domingo, 29 de diciembre de 2013



Truco y cerveza
Decir familia es hablar de un proyecto común, sueños compartidos, camino acompañado. Es pensar en el otro, y en lo mejor del otro, y pensar juntos en lo mejor de nosotros para todos los demás. Decir familia es darse fuerzas entre todos. Es animarse a crecer juntos poco a poco. Decir familia es brindarse con generosidad y compartir todo con esperanza y amor.

Un rico empresario de Buenos Aires solía invitar a su casa, noche tras noche, a sus amigotes a jugar al truco y a tomar cerveza. Y noche tras noche, aumentaba el enojo de su mujer. Por fin ella se presentó en la cocina, donde se habían reunido los jugadores, para avisarle a su esposo que se marchaba inmediatamente con los niños a Mar del Plata, donde vivía su mamá.
El marido no dijo una palabra. Pero, no bien hubo salido la enfurecida mujer, corrió al teléfono, llamó al Aeroparque y alquiló un avión. Cuando la disgustada esposa entró a la casa de sus padres, en Mar del Plata, encontró a su marido y a sus camaradas cómodamente instalados en la cocina de los suegros, tomando cerveza y jugando al truco.

Decir familia es hablar del diálogo fecundo que disipa las suspicacias, abre las puertas, soluciona los conflictos, engrandece la persona; es vínculo de unidad y sustento de la amistad verdadera. Cuando hay alguna desinteligencia se debe, casi siempre, a la falta de diálogo. Que vuelvas al diálogo una y otra vez con ilusión, en el respeto y la comprensión mutua. P. Natalio.

Los niños aprenden lo que viven
Hay un refrán que dice: “La palabras mueven, los ejemplos arrastran”. Estos dichos populares son expresión de esa sabiduría que tiene el aval de la experiencia cotidiana. Son irrefutables. Y es la pura verdad que más que las palabras lo que mueve y conmueve a grandes y pequeños son los ejemplos que vemos. Y tanto para el mal como para el bien.

Si un niño vive con tolerancia, aprenderá a ser paciente. Si un niño vive con aliento, aprenderá a tener confianza. Si un niño vive entre críticas, aprenderá a condenar. Si un niño vive entre hostilidad y discordia aprenderá a pelear. Si un niño vive con miedo, aprenderá a ser aprensivo. Si un niño vive con reconocimiento y estímulo, aprenderá a apreciar y a tener un objetivo. Si un niño vive con seguridad, aprenderá a tener fe. Si un niño vive con aprobación, aprenderá a quererse a sí mismo y a encontrar amor en el mundo. Si un niño vive con amor y amistad, aprenderá a amar a los demás.

El ejemplo debe subrayar lo que inculcas con las palabras. No puedes escribir con una mano y borrar con la otra. Sólo es posible influir positivamente con la coherencia total. Por ejemplo, ¿puede un padre o una madre orientar por el camino de la sinceridad a sus hijos, cuando manda responder a quien pregunta por teléfono: “decile que no estoy”? P. Natalio.

El pavo y el gallo
Una señora contaba: Mi marido tiene dos defectos molestos que me fastidian mucho. Un día le propuse que si los dejaba, yo por mi parte abandonaría dos malas costumbres que le incomodaran a él. — No sé qué defectos puedas tener tú, — me dijo. Yo no me fijo sino en tus virtudes. De más está decir que no hicimos ningún pacto y que él sigue con sus vicios.

Un pavo estaba pegando una tremenda paliza a su pobre compañera; y un gallo le preguntó el por qué de tanto furor. Resolló un tanto el pavo, y secándose el sudor:
—¿No ves -dijo-, que fue esa pava a contar por todas partes un secreto que yo le había confiado? —¿Y por esto le pegas? -dijo el gallo-. Pues, amigo, otra vez no la maltrates, que será más decente; ni le confíes tus secretos, que será más prudente. G. Daireaux.

La primera mujer, Eva,  salió de la costilla del hombre... no de los pies, para ser pisoteada. No de la cabeza, para ser superior... sino del lado, para ser igual. Debajo del brazo, para ser protegida y al lado del corazón, para ser amada. Que este símbolo ayude a los esposos a cultivar cada día una mejor convivencia, hecha de respeto y  mutua comprensión. P. Natalio.

