lunes, 2 de diciembre de 2013

Semanario Nº 440



Vive el momento presente
Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo recibió un soldado llamado Daniel. Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Daniel se separó del visitante en tres ocasiones: primero para ayudar a una anciana con su maleta; luego para levantar a dos pequeños a fin de que vieran a Papá Noel, y después para orientar a una persona. Cada vez regresaba con una sonrisa en el rostro. "¿Dónde aprendió a comportarse así?", le preguntó el profesor. "En la guerra", contestó Daniel. Entonces le contó su experiencia en Vietnam. Allá su misión había sido limpiar campos minados. Durante ese tiempo había visto cómo varios amigos suyos, uno tras otro, encontraban una muerte prematura. "Me acostumbré a vivir paso a paso" explicó. "Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último; por eso tenía que sacar el mayor provecho posible del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo en el suelo. Me parecía que cada paso era toda una vida”.

Nadie puede saber lo que habrá de suceder mañana. Qué triste sería el mundo si lo supiéramos. Toda la emoción de vivir se perdería, nuestra vida sería como una película que ya vimos. Ninguna sorpresa, ninguna emoción. Pienso que lo que se requiere es ver la vida como lo que es: una gran aventura. Al final, no importará quién ha acumulado más riqueza ni quién ha llegado más lejos. Lo único que importará es quién vivió en plenitud de servicio y amor cada día.

Toma en serio tu vida
Había un príncipe que era muy feliz en su palacio, pero un amigo lo convenció para darse una vuelta por el mundo y así disfrutar de los placeres de la vida. Un día, él solo, se escapó de su castillo y empezó a divertirse sin freno para experimentar todo aquello que le estaba prohibido en su palacio. Pero, poco a poco, se fue quedando sin dinero y tuvo que pedir limosna.
Al fin, cayó gravemente enfermo de una enfermedad contagiosa y nadie lo quería atender y lo tiraron sin piedad en un estercolero para que muriera. Allí estaba, esperando la muerte y sin ganas de vivir, cuando una viejecita lo vio y se compadeció de él y lo llevó a su casa sin miedo a contagiarse. Lo atendió como a un hijo y ella misma, que era muy pobre, pedía limosna para darle de comer.
Después de intensos cuidados y mucho amor, se fue recuperando y, arrepentido de su mala vida, regresó a su palacio. Su padre lo seguía esperando y celebró una gran fiesta en su honor, a la cual invitaron a la viejecita, a quien llevaron a vivir con ellos para siempre. El príncipe estaba feliz, había renacido de nuevo. La experiencia del mal y el haberse visto al borde del abismo, le había hecho madurar y tomar en serio su vida.

Atiman: una historia de amor
En una familia muy pobre de África negra sufrían mucho por el hambre y las enfermedades. Uno de los hijos, Atiman, fue raptado por unos negreros árabes, que lo llevaron muy lejos. Lo maltrataban sin piedad, le obligaban a trabajos forzados, era un juguete, propiedad de sus dueños. Su vida era muy triste y sin esperanzas. Creía que Dios lo había abandonado. Pero Dios siempre  vela sobre sus hijos queridos y escribe derecho con renglones torcidos.
Sus dueños lo vendieron como esclavo en el mercado público. Unos misioneros católicos lo compraron para darle la libertad. Su vida cambió: ahora era libre y podía reír, cantar y alegrarse con los demás. Los misioneros le enseñaron nuestra fe y comenzó a creer en el amor y en el poder de Dios. Y era feliz. Como era inteligente, le pagaron sus estudios y, después de varios años, se diplomó en Medicina. Era doctor en Medicina, nunca lo hubiera imaginado en su tribu.
En 1888 entregó su vida al servicio de los demás y trabajó como médico en los lugares más apartados para servir a los pobres. Se fue con los misioneros a orillas del lago Tanganica. Era el único médico en un inmenso territorio. Sólo Dios sabe cuántos fueron sanados y bendecidos por él durante 70 años ininterrumpidos, junto a los enfermos como un padre con sus hijos. Se ganó la estima y el cariño de todos y murió cargado de días y de amor en 1956. Quizás algún día lo tengamos en el catálogo de los santos.

