedan esculpidas en nuestra memoria, nos
sugieren pensa-mientos originales; además, despiertan en nosotros el
deseo de leer a los autores de los cuales han sido tomadas. Winston
Churchill.
- El sentido moral se desvanece poco después del sentido de lo
sagrado. Alexis Carrel.
- Para el que sabe ver, no hay nada profano en este mundo. Teilhard de Chardin.
- El hombre moderno ha perdido el sentido de lo bello, porque ha
perdido el sentido de Dios. Charles. Moeller.

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