La unión familiar
Las piedras de los cerros caen al lecho de los torrentes y allí rozándose entre sí, pulen sus aristas, se suavizan y se vuelven brillantes. La convivencia familiar nos ayuda a madurar y pulirnos. Es un taller donde se forma la personalidad y se arraigan virtudes fundamentales, como la paciencia, la humildad y la esperanza. Aprovéchalo. 

Un padre tenía siete hijos, que casi siempre estaban en desacuerdo. Algunos malvados pensaron aprovechar esta debilidad para apoderarse de la herencia al morir el viejo. Entonces el padre reunió a sus hijos, les mostró un atado de siete varas y les dijo: “Aquél que logra romper estos palos, recibirá la chacra en herencia.” Uno tras otro, usando todas las fuerzas, lo intentó inútilmente. Y dijeron: “¡Es imposible!”.  “Y sin embargo no hay nada más fácil”, replicó el padre. Desató las sogas, separó los palos, y sus gastadas fuerzas fueron suficientes para quebrarlos uno tras otro. “¡Claro!”, exclamaron los hijos, “así es fácil, ¡hasta un niño lo hace!” Pero el padre añadió: “Hijos míos, lo mismo sucederá con ustedes. Mientras estén unidos, nadie los podrá vencer”.

El amor que pide Jesús debe llevarte a evitar en tu familia las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor te quiere ver bondadoso, pacífico, servicial… No es fácil, pero lo puedes, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente en mi hogar”. Que tengas un día de buena convivencia. P. Natalio.

Buen trato en el hogar

No es raro que en las familias suceda que el trato cortés y delicado se reserve más bien para los extraños. Estábamos quizá discutiendo y vociferando en casa, cuando sonó el timbre, abrimos a la visita que se anunciaba y de inmediato el clima de la convivencia se modificó. Empezó un intercambio de amable cortesía con quienes llegaban de fuera.

En la Italia de la posguerra en cierta ocasión un grupo de periodistas entrevistó al Conde Sfoza, ministro de relaciones exteriores. Los reporteros comenzaron a preguntarle sobre la situación política internacional. —Es francamente optimista y esperanzadora, contestó el ministro con una sonrisa. Los relaciones italoamericanas son excelentes; las italobritánicas, así mismo son satisfactorias; las italofrancesas, van mejorando día a día. Las únicas que dejan que desear son las italoitalianas. Todos rieron. Y el ministro añadió: —A veces es más difícil arreglar las rivalidades internas que la gran política externa.

Vale la pena tenerlo en cuenta y disponerse a vivir en la propia familia lo que san Pablo recomendaba a los de Colosas: “Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección”. Y no olvides que la cortesía y la delicadeza en el trato cotidiano es la mejor expresión del amor. P. Natalio.

El árbol de los problemas
El carpintero contratado para reparar mi granja,  finalizaba un duro día de trabajo. Su sierra eléctrica se dañó y perdió tiempo, y ahora su camión no arrancaba. Mientras lo llevaba a su casa, se sentó en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer su familia. Al dirigirnos a la puerta, se detuvo frente a un arbolito, tocando  las ramas con sus manos. Se abrió la puerta y ocurrió un notable cambio. Su bronceada cara estaba llena de sonrisas. Abrazó a dos pequeñines y le dio un beso a su esposa. Después me acompañó al auto. Al pasar junto al árbol, le pregunté sobre lo que había hecho un rato antes. "Oh, ese es el árbol de mis problemas", contestó. "Yo no puedo evitar los problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que los cuelgo en el árbol al volver a casa. Por la mañana los recojo otra vez". "Lo divertido es que al sacarlos, no hay tantos como  la noche anterior".

Quien vive habitualmente esta norma de conducta es sin duda una persona madura. No es un inestable emocional, ni una persona fría e insensible, ni tampoco una persona inauténtica. Es alguien que controla sus emociones, con prudencia y firme voluntad.

Los cabellos de mamá
Una niñita observaba a su mamá lavar los platos. Notó que tenía varios cabellos blancos en su cabellera obscura. Miró a su mamá y le preguntó, ¿Por qué tienes algunos cabellos blancos, Mami? Ésta le contestó: Cada vez que te portas mal y me pones triste, uno de mis cabellos se vuelve blanco. La niñita pensó un rato y luego dijo, Mami, ¿por qué todos los cabellos de mi abuelita están blancos?

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