Aprovecha intensamente tu vida
Un sacerdote francés, enamorado de su vocación, se fue de capellán militar al Norte de Africa para ayudar a los soldados que estaban en la guerra de Marruecos. Al poco tiempo, tuvo que volver a casa para recuperarse de las graves heridas recibidas. Una tarde, estaba dando un paseo por las afueras del pueblo, cuando se sintió muy mal. Aimé Duval lo encontró cerca de su casa, con el rostro pálido y la boca llena de sangre. Y nos cuenta : “Me acerqué a él y me dijo: Muchacho, has llegado a tiempo. Estaba pidiendo a Dios que alguien me reemplazase como sacerdote. Yo tenía, entonces, doce años y aquí estoy. Me conmovió su deseo de no dejar vacío su puesto“. El Padre Duval se hizo después famoso como cantante con su guitarra, llevando un mensaje de amor y paz a todos los jóvenes.

¿Estás tú dispuesto a seguir las huellas de los que te han precedido como luz en tu camino? ¿Serás capaz de ser luz para los demás? Dios siempre te sigue esperando y te ama con infinito amor. No dudes de Él, pero no puede salvarte, si tú no quieres.

“Espíritu Santo, dame un corazón nuevo”
Ven, Espíritu Santo, sobre mí y renuévame, cámbiame, transfórmame. Hazme un hombre nuevo. Quiero experimentar tu amor. Abre mi corazón a tus carismas y dame un corazón nuevo para conocerte y amarte más y más. Llena mi alma de tu amor en plenitud para ser verdadero hijo de mi padre celestial. Dame una nueva lengua para alabarte, dame un amor grande y profundo a Jesús Eucaristía y a Maria nuestra madre. Úngeme, libérame de todo lo que no es tuyo. Ven, Espíritu santo, ilumíname, guíame, dime lo que debo hacer en cada instante. Yo prometo someterme a todo lo que quieras de mí y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Haz solamente que conozca tu voluntad y dame fuerza para cumplirla. Ven, Espíritu Santo, lléname de tu amor y hazme santo. ¡Dios mio, dame tu Espíritu santo! Amén.

Vive sabiamente
Un discípulo preguntó al filósofo: “Quiero saber qué es lo más divertido de los seres humanos”. El filósofo contestó: "Piensan siempre al contrario. Tienen prisa por crecer, y después suspiran por la infancia perdida. Pierden la salud para tener dinero y después pierden el dinero para tener salud. Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el presente, y así, no viven ni el presente ni el futuro. Viven como si no fueran a morir nunca y mueren como si no hubieran vivido."

Toma la decisión de amar
La incomprensión entre las personas es una realidad cotidiana. Entre los mismos miembros de la familia, en las asociaciones apostólicas y grupos humanos sucede lo que la Reina de la Paz señaló en un mensaje: “Hijitos, oren y no permitan que Satanás actúe en sus vidas con malentendidos, incomprensiones y faltas de aceptación entre unos y otros”.

Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, y solamente le dijo una palabra: “ámela”. —Pero..., es que ya no siento nada por ella.  —Ámela,  –insistió el sabio. Y ante el desconcierto del señor, agregó: “Amar es una decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. El amor es como un ejercicio de jardinería: prepare el terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide. Esté preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso abandone el jardín. Ame a su pareja, es decir, acéptela, valórela, dele afecto y ternura, admírela y compréndala. Eso es todo, Ámela”. Gonzalo Gallo.

“El amor todo lo puede. No hay dificultad por muy grande que sea, que el amor no la supere. No hay puerta por muy cerrada que esté, que el amor no la abra. No hay muro por muy alto que sea, que el amor no lo derrumbe. No hay distancias por extremas que sean, que el amor no las acorte. No hay situación por desesperada que sea, que: el amor no la resuelva”.

Rompe el círculo del odio
Cuentan que un importante señor gritó al director de su empresa, porque estaba enfadado en ese momento. El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa. Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato. La empleada dio una patada al perro porque la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la acera, porque le cerraba el paso.
Esa señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada. El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado. Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole: "Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor". Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos...
En ese momento, se interrumpió el círculo del odio, porque chocó con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor.  

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